domingo, 3 de abril de 2011

Pensamientos de lluvia

Los de esas tardes de otoño, preconizando el invierno, dejando el rastro de gotas en los vidrios del mirador, ojos que se alargan en el filo de la calle, repasando charcos y huellas que traen recuerdos que deseaste olvidar, como avecillas que se ocultan entre tejas levantadas, como mendigos grises que no se quieren mojar. ___________________________________________


Pensamientos de lluvia



Volaban entre las gotas, fuera de la ventana,


pájaros de la desidia, lluvia de aburrimiento,


grises de las tardes precursoras del invierno


y nubes empapadas que de tristeza vestían


las otoñadas luces, cristales de ojos llenos,


atisbando las calles, las aceras de regueros


hasta los charcos oscuros, privados de reflejos


ruidos prietos, brillos sordos, sonidos sin eco


de los pasos escurridos, con prisas, más ligeros,


pasos por llegar a casa, para mirar la noche


desde terrazas de poeta y miradores secos.


Volaban por la calle, desde la iglesia cerrada


mis pensamientos tristes sin encontrar consuelo,


regresando vacíos desde el jardincillo desierto,


mojadas avecillas, pajarillos de este dueño


que sin querer se posan en cornisas agrietadas,


y portales cerrados a mendigos pedigüeños que,


alargando su mano, se pegan en fachadas


para no sentir la noche que repentina llega,


para no sentir el agua que el cielo les regala


lavando sus harapos, deslucidos, remendados:


sus ideas con las mías saltando por los tejados.


Volaban con el viento los pensamientos alados,


nostalgias de mi árbol, sin que olvidaran nada,


mil versos en estrofas, recitando de la vida


tantas idas y venidas en nubes enredadas,


sendas y vericuetos que no llegaron al alba,


veranos y primaveras, flores de tantas rimas


escritas en aquel poema al filo de la mañana,


recuerdos de mi romance, dulce bajo la Luna,


cristal de vaho pintado, corazón de agua teñido,


olores de un pueblo sentado dentro de los trigos,


que en el invierno dormita callado y sin vecinos.





Manolo Madrid


Del poemario "Rumores del Duero"


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A un niño triste

Todos hemos recordado al niño que fuimos, uno que se quedó en el camino de la vida, entre sus risas y sus miedos, entre tristezas y alegrías, a veces más queridos y otras más olvidados, como un trasto habitual depositado en una esquina de un desván. Luego, cuando quisimos recordar, el niño hubo desaparecido, igual que desaparecen las flores de un prado quemado por el invierno más crudo.


A un niño triste



Al niño que se me murió dentro


olvidado entre geranios blancos


y descolgadas petunias de color,


amanecidos sus ojos incautos


detrás de tristes vidrios de mirador,


donde ocultar las risas que nacían


gozosas y alegres cada mañana,


dejando confinadas e incautas,


dichosas y curiosas las miradas


envidiosas de aquella libertad,


en ajenas palomas, sin grilletes


que las sujeten, volando livianas,


sobre gentes y calles de otras vidas


que nunca conseguiría alcanzar.



Al niño que, de casual madrugada,


escondidas entre sábanas claras


quedaron censuras de inocencia,


novedosas huellas abandonadas


para avergonzar otros pudores,


legitimar nuevos sueños de noche


y aprender placeres en paraísos


de mayores, con que calmar temores


y motivar las horas de amarguras,


entre aventuras para compartir


y temores pueriles para enterrar


mientras la vida del niño se va


y un odioso compás de agujas


te llama cada día a madrugar.



Manolo Madrid


Del poemario “Háganse los mares”

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