Miraba la tarde
Miraba la tarde (Frutas de invierno)
la más centrada de Zamora y devota de San Juan,
una atalaya ganada para abrazar la anochecida
cualquier redonda mesilla donde sentar mi coraza;
como si fuese la torrecilla de un altanero guardián,
dejando brisar aromas, dejando discurrir la vida
que se diluye entre la gente de paso tan elegante,
llevando la libertad prendida a vuelo de las sonrisas
que parecen desde el cielo que se llevasen colgadas
gastándola con premura entre veladas charlas,
derrochándola sin temor de que sea malgastada;
miraba como se mira cuando no se teme a nada
dejando saltar mis ojos en los alares de las casas
jugando entre mis manos poemas que no me cansan.
atardecieron ocho campanas, informando el carillón
que desgranó por las piedras su cadencia reiterada
asustando a las urracas que respondieron enojadas
haciendo orfeón con ellas las cigüeñas de cada día;
miraba comparecer la noche entre perfumes del río,
un Duero tras las murallas, un amante que suspira
aromas de tantas tardes, alientos de tantas noches
que me llenan de misterios durante todo el estío;
después, miré a los tejados teñidos de luz dorada,
el beso que deja el Sol cada vez que ya se marcha,
elogiando los murmullos y las rimas de los poetas
que se quedan sosegados en las pobladas terrazas.Manolo Madrid ( de mi poemario Frutas de Invierno)
Etiquetas: Duero, plaza de San Juán, Poemas de Zamora, Zamora
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