domingo, 19 de mayo de 2013

Una profecía nos amenaza con calamidades y terribles desgracias y una tras otra las siete trompetas preconizan tribulaciones e infortunios. ¿Será cierto que alguien pueda vaticinar tal cumulo de desventuras? O puede que la vida continúe hasta el infinito, una eternidad en que la especie humana sea capaz de convivir y repoblar el cosmos.

Siete trompetas
Sonó y retronó la primera
para que granizase fuego,
que más allá fue la segunda
quien tiñó de sangre el océano.


Y como la estrella de Ajenjo,
el veneno inundó las tardes
tras una tercera trompeta,
amargando todos los mares
emponzoñando aún los ríos,
llevándose mis pensamientos
por intrincados vericuetos
y por caminos retorcidos
que no siempre se hicieron míos.

Enturbiaron también recuerdos
con sombras de luceros negros
que por los prados y en los cerros
primero se hubieren caído;
en espera del nuevo aviso,
fuerte bramido que vibrase
de metales un gran tañido.

Y con alargado gemido
que preconiza oscuridades
que desde otro tercio han venido,
parte del cielo y del sol parte
y de luceros que dan brillo,
tan sólo dos de cada tres
sobrevivirán en la mente
como punteros de berilo,
hasta que un diferente arcángel
hiciera resonar la quinta.

Y después rompieron cadenas
los cuatro verdugos alados
para rellenar de tristeza
tantas noches que nos mandaron,
y también las mañanas tersas
que desde riberas mojadas
levantaban auras de vida
cuando vistieron los vergeles
con humedales de frescor
y de rocío mil manteles.

Entonces, se hizo todo fuego
y ejércitos de ciega ira
nos allanaron las montañas
y nos abrumaron los valles
con los tamboriles de guerra
que golpearon con las alas,
llevando a todo el universo
el estruendo más incesante
con enloquecidos timbales.

Y otros dos cientos de millones
fueron de caballos ungidos,
que rugieron entre sus bocas
como los leones salvajes,
derrumbando las fortalezas,
arrasando todo el planeta
hasta el fondo de los parajes.

Manolo Madrid
Del poemario “Está rompiendo el alba”

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De repente algo se avalanza desde la oscuridad y te posee. Quizá ya te ha ocurrido otras veces y lo temes, no sabes como escapar, eres impotente y las fuerzas te abandonan mientras los recuerdos crueles vuelan entre tus ideas perturbándote, acosándote y crees que te hundes en el abismo y crees que llegas a la cima más alta, y subes y bajas sin que puedas controlar nada de lo que te ocurre, sin que puedas vislumbrar el final.


Tensiones bipolares

Han llegado ya los cuervos
desde aquel planeta infierno.
Y van buscando mis ojos
como buitres carniceros;
las horas de la desidia
planeando sobre el cielo
y los sismos de mis manos
vislumbrados desde lejos
para impedirme tocar
y acariciar con mis dedos.
Como en escobas de arpías,
subidos en los recuerdos,
han regresado los crueles
para completar las horas
con gemidos y graznidos
y sonidos que me acechan
angustiosos, depresivos,
en círculos que se estrechan,
sin que dejen de indagar
intuitivos, repudiados,
intrusos y entrometidos,
causando brillos radiantes
y risas que se quebrantan
tratando con plañideras
que sus vestiduras rasgan,
desde agudas cordilleras,
con ornamentos de nieve
en los empinados picos,
tirando brazas de ira
para que trepen las zarzas
de indolentes apatías,
desde insondables barrancos
donde no existen salidas
ni aparecen nuevos días.



Manolo Madrid
Del poemario “Está rompiendo el alba”

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lunes, 13 de mayo de 2013

Noches y Lunas

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Noches y lunas
Pero ¿no has oído nunca
a los silencios que gritan
y los gritos que se ocultan?
¿Y no has mirado de frente
a las estrellas del cosmos
que en las heladas titilan?
Entonces no has caminado
en la noche por senderos
que se tuercen y se doblan
entre montañas de hielo
y lechuzas que te miran,
pasillos de mil tropiezos
ocultos entre la niebla
para llegar más arriba.
Y tampoco te dormiste
entre sábanas de hierba
que amortiguaban los pasos
de las musas que te siguen
haciéndose tan esquivas,
teniendo sobre tus ojos
tantos miles que te miran,
tantos luceros que corren
por estepas infinitas.
Y sin embargo la vida
te regala cada noche
y te quita cada día,
para que nazcan palabras
de los sueños que te acogen
como los brazos del ama
que te acunaba sonrisas
las veces que no dormías,
enseñándote la luna
que se desliza de plata
mientras te canta la nana
del lucero en la portilla
y te enamora su brillo
para que nazcan poemas
en el filo de tu alma.

Manolo Madrid
Del poemario “Poemas y susurros”

Adivina, adivinanza


Cuando el mago miró enfadado hacia sus viñas y vio que aún no habían dado uvas, sacudió su varita mágica en el aire tratando de hacerlas nacer y madurar con sus sortilegios, hasta que recordó que las uvas necesitaban tiempo, más que otra cosa.
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Adivina, adivinanza
Adivina, adivinanza,
murmuraba el viejo mago,
sentado con parsimonia
en el atrio de su casa,
bajo una parra verdosa
que las uvas no le daba.

¿Qué será lo que le falta
a tantas viñas plantadas
que mis cábalas desdeñan
para que el fruto aparezca
y que sus dulces sabores
llenen las cubas mañana?

Luego, se pasaba un rato,
sus ojos casi cerrados
y la solana en la tarde
tan inmediato rozando,
que del borde de su sayo
le caía casi a un lado,
entonces, sus despuntados
le asomaban a los labios
para trillar su rosario:

¿Qué será lo que no tienen
esas cepas tan tupidas,
que a pesar de mis conjuros
no me prodigan los granos
para calmar tanta sed
que el calor ha provocado?

Y de nuevo las cortinas
en sus párpados caían,
mitigando los reflejos
que la abrasadora tarde
ha venteado el verano,
desde el campanario agudo
hasta pardos olivares
de los campos más cercanos.

¿Qué faltaría en las ramas
de esa frondosa espesura
que a pesar de mis hechizos
la renta del año oculta
y con insistencia extraña
mi apetito no mesura?

Aunque, por más que su vara
en el bochorno esgrimía,
como si espada de guerra
al enemigo mostrase,
aquella tarde de junio
provocó un lance perdido,
que al adivino enfadado
en silencio le escapaba,
indomeñable y más fuerte,
tan escurridizo y terco,
guiando al de la cana barba
a medrar muy sigiloso
cuando en un momento sabio
le viniere a la memoria
que lo que a él le rebosaba,
a las viñas de su campo
todavía no llegaba,
recordó, con esa misma,
que ni el abono y el agua,
ni con varita de mago,
el tiempo no se compraba.

Manolo Madrid
Del poemario “Palabras, sólo palabras

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domingo, 12 de mayo de 2013

En recuerdo de Agustín,
otra tarde en que su recuerdo clamó desde algún cielo lluvioso.
Porque no es posible olvidarse de aquellos que tienen ese don y son capaces de transformar cualquier cosa de la realidad en algo lleno de fantasía y rima poética, otra tarde me dejé ir bajo una lluvia chispeante a visitar al maestro en su lugar de reposo.

Quién no fue…
Quién no fue a ver un poeta
entre silencios que increpan
y ciparisos cantores,
entre vientos que acarician
y pensamientos que vuelan;

quién no quiso a media tarde
esquivar fosas abiertas
para no indagar temores
y encontrar las osamentas;

quién izó la vista al aire
para ver correr las nubes
que lloraban primaveras
pintando charcos de lluvia
en los largos corredores
mientras pájaros de barro
entre las flores se esconden.

Manolo Madrid
Del poemario “Poemas y susurros”

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