lunes, 15 de septiembre de 2025

 

Dadme las piedras

  (Loa a Zamora)

 

A mí dadme aquellas piedras, esas piedras tan ancianas,

aquellas de sillería, ciertas que fueron labradas

para servir de linderos a las recoletas plazas

de la noche zamorana, de Fray Diego de Deza,

la plaza de Arias Gonzalo y tantas más estrechas rúas

de suelos adoquinados, donde tocas las fachadas

con sólo alargar tus manos y donde, en otro pasado,

anduviere un arcipreste que su nombre dio prestado.

A mí dejadme aquí atado, donde los tilos frondosos,

bajo los cielos de otoño de mil flores rodeado,

dejadme sólo un espacio sobre uno de aquellos bancos,

para mirar sin descanso de San Ildefonso muros

que por sujetar la iglesia rematan airosos arcos

y aquella redonda puerta por donde entraban los carros,

oyendo latir los bronces que a la media tarde gritan

levantando a las palomas que anidaban en lo alto.

A mí ponedme de noche sobre la plaza sentado,

que, en el invierno de nieblas con el frío castellano,

sabré confundir mis huesos mirando temblar las gotas

que en las paredes calizas los regueros van formando,

y en el ardiente verano, sentir frescor en la sombra

que las torres han guardado por traer a la placita

a tantos enamorados, ¡de las noches perfumadas!,

y sentarles en la umbría con el alba refrescando.

A mí llevadme callado con esos cien de la plaza

y pasitos orillados, llevadme a la Catedral

por el Corral de Campanas, pero no dejadme dentro,

acercadme a las murallas que, sentado en las almenas,

velaré sin más el Duero que se tuerce entre cigüeñas

regresando con premura para ocupar sus nidales,

donde duermen las campanas que doblarán sin descanso

mientras apacibles calles a mi vida dieron paso. 

 

Manolo Madrid

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