viernes, 30 de abril de 2010


Para que no todo sean palabras, acá dejo "caer" una imagen. Uno de los carteles que anunciaron otro de mis recitales en Valladolid. Recitales que se prodigan cada vez con mayor frecuencia y que agradan a los asistentes. Y yo, entretanto, espero que cada vez sean más. Por descontado que todo ello lo hago de manera altruista y con el único propósito de dar a conocer mi poesía. Lugares donde me han acogido con gran cariño y en repetidas ocasiones han sido Zamora capital, Valladolid (Casa de José Zorrilla y ADIF), Tordesillas, Medina del Campo, Quintanilla de Onésimo, Bahabón, Langayo, Peñafiel y algunos otros en rutas de Portugal y Salamanca. Y para quitar la curiosidad de algún lector, mis poemarios no han sido editados aún, en número de diez hasta la fecha, aunque mi intención es la de hacerlo en un futuro cercano. Por el momento, sólo mis novelas y relatos están accesibles en librerías de Castilla y León y alguna de Madrid:
Despertar para un sueño, Oda a Beatriz, Yo, también me los toco, Mulumby, Los invitados y Fantasías de Halloween.

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Se murió la niña

Quizá, un día, tu mirada se quede absorta ante un reportaje que aparece en tu televisor, tu mano a punto de llevar la cuchara o el tenedor hasta la boca, pero tus ojos llenos de aquellos niños africanos, una etnia desconocida, unas barriguitas hinchadas por causa de la desnutrición, unos rostros llenos de moscas y la miseria impidiendo que el recorrido de tu mano llegue a culminar su propósito. Entonces, entenderás cuando y como me surgió este poema.


Se murió la niña

¡Ay, qué se me murió la niña!,

esta noche rumorosa

con la luna muy alzada,

caminito ya del día,

con las estrellas por techo

y las ramas de la acacia,

presentí estremecida

que sus ojitos, ¡luceros!,

a mi cara no miraban,

que su cuerpo delgadito

poco a poco se enfriaba

y su boquita reseca

de mi pecho no chupaba.

¡Ay, qué se me murió la niña!,

esta noche tan malvada,

tan cerca del río seco

donde el agua ya no pasa,

igual ocurre en mis senos

que ya no tienen nada,

donde ella, ¡pobrecita!,

con sus manos se agarraba,

¡tira niña, tira!,

¡estrella de mi alma!,

tira de mi pecho muerto,

mentira que mi boca

intentaba regalarla.

¡Ay, qué se me murió la niña!,

en esta noche estrellada,

cuando la luna redonda

asustada me decía,

¿qué le ocurre a tu pequeña

que ya no pide nada,

que sus ojos ya no brillan

ni sus manitas te agarran?,

será que ya no quería

de tan harta como estaba,

que chupando van tres noches

y llorando van tres días,

sin haber comido nada.

¡Ay, qué se me murió la niña!,

antes de nacer la mañana,

antes de que tantas mesas

de golosinas se colmaran,

leche blanca, pan de trigo,

mantequilla y miel de flores

que no probaron sus labios

desde que a este mundo

cruel, de razas y de temores,

la enviaran como castigo,

para vivir un segundo

en este planeta de ricos

donde no falta de nada.

¡Ay, qué se me murió la niña!,

sin poder hacerle nada,

un puñadito de huesos

y piel muy arrugada,

sus ojos me lo decían

sus ojos me lo avisaban,

¡mamacita, no me dejes

que ya no veo tu cara!

pero en la choza no tengo

pan nuestro de cada día

ni grano que lo amasara,

qué quieres negrita mía

si ya estamos olvidadas.

¡Ay, qué se me murió la niña!

y ahora tengo que enterrarla,

¿lo haré en el fondo del río

ahora que ya no tiene agua?

¡hazlo bajo la encina

y que se convierta en savia!,

así podrás ver que vive

cuando allá en la primavera

broten las flores blancas,

tan blancas como la leche

que nadie quiso darla,

eso me dijo la luna

mientras cantaba una nana.

Manolo Madrid

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martes, 27 de abril de 2010

Renacer cada día

Y cuando duermes, parece que la eternidad se apodera de ti hasta el infinito, hasta que renaces al nuevo día y el Sol ilumina tu nuevo paisaje, sólo que notas el peso de siempre adosado en tu espalda sin que nada parezca que te lo pueda aliviar.

Renacer cada día

Iniciar de nuevo el sendero,

mirar otra vez el viejo día

sin olvidar el aire de siempre,

queriendo apartar su aroma

conociendo que a la espalda

llevaremos pegado el peso

de los errores y las culpas

que brotaron de la simiente

que arrojamos en el lindero

y que, serán los pasos añejos

los que repetirán la historia

en el sorprendido universo

de ojos que antaño nos vieron

pintados de los colores viejos;

abandonar todo equipaje

en la consigna de una vida,

valijas llenas de ilusiones

y aquel baúl de vieja madera

donde archivar las decepciones,

estorbos para un largo viaje,

extraños orificios del alma,

desgarrones de tu inocencia

enganchados en alguna arista

que no deseas llevar de herencia,

trizas que sacudes de encima

para abrillantar la coraza

hecha de añeja experiencia

que te protege mientras exista;

mañanas, que se avivan blancas

hojas sin redactar de un libro,

que no tiene un final previsto,

con empeño de arar los surcos

que ha preparado el destino;

mientras, pupilas asombradas

observas un trayecto distinto:

horizontes de pardos tejados,

manos abiertas que te esperan

y te abren doradas cancelas,

puertas de ansiadas esperanzas

que ayer permanecían dormidas,

colores de otros cielos y mares

repletos de más expectativas.


Manolo Madrid (de "Háganse los mares")


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Ojos de alfeizar

Son como esos vencejos que trazan raudos caminos de aire entre calles, ventanas y terrazas; parece como si nada pudiese escapar a su mirada

Ojos de alfeizar

Ojos de alfeizar, columpiados

entre maleza de mil ventanas,

bermejos geranios disfrazados,

insumisos, traviesos y tercos

pensamientos nacidos con alas

por reflexionar de tanta gente,

pasos derramados en el suelo

sin que pierdan ninguna mirada

sobre huellas que se repitieron

o escudriñen lejanas cornisas

donde reposan aves cansadas

después de alargado vuelo.

Y colgando de enredaderas

maraña de tolondras ideas,

apenas envidias soterradas

de aquellos epicúreos sueños

que atrajeron a mi cabeza

los encadenados revoloteos

de las columbinas repintadas

por los reflejos y resplandores

de soleadas mañanas nuevas,

deseos locos que aparecen

empujando tardíos silencios

a seguir avecillas que pasan.

Manolo Madrid (de "Háganse los mares")

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Otra carta de amor

Tantas se escriben y tantas se escribirán, pero ¿a tu propio corazón?

Otra carta de amor

A mi corazón errante

en el país del desamor,

mientras arde la zarza

con el fuego de mayo,

olvidos llenos de ardor

presos en caja de olivo

y aromas de primavera

que hieren mis sentidos

sin que lo quisiera yo;

a mi corazón dormido

a la vera de la vida

dejando ir el camino

alumbrado por el rayo,

lluvia para hacer barro

y se lo lleve el río,

pecado de no quererte,

olivas que se cayeron

al borde de un prado mío;

a mi corazón rebelde

que permanece huido

en crepúsculos de sueño,

alboradas de sopor

en olivares espesos

y rebelión de celos,

para evitar más duelos,

envío cartas de amor

sin decirle señor don.

Manolo Madrid (de mi poemario "Háganse los mares")

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¿Cuántos años?

Y son esas historias que te vencen al filo de coger el sueño, algo que surge de la oscuridad, como un susto que salta desde una mata del borde del sendero y se apodera de tu pensamiento haciéndote elucubrar...

Cuantos años

¿Cuántos años estamos

en el corazón de alguien?

¿Cuántas vidas se viven

hasta esbozar la verdad

y evaporar los clichés

que surgen difuminados?

Imágenes para rezar

y descargar penas propias,

retratos de estantería,

una foto desvaída

de rostro difuminado

por el trajín de la vida;

extrañas evocaciones

que prolongan el camino

hasta que parece eterno

y a uno le achacan

descalabros o victorias,

viejas cosas que pasaron,

más por que habían de ser

que, por que se antojaron.

Y se habla y se dice

y dejan volar en aire

los descontentos ciertos,

algunos y otros llevados

por vínculos egoístas

que ataron los recuerdos,

envidias y soterrados:

“yo quiero y quiero”;

tantos y tantos caprichos

insatisfechos de alguno,

de carne como la tuya.

Y tu mano sin varita

de mago que lo idease

regio para regalarle:

dádiva inesperada

que comprara su sonrisa

haciendo de adherente

para hospedar simpatías

del corazón en su mente.

Y aparenta que nunca

se desvanecen ni mueren,

sacros motivos, pretextos

que divinizado hubimos

como si fuesen cruzadas

persistentes en el tiempo,

como raíces de sauce

que cada día avanzan

lejos, buscando causas

como busca la acequia

aquel salguero viejo.

Y rumian y tascan y roen

masticando las historias

del indiferente muerto,

imaginándolo vivo

hasta dejarlo herido

y publicarlo maltrecho

con el impulso del céfiro

que sopla más diligente,

colgándolo en el techo,

como si fuese de bronce

una fulgente araña,

reclamo indiferente

de bombillas guardesas

que iluminaban tardes

de prematuros otoños,

bosquejando alumbradas

guirnaldas de humo mate

que abajo se retorciese.

Cumpleaños de invierno,

regocijos y festejos

donde no fue invitado

para ningún agasajo

uno que desean muerto,

aquel que será mentado

por bocas de mil mohines

ofensivos y sutiles,

para que salgan del nicho

todos los huesos mondados

y los restos más nimios

con bien alineados dientes

para reír en la fiesta,

bajo dos amplios huecos

de ojos inexistentes,

pitanza para gusanos

de mirar indiferente.

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domingo, 25 de abril de 2010

Comunicado a todos mis amigos:

El evento "Poético - musical" que iba a realizar el dia 21 de mayo en el salón de Cajamar de Valladolid a las 20:00 horas, con intervención del grupo "Ars Bene Modulandi" y su interpretación de música cervantina y sefardí, conjuntada con la poesía inédita de este humilde poeta que suscribe, ha quedado anulada por "problemas de ajuste de presupuesto" (mil euros que incluían el pago de cuatro artistas reconocidos, la cartelería a color con el anagrama de dicha entidad, el reparto de programas del acto a la entrada del mismo, transporte de los artistas desde Zamora y todo el atrezzo en su propia furgoneta, puesta en escena de un potente equipo de sonido y largas horas de trabajo de todos los intervinentes para conseguir una hora y cuarto de actuación preciosista y una exquisita publicidad para dicha entidad que hubiese salido en muchos medios de prensa y televisión además de la mencionada cartelería). Que fracaso de vida esta, ¿verdad? Creo que esta "discoteca" (la vida) no tiene puertas de emergencia suficientemente anchas para poder salir corriendo de aquí unos cuantos encabezados por mí. Saludos y abrazos a los que aún me hacéis sentir bien.

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viernes, 23 de abril de 2010

De la ciudad

De la ciudad

Dejelos ir: tiempo, ojos, pensamientos;

entre motores y tráfico de ciudad,

jadeos vivos de estructuras que laten

consecuentes con su rectilínea identidad,

que no se dejan abatir de ninguna noche,

en cualquier esquina, emancipada de sol,

un oasis libre de clandestino reproche,

una isla sembrada de ubicuas sillas

en las que incrustar cimientos y estados,

poemas para contar personas y gorriones,

peatones y palomas, habitantes de aceras

y paseos cuadriculados e intrascendentes

buscando la sombra, o la vida, o qué,

quizá, una burbuja de soledad entre gentes

donde humedecer los labios con el frío

tintinear de témpanos, cúbicos e inocentes,

flotando en un tímido mar constreñido

entre paredes lisas y curvas de cristal,

llevados por una mano temblorosa de sed

y olvidar el río de penurias para agostarse

bajo alguna sombrilla torneada y amiga,

palmera con hojas de reclamo y publicidad,

con que esquivar la vida que te aploma;

después, asediado por el humo y los aromas,

dejé venirme una sonrisa hasta la boca.

Manolo Madrid (de mi poemario "Semillas de aire")

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miércoles, 21 de abril de 2010

Miraba la tarde

Es posible que a ti también te haya ocurrido, algún verano suave, una primavera o un otoño tardío. Te sientas al atardecer en alguna terracita de un bar, contigo mismo, y dejas pasear la mirada. A mí me salieron estos pocos versos:

Miraba la tarde (Frutas de invierno)

Miraba la tarde amable desde un confín de la plaza,

la más centrada de Zamora y devota de San Juan,

una atalaya ganada para abrazar la anochecida

cualquier redonda mesilla donde sentar mi coraza;

miraba correr la tarde tras la iglesia presumida

como si fuese la torrecilla de un altanero guardián,

dejando brisar aromas, dejando discurrir la vida

que se diluye entre la gente de paso tan elegante,

llevando la libertad prendida a vuelo de las sonrisas

que parecen desde el cielo que se llevasen colgadas

gastándola con premura entre veladas charlas,

derrochándola sin temor de que sea malgastada;

miraba como se mira cuando no se teme a nada

dejando saltar mis ojos en los alares de las casas

jugando entre mis manos poemas que no me cansan.

Y brotando desde el fondo, sin pregonar ningún hada,

atardecieron ocho campanas, informando el carillón

que desgranó por las piedras su cadencia reiterada

asustando a las urracas que respondieron enojadas

dejando escapar sus voces por las ancianas fachadas,

haciendo orfeón con ellas las cigüeñas de cada día;

miraba comparecer la noche entre perfumes del río,

un Duero tras las murallas, un amante que suspira

aromas de tantas tardes, alientos de tantas noches

que me llenan de misterios durante todo el estío;

después, miré a los tejados teñidos de luz dorada,

el beso que deja el Sol cada vez que ya se marcha,

elogiando los murmullos y las rimas de los poetas

que se quedan sosegados en las pobladas terrazas.

Manolo Madrid ( de mi poemario Frutas de Invierno)

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lunes, 19 de abril de 2010

Tanto tiempo, pareció que fuese ayer la última vez que actualicé miblog. Pero los recitales por Valladolid y mis dos últimos poemarios me han dejado absorto en un intervalo temporal. Así, para compensar, dejaré para vosotros otro de mis últimos poemas, uno dedicado al rastro madrileño, un lugar tan variopinto como emblemático. ¡A dos euros!

¡A dos euros!

¡A dos euros los abanicos!
Y seis euros los pantalones,
se vende ropa, se cambian libros,
puestos henchidos de viejas cosas,
ajados perfumes sin escrúpulos nacidos
entre gritos que anuncian sombreros
sombreretes, banderines, corbatas decaídas
y paraguas viejos donde se enredan
tan temprano, en pasajes y paseos,
fragancias de bares y bocadillos,
los cestos de fruta asomando
divertidos, roja pulpa de sandía,
melón de Villaconejos, rubios melocotones,
pinchos de berenjenas: de Almagro sus apellidos.

¡A dos euros los abanicos!
¡Tengo alpiste para canarios!
Cárceles de alambre para jilgueros
y trampas para pardales,
también grabados de girasoles
de algún pintor bien querido,
para que se rellenen cuadros
y busquen sombra entre toldillas
los guirirs y los gitanos, marea de gente
tan variopinta, calle arriba, calle abajo,
los ojos presos entre abalorios
mostrando su desparpajo,
colores que huelen domingos
entre los puestos del rastro.

¡A dos euros los abanicos!
Tres pares de calcetines subastados entre gritos,
¡un europor un vestido!,
y escuchen rondar alfondo,
entre insolaciones de agosto,
triangulada plaza la de Cascorro,
chispeantes notas de verbena,
castizos chotis, ¡una zarzuela!,
chulapas de volantes, pañoleta de cabeza,
viseras de chulapillos de abotonado chaleco
agitándose alegres encima del empedrado,
desde la anciana mano recién nacidos,
tras haberlos batido en vueltas y giros:
caprichoso mueble; acicalado organillo.

¡A dos euros los abanicos!
Empujones y corrillos para mirar zapatos,
¿qué número es el que calza?,
te preguntan para animarte
mientras alguno señala, entre guiños
y sonrisas, la mano que se disfraza
para entrar en tu bolsillo;
después, carreras y chiflos
que animan más la mañana,
cada minuto de sol pasando más apretado
cargando de bolsas al pueblo
que camina con desgana,
la boca llena de sed
para comer pronto en casa.


Y ahora, si os ha gustado, pues a recitarlo, sólo recordad a vuestros oyentes que Manolo Madrid es su autor. Y si queréis más de mis poemas id a www.manolomadrid.com

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