martes, 30 de septiembre de 2025

 

Dónde van

 

¿A dónde se van los muertos, que yo nunca lo he sabido?,

que por más que preguntaba a los cipreses centinelas

que por la noche velaban las lindes del camposanto,

que por mucho que hostigaba a los luceros vigilando

y por más que rebuscaba en la vigilia en altozanos

entre los búhos y grillos buscando a resucitados,

nunca encontré los espectros que eludiesen los osarios,

ni espíritus transparentes que apareciesen volando

mientras sus huesos confiaban para teñirlos de blanco,

con rumbo desconocido, senda de cierto legado,

alguna perdida herencia de un planeta extravagante,

donde el amo de las cosas allí quisiera hospedarlos.

¿A dónde marchan las almas sin realces ni sudarios?,

que nunca me lo explicaron a pesar de preguntarlo,

sin que preverlo pudiese, ni acreditarlo tampoco,

que encontrar quiero a mis deudos para irles acomodando,

y que me busquen un sitio donde tengan buena vista

del camino ensortijado que cimbrea hasta allí arriba,

para ver a los que llegan a llorar arrodillados,

para esperar con paciencia a mis camaradas y amigos

que me debieron tan largo, y a tantos más allegados,

a quienes serví el regalo de la vida que disfrutan

sin agradecerme el tanto, pensando que era obligado

que les trajera a este mundo sin pedirles nada a cambio.

 

Manolo Madrid

lunes, 29 de septiembre de 2025

 

La bruja

 

Venían rumores suaves, el frufrú de la rafia,

el frotar del esparto por el suelo agrietado

de tablas que chascan con el mínimo paso,

venían suspiros y toses de mujer anciana;

y del desván de la casa, aromas de espliego

y susurros de musgo que impregnaban la escoba

donde la bruja agorera por la noche volaba.

Y bajó la escalera aquel profundo silencio

por llegar a la sala y rodear la redoma

que hervía en el fuego que lechuza cuidaba,

las sonoras burbujas despuntando en el fondo,

explotando el hedor en el calducho inquietante,

sombras y luces bañando anaqueles de brillos

y vidrios antiguos que los conjuros velaban.

¡Belcebú, Leviatán!, aparecieron los nombres

de las fuerzas oscuras, que los labios resecos

escupieron al pote que de azufres bullía,

con entrañas de engendros que a la caída del día

añagazas furtivas su existencia cobraban

al salir de las cuevas a buscar alimento

y sucumbir en el bosque con encantos tan lleno.

Y al embrujo apagado de oraciones y rezos

sujetados de manos para caer en el cuenco,

surgieron vapores que entre agudos chirridos

dibujaron demonios que tomaban cuerpo

y bailaron sus danzas en aquel aire espeso,

escuchando los cantos que decía la arpía,

que pedía más sangre que le diese más vida.

Promesas, perjurios y ofrendas revenidas

que la boca sin dientes, de añeja danzarina,

regaló carialegre a los duendes y espectros

que de tantas blasfemias del fuego nacían

y traerlos a sus faldas que, con uñas rizadas,

aireaba con lascivia mostrando sus enaguas

y más de sus vergüenzas al sorber de la vasija.

Más tarde, pálida Luna escondiendo la cara

entre espinas y ramas de la blanca encina,

la sibila se enreda en casamientos de incubos

y orgías de sangre que del averno nacían,

aullando maldiciones para quien no quería,

danzando sin refajo, estallando de pasiones

hasta cantar el mirlo trayendo al nuevo día.

¡Ha despertado el alba y nacido la mañana!,

resbalaron los trinos entre las breñas mojadas;

y se esponjaron los musgos, el verdín de las jaras

y los rayos de albor entraron por la ventana,

matizando las sombras con pintura clara,

hundiendo a demonios bajo las brasas,

rindiendo a la hechicera remangada en su cama.

Y después, la parda llorona, escondió bajo el ala

el corazón de su cara y con mágico ruido

el escobón de la noche sacudió los palmitos

para despejar la estancia de escamas perdidas

e infernales olores que apestaban la casa,

pestilencias podridas que se fueron huyendo

por la puerta raída, como cuervos corridos.

 

Manolo Madrid

 

 

 

viernes, 26 de septiembre de 2025

 

Vade retro

 

Perverso, aquí aparece, desde oscuridades negras,

brillando con grandes chispas, con rayos y con centellas,

el patrón de los infiernos, príncipe de las tinieblas,

adornado con tridente, mientras cuélgale el apéndice;

Satán cercado de azufre y fetideces pestilentes

y profundos precipicios, el arcángel más cabruno,

el de retorcidos cuernos, el chamuscado chotuno.

Apenas comparecido, viéndome de pie calmado,

blandió sus zarpas obscenas y sus ojos colorados

por doblegarme anhelante contra sus pies de caprino,

rabioso por la deshonra que mi tranquila sonrisa

de su semblante y sus muecas de amenaza se burlaba,

daba saltos y cabriolas del barnizado tablado

hasta tallados cristales de la araña del techado.

¡Lucifer, no me acongojas!, me oyó agitándose un rato,

¡que no quiero poder, carne, ni caudales de dinero

que la avaricia pidiere para llenarme palacios!

Y tampoco me apuraron tus acrobacias y cuernos,

que al igual que tus pezuñas son de un animal prestados

y de tus fuegos y azufre que mi casa han apestado,

tan sólo me han resultado un cuento que alguien ha ideado.

Y en un graznido de fuego que de su boca salía,

el demonio tan ardiente de los ojos encarnados,

molesto por mi sosiego y mis razones coherentes,

bramó de blasfemias miles e inconfesables agravios

que dejaron vomitadas las alfombras y los cuadros

de batracios y culebras que chillaban insensatos,

hasta que el bufo marchó sobre un trueno cabreado.

 


Manolo Madrid

jueves, 25 de septiembre de 2025

 

El recital

 

Ahora puso la vista atrás,


esforzado poeta

en pos de su fervor;

pies apresurados entre fachadas,

casas destartaladas, zaguanes de olor,

tabernas umbrías de mortecina luz,

cristal esmerilado y figuras taciturnas

bebiendo a contraluz,

sus ojos aprendiendo, guardando,

sus pasos cargados,

cámara, trípode, bolso,

libros, de poemas la carpeta a rebosar,

inéditos para todos, conocidos para sí

y la prisa que le empuja

trae gotas de sudor en frente fría,

llovizna que lo desvirtúa,

aceras que guían el adoquín.

Y se resguarda de terraza a balcón,

en cornisas amplias de palomas

y golondrinas abrigadas en temblor,

es tarde para llegar

ya no canta el ruiseñor

y se despegan las ruedas del tráfico,

sólo un rumor

y dejan salpicar la lluvia,

dejan atrás su olor

y echa una carrera,

que no quiere olvidar poemas

y no quiere perder audiencia,

que la noche ya rompe cerca,

hasta ver la luz de la poterna,

él no cobra,

sólo espera aplausos al final.

 

Manolo Madrid

martes, 23 de septiembre de 2025

 

¡Hola, hermano!

 

¡Hola hermano!, le dije,

acariciando su cuerpo


con la palma de mi mano,

dejando pasar mis dedos

por las arrugas profundas

que le marcaron los años,

escuchando los susurros

que me contaban silencios

que nunca antes me contaron,

sintiendo los latidos

de su corazón de árbol,

que subía sin desmayo

el alimento de la tierra

hasta las hojas de lo alto.

¡Hola hermano!, me dijo,

murmurando muy despacio,

no te vayas de mi sayo

que cuando vengan los fríos

del invierno más helado,

podrás emplear mis brazos

y las hojas que me sobran

para calentar tu cuerpo

y en el verano candente,

al mediodía tan largo,

te regalaré la sombra

de mi frondosa espesura,

para que cubras tu carne

de los ardientes rayos.

 

Manolo Madrid

sábado, 20 de septiembre de 2025

 Doblabas las horas 

Doblabas las blandas horas,

mirada vacía desde tus ruedas

y horas huecas,

molinillos de aire

y relojes de agua

en un desierto de arena,

exprimiendo los minutos,

el zumo de las piedras,

intentando vaciarlas

y arrancarles los segundos,

pétalos de viento,

uvas de la parra que te sobran

mirando desesperado el tiempo,

fruto que las rebosa.

Mirabas entristecido

aromas de hierbabuena,

vencejos que ya se han ido

por tus ventanas abiertas,

persiguiendo las claras nubes,

algodón de agua

cuando están quietas.

¿Quieres que te cuente

un cuento de brujas buenas?

¡Cuéntame las estrellas

y tráeme enseguida un hada!

Espera, espera y no llores,

quizá llegue una por la mañana

y rompa esa cama que te encadena.

Soñabas cada noche

muy cerquita ya del alba,

humo blanco que se escapa

por las rendijas heridas,

tejas rojas de tu alma,

brillante esfera de plata,

Luna de muy arriba,

princesa de los luceros

que duerme durante el día.

Sueño que sueño

con unas alas

que me lleven hasta Diana

a pedirle que borre mi fantasía

de las estrellas que la vigilan.

 

Manolo Madrid


viernes, 19 de septiembre de 2025

 

El viaje

 

Ah, claro... sí, sí... el viaje,

el viaje que te espera,

el viaje que te llama,

a gritos, grandes voces.

¿Y tú? ¡Sí, sí; claro...tú!,

y tú..., tú que te escondes,

pero el viaje, sí, el viaje,

el viaje...ah…sí, tu viaje

te reclama y te llama

y te dice de nuevo

y te muestra el billete,

aquel que te sirvieron,

sin decirte la fecha,

sin decirte la clase,

ayer, cuando viniste

y a la vida llegaste.

¡Vamos!, que se hace tarde,

apresura la sombra,

mostrándole a tus ojos

el boleto, el billete,

el que lleva tu nombre,

la cartulina negra

donde en letras doradas,

imborrables y eternas,

consignan tu destino,

designio incuestionable,

misterio que no sabes,

la ofrenda que te viene

de tus obras y preces,

quizá de tus maldades;

¡vamos, hombre!, apresúrate,

susurraba alguien.

 

Manolo Madrid

 

 

 

jueves, 18 de septiembre de 2025

 

No quiero que me llevéis

 

No quiero que me llevéis

flores a la sepultura, que mis pupilas cerradas

ya no verán desde dentro si la mano que las lleva

es la mano temblorosa de alguna persona amiga.

Tampoco desde la tierra

podré mirar los colores que sus pétalos adornan,

esparciendo por el aire y perdurando tantas horas

los aromas que conmueven y olores que te emocionan.

Y cuando estéis de visita

para llorar por mi ausencia, caminad muy despacito,

que ciertos que me cortejan descansan en el silencio

y no quiero que molesten murmullos al cementerio.

Allí, no recéis rosarios,

que preces y letanías escuchamos cada día

a todos los que recorren los pasillos recoletos,

para aliviar sus pecados y acallar sus omisiones.

Y no os quedéis mucho rato

que tampoco es necesario, que las visitas muy largas

se me aclaran muy cansadas desde que pude apartarme

de la vida que me daban los que ahora hacen teatro.

Más tarde, cuando marchéis,

después de haberme llorado, no dejéis la verja abierta

y cerradla con cuidado que, desde la Luna llena,

alguno de los durmientes por la puerta se ha escapado.

 

 Manolo Madrid

miércoles, 17 de septiembre de 2025

 

Mira, negrito

 

Mira, negrito africano,

habitante de la selva

de las estepas y llanos,

allá vienen los soldados,

cara de pocos amigos,

mirando por los caminos

que cruzan entre las hierbas

y entre desiertos cansados

recorridos por las dunas

que el viento viene domando,

las mesnadas de la guerra,

milicias de los estragos,

piquetes buscando sangre

alzados sobre sus carros,

subidos en sus monturas,

unas que soplan gritos

y que nunca se fatigan

y tampoco comen grano,

sólo beben gasolina;

arriba viaja la guerra,

patrimonio de estrategas,

con guerreros y oficiales

armados por todos lados;

sus caras se alzan atentas,

sus ojos duros y alertas

con gestos de desparpajo,

esperando al enemigo

a quien darán agasajo.

 

Manolo Madrid

martes, 16 de septiembre de 2025

 

Plegaria del guerrero

 

Efluvios de mística tristeza,

dejad que el brujo inicie su canto

y vierta la danza del ritual

que aleja el bálsamo del olvido.

¡Que dé nacimiento el Aquelarre!,

y no cicatricen las heridas,

ya que será mi empeño sentir

gestar ardiente la furia y rabia

a que la intrínseca noche mengüe

la tersa luz que, de tempestad,

inunda de tanta vida el valle.

Que indefectiblemente, de muerte,

resuenen íntimos los timbales

y que me deshagan los oídos,

que aún es más infame el silencio

que aquella censura lastimera

o la deserción omnipresente;

que prefiero escuchar el fragor

de ciclópeas olas sin final

del fugitivo mar alevoso

con espeso bramido impaciente

y plúmbeo movimiento vital.

Concededme la Vida o la Parca,

dejad mejor que sufra sin tregua,

porque la escueta idea me espanta

de recitar ido y sin descanso;

o cierto escudriñar impaciente

o escuchar el ínfimo latido

de tantas azucenas silvestres

y languidecer entre los valles

y así desconocer cada noche

y poder dormir en cada día

ese perdurar del inconsciente.

Brillo, aleteo, albino fulgor,

blanco ritmo en pájaro sutil,

sube más octavas, para allí,

en tu cenit, posar la mirada

allende tuerce la mar fulgente

y luego, con un turgente vuelo,

en verdinegro valle posarte,

donde el granito abatido y mudo

protege estoico francos parajes,

haciendas de pétrea multitud,

desprecio de Neptúnica cólera.

¡Oh! ¡Limbo, sepárate de mí!,

y elegiré para siempre un Cielo

o aquel Infierno calcinador.

¡Dejad que esos eternales dioses

nos acojan con Marte y con Zeus!,

y que, de su batalla, el fragor,

hienda feroz mi noble sentido

y aterrorice mi frágil mente

y las hogueras crezcan y quemen

y que me aplasten y me desgarren

de áspero epílogo de agonía.

Que prefiero ver manar mi sangre

y, como otro río, desborde

recubierta de heroísmo y barro,

sintiendo el tañido de la Verde,

pero sabiendo todo el Tiempo

sin que mi mortal memoria olvide

apresurada en oscuras grietas,

perseguida por fríos puñales

que la mutilen y la desgarren,

haz que me escriban sobre la carne

esos ensueños intemporales.

 

 


Manolo Madrid

 

lunes, 15 de septiembre de 2025

 

Dadme las piedras

  (Loa a Zamora)

 

A mí dadme aquellas piedras, esas piedras tan ancianas,

aquellas de sillería, ciertas que fueron labradas

para servir de linderos a las recoletas plazas

de la noche zamorana, de Fray Diego de Deza,

la plaza de Arias Gonzalo y tantas más estrechas rúas

de suelos adoquinados, donde tocas las fachadas

con sólo alargar tus manos y donde, en otro pasado,

anduviere un arcipreste que su nombre dio prestado.

A mí dejadme aquí atado, donde los tilos frondosos,

bajo los cielos de otoño de mil flores rodeado,

dejadme sólo un espacio sobre uno de aquellos bancos,

para mirar sin descanso de San Ildefonso muros

que por sujetar la iglesia rematan airosos arcos

y aquella redonda puerta por donde entraban los carros,

oyendo latir los bronces que a la media tarde gritan

levantando a las palomas que anidaban en lo alto.

A mí ponedme de noche sobre la plaza sentado,

que, en el invierno de nieblas con el frío castellano,

sabré confundir mis huesos mirando temblar las gotas

que en las paredes calizas los regueros van formando,

y en el ardiente verano, sentir frescor en la sombra

que las torres han guardado por traer a la placita

a tantos enamorados, ¡de las noches perfumadas!,

y sentarles en la umbría con el alba refrescando.

A mí llevadme callado con esos cien de la plaza

y pasitos orillados, llevadme a la Catedral

por el Corral de Campanas, pero no dejadme dentro,

acercadme a las murallas que, sentado en las almenas,

velaré sin más el Duero que se tuerce entre cigüeñas

regresando con premura para ocupar sus nidales,

donde duermen las campanas que doblarán sin descanso

mientras apacibles calles a mi vida dieron paso. 

 

Manolo Madrid

domingo, 14 de septiembre de 2025

 

Se murió la niña

 

¡Ay, que se murió la niña!,

esta noche rumorosa con la Luna tan alzada,

caminito ya del día; con las estrellas por techo

y las ramas de la acacia, presentí sobrecogida

que sus ojitos, ¡luceros!, a mi cara no miraban,

que su cuerpo delgadito poquito a poco se enfriaba

y su boquita reseca de mi pecho no chupaba.

¡Ay, que se murió la niña!,

esta noche tan malvada, tan cerca del río seco

donde el agua ya no corre; tampoco corre en mis senos

que ahora no tienen nada, de donde ella, ¡pobrecita!,

con sus manos se agarraba, ¡tira, mi pequeña, tira!,

¡fugaz estrella de mi alma!, tira de mi pecho muerto,

fantasía que mi boca pretendía regalarle.

¡Ay, que se murió la niña!,

en esta noche estrellada, cuando la Luna redonda

asustada me decía: ¿qué le ocurre a tu pequeña

que ya no te pide nada, que sus ojos ya no brillan

ni sus manitas te agarran? Será que ya no quería

de tan harta como estaba, que chupando van tres noches

y llorando van tres días, sin haber comido nada.

¡Ay, que se murió la niña!,

naciéndole la mañana, después de que tantas mesas

golosinas las colmaran; leche blanca, pan de trigo,

mantequilla y miel de flores que no probaron sus labios

desde que al mezquino mundo cruel, de razas y temores,

la enviaran como castigo, para vivir un segundo

en un planeta de ricos donde no falta de nada.

¡Ay, que se murió la niña!,

sin poder hacerle nada, sólo un puñado de huesos

y la piel tan arrugada; sus ojos me lo decían

sus ojos me lo avisaban, ¡mamacita, no me dejes

que ya no veo tu cara! Pero en la choza no tengo

pan nuestro de cada día ni grano que lo amasara,

qué quieres negrita mía si estamos abandonadas.

¡Ay, que se murió la niña!

y que tengo que enterrarla, ¿lo haré en el fondo del río

ahora que está sin agua? ¡Déjala bajo la encina

y que se convierta en savia!, y así podrás ver que vive

cuando allá en la primavera retoñen las flores blancas,

tan blancas como la leche que nadie quería darle,

eso me dijo la Luna mientras cantaba una nana.

 


Manolo Madrid

viernes, 12 de septiembre de 2025

 

De Santa María

 

De Santa María doblan longevos bronces bruñidos,

mirando cielos turbados y guaridas de cornejas,

sus lamentos las campanas; de sus piedras trabajadas

con cincel de vieja estampa, saltan, bullen en cascada,

como avecillas que vuelan, sonidos que no se esconden,

primero canta la grave, luego... replica la hermana.

Espaciadas en la tarde de una otoñada nublada,

cierzos rompiendo las nubes y el sol dibujando rayas,

pasean acompasadas por palomares y tejas,

por corredores y plazas, por enredados casones

de blasonadas fachadas, su reiterada sonata

que sacude los cristales de mirillas y ventanas.

Y entre rastrojos y valles y veredas reviradas

escuchando en lontananza los tordos y picarazas,

y, en las galeras, los mozos que recogen remolacha

en los barros farragosos de la tierra trabajada,

en silencio y descubiertos, vuela primero la grave,

para que llegue más tarde... fino acento de su hermana.

Así, pausadas, sin tregua, fraternas, vibrando el alma,

publican la mala nueva curioseando las vegas,

las laderas de las lomas, serpenteantes cañadas,

arroyos que curiosean por debajo de las zarzas,

enredando en los enebros y en agostadas retamas,

las duras notas de bronce doblándose con el alma.

También escuchan dos ojos desde empinada ventana,

rasgando en tantos silencios sus mejillas arrugadas,

la mano con la paloma, pañuelo de sus pestañas;

¡compañero de la vida, qué vacía está la casa!,

sólo dejarás silencio cuando acabe la tonada,

que en la sosegada tarde Santa María reclama.

¿Y cómo será la espera que reproduzca la nana?,

¿cuándo pasarán los días que me lleven a tu espalda?,

pensamientos que se clavan en desconsoladas lágrimas,

y que en alargado valle contempla el otro mañana

con la voz sumisa de alguien que musite al compañero:

¡escucha, paisano escucha, cómo arengan las campanas!

De Santa María doblan en triste tarde pausada,

primero... grita la grave y luego... replica la hermana...

 

 

Manolo Madrid

 

 

jueves, 11 de septiembre de 2025

 

Saga de los molinos

 

              I

 

Os confundieron antaño

con gigantes maliciosos,

sin que hubierais hecho nada,

apenas moliendo el grano,

aleteando los lienzos

mientras chirrían suspiros,

en el campo sus silencios,

abriendo siempre los brazos

a los vientos que soplaron

desde los cerros más altos,

que los tenían girando

sobre la pesada piedra

que molía las almortas

y los trigos de los campos.

 

                     II

 

Después vinieron las guerras

para que ardieran las huertas;

los unos eran de izquierdas

y los otros de derechas,

pero todos reclutaban

soldados para contiendas;

se llevaron a los quintos

a los sextos y profetas,

se mataron los poetas

por la verdad que decían

y el molinero enganchado

en una puta escopeta.

Y se abandonó tu muela

en silencio y sin trabajo,

mientras pendencias llevaban

el hambre por los collados

y se pelaban las granjas

por dar comida a soldados.

¿Qué susurraban las aspas

con las noticias del viento?,

que venían tan lejanas

sin traer noticia alguna

del molinero embaucado

por un civil avariento.

 

                 III

 

Algunos años pasaron…,

los soldados regresando

para enterrar a los muertos

y sacar de las campiñas

las bombas que no explotaron,

volver a poner tejados

y levantar los linderos

que los tanques destrozaron;

se molieron los centenos

y los trigos se cribaron,

se amasaron nuevos panes

y algunas artes flamantes

desecharon con descaro

a los molinos de siempre,

las labores que de viejos

realizaban dando vueltas

con sus aspas agitadas,

rompiendo el filo al paisaje,

moliendo el hambre del campo,

sin recibir un domingo

que viniera de descanso

para moler un distingo

de señoritos en coches

que no tiraban caballos.

 

                     IV

 

Ahora,

os han pintado de limpio

y han encalado de blanco,

arreglado vuestros brazos

y remendado las telas

que gritaban en colgajos;

os han dejado carteles

para evocar el pasado,

reparando vuestras losas

y, de los remos, los paños.

El molinero no ha vuelto

porque un tiro lo ha matado

y quedó en esa cuneta

donde no crecía el grano,

pero el molino se yergue

en la cima de un collado,

aunque no suenen las muelas

que antes rompían los granos

para dar pan a las mesas

de los pobres y los amos.

 

Manolo Madrid

 

 

miércoles, 10 de septiembre de 2025

 

Escondite Inglés

 

¿Jugamos al escondite?,

preguntaron los gorriones,

huyendo en cortos vuelos

miradas que se aparecen;

¡uno, dos y tres!, jugaron,

¡escondite inglés!, soñé;

aleros donde posarse,

macetas llenas de flores,

carmesí llega la noche

entre aleteos y trinos,

que se despiden risueños

del rumor de surtidores,

brillando tan vespertinos

con sus dorados fulgores;

¡uno, dos y tres!, jugaron,

¡escondite inglés!, soñé;

un guiño cerró mis ojos

y saltan alegres todos,

con sus patitas mojadas

sobre el ribete de agua,

que del estanque redondo

bajo la Luna llegada,

parece casi un arroyo

que se desborda en cascada.

¡Uno, dos y tres!, respondí,

            ¡escondite inglés! … jugué.

 

 Manolo Madrid

martes, 9 de septiembre de 2025

 

PRELUDIO

 

Deja del río

navegando su alma,

que dentro se alojan

amorosas miradas,

sus venas son besos

diluidos en agua,

sus riberas son hierbas

que sirven de cama

y calman las fiebres

de ardores al alba,

su espejo de noche

refleja la Luna

que vuela rielando,

de oro y de plata,

al escondite jugando

entre nubes blandas.

 

 

Manolo Madrid

lunes, 8 de septiembre de 2025

 

Hoy

 

Hoy… me amanecieron

diez mil risas de jilgueros

y jolgorios de pardales,


alegrías de vencejos

y esporas regando versos,

de la noche a la mañana

tal que fuese tiempo inverso

llenando mis pensamientos

de nubes en otro cielo,

lágrimas de otros tiempos

empapándome las manos,

resbalando por mis dedos.

Hoy... me desvelaron

gotas de lluvia llorando

por mojar un amor seco,

un viento que se apretaba

por atenazar las horas

en la caja de los días

y atar desvanes con seda

entre polvorientos miedos,

desiertos de tantas huellas,

herrajes de arañas mudas

y aullidos de los fantasmas

que mis poemas conjuran.

Hoy... me aparecieron

cien mil cortejos ancianos,

recuerdos de aquellas risas,

memoria de aquellos juegos,

las manos de aquella ninfa

jugando al corro cantando

y al escondite corriendo,

luego el abrazo de premio,

rubores que no se olvidan,

los aromas de su pelo

y aquellas perlas de nácar

riéndose tras aquel beso.

 

Manolo Madrid

viernes, 5 de septiembre de 2025

 

Sueños oscuros

 

Sostuve con entereza los ojos de Cancerbero

y tres miradas rojizas abrieron sobre mi cuerpo

de osario despellejado y buen corazón maltrecho.

A mi rostro llegó enseguida el viento que levantaban

las sierpes de su melena y el extremo del dragón

que con violencia agitaba, marcando así la cancela

del país que vigilaba con tres cabezas de perro

feroces como la guerra, que cincuenta parecían

vigilando el reino oscuro donde los muertos se guardan

y se esconden los titanes tras las portillas de fuego.

Y sobre el brillo del agua, flotando miré la barca

y la mano de Caronte, barquero que la guiaba,

rebuscando, antes que nada, bajo mi callada lengua

con dedos de fría escarcha, cierta moneda de plata

que nivelara su esfuerzo de atravesarme el lago,

que del castillo de Hades todavía me separaba.

 

 

Manolo Madrid

jueves, 4 de septiembre de 2025

 

Todos quieren verte

 

Aquí yacen los ángeles,

apenas marinerillos,

su avemaría rupestre;

son anchos los escalones,

altos los minaretes…

Entré con la vela avivada

y el olor ya me encontraba,

olía la cera, olía la muerte,

olían los pies, ¡apresurada gente!

Subía peldaños,

miraba los techos

y bajaba a los llanos

y puse las manos en capiteles dorados,

rozaba mis dedos entre frisos bañados;

mortecinos los cirios bajando escaleras,

¡mira las llamas!, miles son candelas,

millones las pestañas

escondiendo los ojos.

Y retumbaban las voces,

se amplía la iglesia

y corren susurros de aves fugaces,

gorriones oscuros que llegan de arriba

buscando su nido en cabezas dolientes

que apenas te miran,

que apenas te mienten

brillando sus ojos, sangrando sus mentes

y se mueven despacio,

para poder distinguirte.

Venía… a leerte, túnicas y hachones

y murmullos de río, todos quieren verte,

pero sólo está tu cuerpo

porque tú ya estás ausente,

murmura la cera y aletea la muerte,

todos te quieren sentir,

nieva el corazón, blancas son estepas,

de suspiros las cortinas … que esconden la muerte.

 

Manolo Madrid

miércoles, 3 de septiembre de 2025

 

Mendigante

 

Dice que tiene nombre,

el “parasonis”, se nombra,

su rostro lo tapa tupida barba

y esconde sus ojos,

su gesto resignado

por que le mira la cámara,

la gente,

el periodista,

haciendo su trabajo,

el cuerpo del mendigo,

a veces en cuclillas

o en la acera tirado

y lo llevan en camilla,

entre burlas y entre sornas

del reportero, el sanitario,

de la gente cruzando a nuestro lado;

pero miro al hombre,

estoico, indiferente

bebiendo de una fuente,

de vaso la zapatilla,

de ropa más inclemente:

harapos y remiendos,

descosidos, desgarrados

y la puesta de sol

casi de un cielo estrellado,

gente que me llega

debajo de mi frente

y me da pena,

deambulando de por vida,

en las calles su condena,

en la tele, sin dinero,

actor de escena.

 

 


Manolo Madrid

martes, 2 de septiembre de 2025

 

A mi hermanita Merche

 

Quizá te olvidaron,

no sé si todos

o parte de algunos,

ni sé si almas o corazones,

tampoco si fueron miradas de unos ojos ciegos

o pestañas rubias

agitándose en la imagen,

de ti, hermanita…, pequeño ángel,

serafín, que de colores te desnudabas,

de realidades,

mientras tu cuerpecito

aleteaba en manos tibias,

pajarito sin fuerzas,

que dejaba su cuerpo y enfriaba mis dedos,

ligero peso inerte

del que lleva mayor parte,

despiadada la muerte.

Quizá te olvidaron tristes

y no sé qué pensaron

un instante tenue,

ni por qué te llamaron Merche,

pero sé que en mis huellas

quedaron las tuyas, recientes,

quedaron tus pequeñas manitas calientes

y en mis ojos, ahora más viejos,

dejaste réplica de tu estancia

que después se desvanece

y quedó una copia de tu muerte

y el brillo que me diste

cuando volaste para perderte,

una sonrisa breve…,

un palpitar más lento,

revoloteo triste cerrando historia,

enfriando aliento,

escribiendo en mi alma tu recuerdo

un deseo por verte…, de nuevo.

 

Manolo Madrid

lunes, 1 de septiembre de 2025

 

El silencio

 

Pensaba en el silencio,

soledad que no perturba el alba,

ni una isla en el cosmos,

ni una estrella perdida,

un palpitar en el alma,

¿te dejaría escucharlo tu amada

cuando regrese tan niña,

cuando te bese tan calma?

¿Alguien te deja callado?,

y miras estrellas de noche

y miras rosáceos del alba

y llega el silencio volando,

mariposas son sus alas,

un susurro de la tarde

cuando paseas con nadie,

caminos que se te abren

entre florestas cerradas.

¿Hacen silencio las hierbas

cuando las pisas mojadas?

¿Hace silencio la alfombra

que se aletarga tan muda

a la vera de tu cama?

¿O sentirás en tu almohada

como corre tu sangre

en tus oídos tumbados

hasta caer la mañana?

¿Es el silencio la muerte?

¿Es el silencio la nada?

Pensaba en el silencio

al despertar muy despacio

al rosicler de alborada.

 

Manolo Madrid