Mira, negrito
habitante de la selva
de las estepas y llanos,
allá vienen los soldados,
cara de pocos amigos,
mirando por los caminos
que cruzan entre las hierbas
y entre desiertos cansados
recorridos por las dunas
que el viento viene domando,
las mesnadas de la guerra,
milicias de los estragos,
piquetes buscando sangre
alzados sobre sus carros,
subidos en sus monturas,
unas que soplan gritos
y que nunca se fatigan
y tampoco comen grano,
sólo beben gasolina;
arriba viaja la guerra,
patrimonio de estrategas,
con guerreros y oficiales
armados por todos lados;
sus caras se alzan atentas,
sus ojos duros y alertas
con gestos de desparpajo,
esperando al enemigo
a quien darán agasajo.
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