martes, 27 de abril de 2010

Renacer cada día

Y cuando duermes, parece que la eternidad se apodera de ti hasta el infinito, hasta que renaces al nuevo día y el Sol ilumina tu nuevo paisaje, sólo que notas el peso de siempre adosado en tu espalda sin que nada parezca que te lo pueda aliviar.

Renacer cada día

Iniciar de nuevo el sendero,

mirar otra vez el viejo día

sin olvidar el aire de siempre,

queriendo apartar su aroma

conociendo que a la espalda

llevaremos pegado el peso

de los errores y las culpas

que brotaron de la simiente

que arrojamos en el lindero

y que, serán los pasos añejos

los que repetirán la historia

en el sorprendido universo

de ojos que antaño nos vieron

pintados de los colores viejos;

abandonar todo equipaje

en la consigna de una vida,

valijas llenas de ilusiones

y aquel baúl de vieja madera

donde archivar las decepciones,

estorbos para un largo viaje,

extraños orificios del alma,

desgarrones de tu inocencia

enganchados en alguna arista

que no deseas llevar de herencia,

trizas que sacudes de encima

para abrillantar la coraza

hecha de añeja experiencia

que te protege mientras exista;

mañanas, que se avivan blancas

hojas sin redactar de un libro,

que no tiene un final previsto,

con empeño de arar los surcos

que ha preparado el destino;

mientras, pupilas asombradas

observas un trayecto distinto:

horizontes de pardos tejados,

manos abiertas que te esperan

y te abren doradas cancelas,

puertas de ansiadas esperanzas

que ayer permanecían dormidas,

colores de otros cielos y mares

repletos de más expectativas.


Manolo Madrid (de "Háganse los mares")


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