miércoles, 5 de mayo de 2010

¡Cuantas vidas!


Miras atrás y la perspectiva te abruma, ¡cuantas vidas has vivido! Tantos caminos distintos, tantas bifurcaciones que guiaron tus pasos hasta el presente y las amanecidas que te abrieron los ojos a nuevos paisajes, nuevas caras y gentes, sentimientos que afloraban sin que tú fueses dueño de ello. Pero, tus poemas... tus poemas, que son caricias para tu espíritu, siguen ahí, con sus versos dulces o amargos, pero sinceros. Quizá... lo más sincero de ti mismo.


Del prólogo de “Está rompiendo el alba”



¡Cuantas vidas!

¡Cuantos otoños y primaveras

se ocultan en cada una dellas!

¡Cuántas noches de duermevelas

se esconden en cada línea

y cuantas dellas en un poema!

Así, paso a paso, dejando huella,

van surgiendo, cada sueño para volar

al alba, libres y emancipados,

los versos ocultos

desde mundos apartados

y sembrar simiente de sentimientos

en blancas praderas, astros ilimitados,

que habíamos ocultado.

Todavía cada mañana,

como vidas nuevas,

los cielos entran en los ojos, para borrar

las pesadillas de noches turbias

y enseñarnos las nubes

y las aves que las cabalgan,

tirando de nuestros miedos

para llevarlos lejos y enseñarnos

el sol, que luce de nuevo

en esperanzas de futuros, unos,

aunque fuesen un nimio instante

de ideas que nunca se probaron

y quedaron en barbecho,

esperando... esperando...

Y pasa el día, con sus minutos

y sus tardes de jardines

donde el sol juega al escondite

hasta que,

campanadas de rosarios,

llega la luna arrastrando del fondo

estrellas y cortinas de luceros

que sugieren, que murmuran

e invitan a la musa que te inspira

y que te coge la mano

con ternura suave

y, sin que puedas evitarlo,

te lleva a roturar nuevos campos

con sangre de tinta

y semillas de letras

dotadas de vida propia

que, después, miras sorprendido

nacer sus flores, tan deprisa

que apenas puedes recoger la mies

y amasar el nuevo pan

que te da la vida.


Manolo Madrid (de mi poemario "Está rompiendo el alba")

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domingo, 2 de mayo de 2010

¿Dónde van?


Quizá, en ocasiones, amigo lector, te hayas planteado preguntas, cuestiones que nadie te pudo asegurar con respuestas demostrables, quizá pienses que haya otros océanos donde navegar libremente cuando haya acabado la vida y quízá con eso seas feliz. Pero, yo, me sigo haciendo la pregunta sin que me valgan las historias de relojeros ni otras pamemas. Ciertamente es más triste y puede que descorazonador, sin embargo, me encuentro ya muy lejos de aquellos ancestros que miraban al cielo con recelo, asustados por el disco brillante que daba luz a sus noches, el disco cambiante y trémulo de significados inconcretos, pero prefiero sentir la realidad y navegar ahora con mis poemas en mis infinitos mares sin horizontes curvados y afrontar la certeza del final demoledor y absoluto: ¡Qué alivio! ¿No?



¿DÓNDE VAN?

¿Dónde van los muertos, que nunca lo he sabido?,

que por más que pregunté a los cipreses centinelas

que por la noche velaban las lindes del camposanto,

que por mucho que hostigué a los luceros vigilando

y por más que rebuscaba por la queda en altozanos,

entre lechuzas y grillos buscando a resucitados,

nunca di con espectros que se escapasen de osarios

ni espíritus transparentes que apareciesen volando

mientras fiaban los huesos para teñirlos de blanco

con rumbo desconocido, camino de algún legado,

una heredad perdida en algún mundo extravagante,

donde el amo de las cosas allí quisiera hospedarlos.

¿Dónde van todas las almas sin adornos ni sudarios?,

que nunca me lo explicaron a pesar de preguntarlo,

sin que adivinarlo pudiese, ni acreditarlo tampoco,

que quiero hallar a mis deudos e irles preparando

para que pongan un sitio donde tenga buena vista

del camino ensortijado que remonta hasta lo alto

y mirar a los que llegan a llorar arrodillados,

para esperar con paciencia a camaradas y amigos

que me debieron largo y a otros más allegados,

a los que concedí el regalo de la vida que disfrutan

sin agradecer el tanto, pensando que era obligado

que al mundo les trajera sin pedirles nada a cambio.



Manolo Madrid

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Callaba el silencio


Y el silencio, más fuerte que nada, intenso por su presencia, rodea el todo cerrando la curvatura del universo, como un muro que a veces nos asedia y nos aprieta con su inapariencia.


CALLABA EL SILENCIO

Abrí los ojos y enmudeció el silencio

y volaron los cuervos

que anidaban negros

en las grises ramas de mi pensamiento,

volaron, también, mis recuerdos,

abriendo el aire

que en la amanecida larga

se volvía tan ligero,

agitando sutiles las alas

entre sonrisas blancas

y otras tristezas frías

naciendo de mi tintero.

Desperté otro instante

y adormecí el silencio,

el rocío furtivo mojando con largos brillos

el orto disimulado que me llevaba lejos,

¡espera!,

alargué las manos

y abrí los dedos,

no atraigas luz

hasta mis ojos ciegos,

que de papel se envuelven

sílabas rotas

y poemas de sombra

curtidos de secretos.

Levanté las vergas

y gritó el silencio,

gimieron jarcias y restallaron vientos

bailando en la noche

la danza del aire

con los pies hundidos a barlovento,

con los sueños prendidos

entre las bordas

la quilla hendiendo

la vida tan corta,

bruñendo la luna

corales entre las rocas.

Manolo Madrid
De mi poemario 'Está rompiendo el alba'

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Déjame mi locura


Pasillos sin final ni motivo que te conduzcan por su interior, recovecos y puertas cerradas o repentinos abismos radiando intensa luz o negra oscuridad, ¿Es así la locura? ¿Somos cuerdos los que certificamos a los locos? ¿Cómo son los otros mundos íntimos de cada cual?


Déjame mi locura


Dejadme vivir la locura,

ahora que me llamasteis loco

sin que supierais nunca

que el camino que seguía

juntaba sus roderas

con el sendero cuerdo

cuando llegaba a la cima.

Pero, ¿cómo sería el mundo?,

si fuese blanco el cielo,

si el suelo fuera de nieve

y los difusos paisajes

en cristal de roca tallados

por algún dios escondido;

dejadme vagar en mi cosmos

donde los locos son cuerdos,

donde los cuerdos son idos

y los campos se desvanecen

entre luces evanescentes

y sonidos de voces roncas

escondidas entre suspiros,

donde ninguna vez amanece

porque el sol nunca ha venido.

Así se me pasan las noches,

entre sombras que me acogen

y pensamientos perdidos.

Dejad que mire otros mundos

dejadme hablar con espíritus,

dejad que mis ojos vean

los rincones más oscuros,

donde anidan las ideas

que traspasaron los muros

como si fuesen taladros

que jamás hiciesen ruido.

Pasillos que se retuercen

para ir a ningún sitio,

puertas que no se abren

y escaleras sin barandillas

que protejan el precipicio,

donde asoman mis manos

para sorprender ausencias

y tomar puñados de aire

que guardaré en los bolsillos,

para respirar más tarde

cuando vuele en el vacío.



Manolo Madrid (de mi poemario "Está rompiendo el alba).

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Madrugadas rotas

Son esas que se presentan insoslayables, inevitables, que te despiertan y te dejan mirando en el techo rancias imágenes, como si estuvieses dentro de una cámara fotográfica y la vida entrase por un resquicio de la ventana.

MADRUGADAS ROTAS


¿Qué aura vagaba en tus noches,

dejando prendidas las esquinas del alma

con húmedas páginas, regadas con sangre de tinta,

labradas y tejidas de tantos reproches?

Que, en la oscuridad,

herida por tus ojos buscando la calma,

saltasen brisas de tantos recuerdos, que tus manos

alejaban de tu substancia con grandes aspavientos,

a largas manotadas, queriendo apagar las penas,

ansiando romper congojas y desconsuelos

que arden en la madrugada.

Y los labios... los labios secos,

los labios que recitan oraciones de argonautas

sin saber donde se ocultan los olimpos de los dioses,

sin recordar cuales son los nombres de las hadas

que convierten en carrozas cortezas vacías,

para correr desesperadas

tras una Luna que vuela en pálidas y hueras pampas

de hierbas sedientas y agitadas,

de amores de la infancia que tanto perseguías

hasta que llegaba, ligera, la nueva amanecida.

Y más, y más, y más que van derritiendo las culpas

como dedos temblorosos que ansiaran la piel

de diosas de las palabras, de mujeres y ninfas hermosas,

reflejos que se pierden y te van dejando solo...

sin dolores que te mencionen.

Y en el silenciar de la estrella,

la que navega en tu cielo, aquella,

sin ningún descontento, miras la brasa de su pañuelo

que se agita en colores de iris en el cielo

para limpiar las gotas... que de tus pestañas rotas

en algún oasis hubieren caído al suelo.



Manolo Madrid



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PENSADOR DE NADA

Sólo para aquellos que dicen y dicen, que piensan hacer pero nada hacen, aquellos que se dejan llevar en el océano de la desidia, de la apatía e imaginan, pero el viento nunca inflama sus velas y se quedan al pairo, como una goleta desvahida que a nadie sirve, hasta que un día el sunami de la Parca les lleva de un golpe contra las rocas

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PENSADOR DE NADA

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Lleva lejos tus ojos, donde la mirada es turbia,

agudiza tus oídos para oír crecer la hierba

y aspira el aire con fuerza hasta sentir los olores

que se pegan untuosos en el filo de tu lengua;

luego, piensa que la dulce vida gira y rueda,

en un tiempo que te dieron sin medirte la riqueza,

para llegar de repente a pedirte un día cuentas.

Entretanto, piensa, piensa, pensador de nadas,

que esa es la batalla que menos te avergüenza,

imagina que una nube por la noche te rodea

y que nacida la Luna en tu cama se recuesta,

poniendo en tu memoria orificios devanados,

urdidos hilos labrados de doradas cenefas,

agujeros revestidos de murallas vanas y huecas.

Poco más y te duermes, entre paredes de tela,

sintiendo como tu amante te acaricia y te besa,

sus labios frescos de agua que bebió en la tierra

y sus manos frías del cielo que recorrió sin tregua;

entonces te invaden blandas desde los abismos

esas extrañas larvas, fluidas e impalpables

que aparecen sutiles y que se llaman ideas.

Así, la noche se pasa como se pasa la vida,

pensando en cosas de nada, en fruslerías,

ideas que a veces nacieron mientras dormías,

sueños que te mantienen subido a la barca

que algunos que te encontraste, cuando pensabas,

te dijeron con sarcasmo, riendo con ironía,

que sólo cuando despiertes, podrás llamarle vida.

Manolo Madrid

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