jueves, 18 de noviembre de 2010

Mañanitas de domingo




A veces, el corazón se ve obligado a perder sus querencias y recorres una y otra vez el sendero en busca de lo que amabas, como si por hollar más veces la hierba y resbalar más días los ojos sobre el paisaje pudieses recuperar la vida que te daba aliento.

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Mañanitas de domingo







Mañanitas de domingo

que lleváis ligeros mis pasos

para cruzar por el puente

al otro lado del río,

entre chopos y espadañas;

vereda de madrugadas

lavada con el rocío,

que recorre toda la orilla

de aquella isla callada,

donde rumores de agua

me acompañan entre trinos,

hasta llegar a los pinos

donde reposa mi amada.

Espliego que de recuerdo

me traigo luego a la casa,

mirando sólo las sombras

que la bruma difumina,

apareciendo sutiles

desde la mansa corriente,

algunas veces con lluvia

otras con cielo abierto

sacando al Sol desde el Duero

pintando alhucemas de malva;

olores que luego guardo

en un bolsillo escondido,

en un pliegue de mi alma.

Alguna mañana llovía

sobre la helada retama,

pero eran gotas extrañas

que al caer entre mis labios

parecían de agua salada,

por recordar tantas veces

en que ella, dulce mía,

despacio me acariciaba;

después fueron mis huellas

las que dejaron marcada

la senda de tantas idas,

las mañanas de domingo

de festivo las mañanas.

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Manolo Madrid

Del poemario “Soplador de vientos”





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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Miraba la tarde

Todavía laten en mí los influjos de aquella puesta de sol desde la Plaza Mayor de Zamora, un final de estío suave, de gente paseando y terracitas repletas; el sábado cerrándo sus puerta para dejar llegar la noche y los últimos suspiros del día rielando en los alares de los edificios de oriente. Ahora he convertido aquellas estrofas hechas con el corazón y publicadas en abril de este 2010 en octosilabos, que me han parecido más acordes con mi gusto.

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Miraba la tarde

Miraba la tarde amable

desde un confín de la plaza,

la centrada de Zamora

y más devota de San Juan,

una atalaya ganada

de abrazar la anochecida

cualquier redonda mesilla

donde sentar mi coraza;

miraba correr la tarde

tras la iglesia presumida

cual si fuese torrecilla

de un altanero guardián,

dejando brisar aromas,

dejando correr la vida

que se diluye entre gente

de paso tan elegante,

con la libertad prendida

a vuelo de las sonrisas

que parecen desde el cielo

que se llevasen colgadas

gastándola con premura

entre las veladas charlas,

derrochando sin temor

de que sea malgastada;

miraba como se mira

cuando no se teme a nada

dejando saltar mis ojos

en alares de las casas

conjugando entre mis manos

poemas que no me cansan.

Y brotando desde el fondo,

sin pregonar ningún hada,

nublaron ocho campanas,

informando el carillón

que desgranó por las piedras

su cadencia reiterada

asustando a las urracas

que responden enojadas

dejando escapar sus voces

por las ancianas fachadas,

haciendo orfeón con ellas

cigüeñas de cada día;

veía llegar la noche

entre perfumes del río,

un Duero tras las murallas,

un amante que suspira

aromas de tantas tardes,

alientos de tantas noches

que me llenan de misterios

durante todo el estío;

después, miré a los tejados

teñidos de luz dorada,

el beso que deja el Sol

cada vez que ya se marcha,

elogiando los murmullos

y las rimas de poetas

que se quedan sosegados

en las pobladas terrazas.

Manolo Madrid

Del poemario “Frutas de invierno”

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domingo, 14 de noviembre de 2010


De mentiras se hicieron
Tantos fueron los avatares que cambiaron la naturaleza desde sus primeros intantes de vida y tantos fueron los que se aprovecharon de la ignorancia y la ingenuidad de la especie humana que en algún instante dejé que los versos dijesen por mí.
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De mentiras se hicieron

De mentiras y engaños se hicieron caminos,

desde antes de las aguas que rompieron

poblados patrios y separasen la Gondwana,

primero de que se inventasen las razas

y el angustioso poder de la primigenia arcana

adjudicase destinos, rangos y estados

y dividiera ladinamente las palabras.

De mentiras y aranas se forjaron pueblos

dibujando linderos y alambradas, alzando la vista

al cielo para apoderarse del brillo

que cada noche los luceros enviaban,

cada día más alejadas y brumosas las orillas

navegando esquivas las tierras partidas

para evitar la aparición de globales credos.

De mentiras y disfraces se vistieron las gentes,

empujadas por sibilinos, magos y predicadores,

maestros de letanías y evangelios de dioses

de dorada purpurina, becerros falsificados

y eternidades de poderes y patrimonios,

siempre escudados en credos aliñados de fe,

argumentos inventados en un viaje tan estirado.

De mentiras y artificios sometieron linajes,

promesas de cielos y paraísos inventados

en balances contables donde detallar deudas

y avernos de fuego para los descuadres,

balanzas impalpables que llegarán volando

según mienten los funcionarios de iglesias

para poner precio a los sacos de pecados.

Manolo Madrid

Del poemario 'Semillas de aire'


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lunes, 1 de noviembre de 2010

No quiero que me llevéis


Ya han pasado unos cuantos días desde mi última entrada, otros eventos importantes me han sustraído. Mi nuevo libro, "Epístolas desde el tedio", que ha habido que maquetar para producir una reducida tirada de diez ejemplares para mostrar y regalar a amigos; el comienzo de otro nuevo cuyo título me reservo por el momento. Pero ha llegado esta fecha, tan intensa para tantos y para mí tan significativa, por eso dí el nombre de "Fantasías de Halloween" a uno de mis libros. También este día subyuga mis sentimientos y, en ocasiones, han terminado en poemas, uno de los cuales traigo hasta aquí, para vosotros mis pocos seguidores, uno que habla de olvido, Para quien lo entienda.
No quiero que me llevéis

No quiero que me llevéis

flores a la sepultura,

que mis pupilas cerradas,

ya no verán desde dentro

si la mano que las lleva

es la mano temblorosa

de alguna persona amiga.

Tampoco desde la tierra

podré ver los colores

que sus pétalos adornan,

esparciendo por el aire,

perdurando tantas horas,

los aromas que conmueven,

olores que te emocionan.

Y cuando lleguéis de visita,

para llorar por mi ausencia,

hacedlo muy despacito,

que otros que me acompañan

descansan en el silencio

y no deseo les molesten

murmullos del cementerio.

Allí, no recéis rosarios,

que de letanías y oraciones

escuchamos cada día

a todos los que recorren

los pasillos recoletos,

para aliviar sus pecados,

y acallar sus omisiones.

Y no os quedéis mucho rato,

que tampoco es necesario,

que las visitas muy largas

se me hacen muy cansadas

desde que pude apartarme

de la vida que me daban

los que ahora hacen teatro.

Luego, cuando marchéis,

después de haberme llorado,

no dejéis la puerta abierta

y cerradla con cuidado,

que con la luna llena

alguno de los durmientes

por el camino ya ha escapado.

Manolo Madrid

De mi poemario "Preguntando el camino"

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