lunes, 30 de junio de 2025

 

Mesias

 

Diste al tamo tus pasos, entre huellas

de taludes y sendas de mendigos,

calzadas de granito de avezados

y jardines de locos, perturbados;

llevaste las zancadas entre prados,

tupido y verde césped de pajizos

aljófares, regando los sembrados

sin advertir los ojos de testigos

y cruzaste los ríos y serpientes,

sandalias en rastrojos de trigales

y hacer nuevos caminos, ignorar

cunetas y pisadas y mirar

ausentes pensamientos volando por

serrijones, colinas que subir

y convencer, personas e indigentes

para vendar sus ojos con visiones

de Apocalipsis, pérfidos libretos

y fábulas de miedos y castigos

de universales fuegos y suplicios.

No te enuncies Mesías viendo lunas

ni contemplando soles, no te erijas

en ardedor de zarzas, rompedor

de becerros de oro, llovedor

de maná en las desérticas llanuras;

mejor será que vieres y mirases

formas de eludir trampas, artificios

implantados por curias y concilios,

sobornos de intelectos, de fortunas

menguadas donde vivan los nacidos

en tierras de carencias y mermados

frutos; mejor aleja la pobreza,

la malicia, aparta aquellos amos

que fustigan penurias para atar

con cadenas de sucia desventura

a esclavos proletarios, de cabezas

gachas cuando llegase el amo, un dios

que tutelas y escudas sin que increpes

su avaricia y ausencia de razón.

 

Manolo Madrid

domingo, 29 de junio de 2025

 

Incertidumbres

  

Y cayeron de algún cielo,


de un mundo mágico,

las ideas de Dios:

pasos de aromas,

invenciones de color,

los clarines de ángeles al vuelo,

los dolores que avisan en su duelo.

Y de libertad… clamor en mil colores,

de tropezar... caminos y esquinazos,

de oler... aquellos campos,

amapolas y margaritas,

pétalos de rosas de pitiminí,

nubes de blancor y seda de piel,

lomas de la vida

para trepar con pies austeros,

botas…

urdidas en silencio,

para huir de trampas religiosas,

sin mirar…

cual figura de sal y frente alzada

dispuesta a Sol y Luna…

otras trochas que navegar

en aguas sin fortuna.

Y mares sombríos,

lagos de penurias

y recuerdos amargos que encontrar

para llevar contables sumas:

faltas y pecados,

amores y desventuras,

inciertos al final.

 

Manolo Madrid

viernes, 27 de junio de 2025

 

Yo quise ser vagabundo

Segundo premio certamen Torrejón de Ardoz,

16 de marzo, 2016

 Asociación Cultural Caminos

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Deambular en la quimera de una vida sin techar,

sin sujeciones que te aten,

con el sendero apuntando hacia la loma

donde se esconde el sol,

con el telón de las estrellas

que giran en tu universo inquietante,

pero deseado;

dispuesto a caer en cualquier lugar

donde un ciprés te anuncie

una cama para la eternidad,

un zurrón de ningún manjar

y vistas al espacio sideral.

Inspirado en la música del film “La ciudad sin ley”.

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Yo quise haber nacido en el recodo

de un camino. Nacido bajo cielos

de estrellas bien curtidos y poniente

soplando espigas tiesas, que cantasen

de noche con susurros y gemidos.

Y caminar mirando algún futuro,

explorando mi sueño, que con suerte

nunca hallaré cumplido; mi deseo

más vehemente: hacer camino largo,

pasear bajo el cielo, despedir

a la gente mirando siempre al rostro;

montes en mis pupilas y, en mis cejas,

la lluvia que cayese de torrentes.

Nunca quise tener casa, un hogar

que me tuviese, ya me tengo solo

para aliviar las penas con el musgo

de las piedras. Calmar hambre y la sed

en arroyos, maizales y trigueros

que han corrido los vientos caminantes

y han dormido entre barros y zarzales;

dejadme que persiga blancas garzas,

grises tordos, torcaces que se elevan

encima de los cauces y recorren

nubes sin tropezarse, gritos tercos

en muriendo las tardes y gorriones

que se columpian cultos de los aires.

Y entre nieves y barros romper huellas

que dejaron algunos más urgidos.

No deseo encontrar choza ni techo

que me aliente a quedarme protegido.

Quiero ver horizontes, quiero oler

mi destino enredado entre cipreses

que bordean suspiros y murmullos

que se fueron sin quejas de este mundo.

Y sin que nadie encierre mis atajos,

quiero que me etiqueten vagabundo

y volar como grajos y escalar

como gavinas, déjenme ser mar

que se mece y bandea libremente.

Entonces navegar como goleta

o bajel de cañones atestado

y dejar en mis palos descansar

las gaviotas que gritan ¡tierra, tierra!

Y echar de nuevo pasos al camino

en busca de mi suerte y el hatillo

con pan y vino, pan de trigo ajado

en cunetas y vino, tibio al sol

o frío al cierzo, viento que me empuja

cuando subo rendido, mendigándole

un paso más, un día más errante,

otro instante mirando el universo

como ojeador de estrellas ambulante.

 

Manolo Madrid

 

jueves, 26 de junio de 2025

 


Me encontré con un alma

 

Me impactó el olvido de aquel

que fue un desconocido

en algún terrible accidente,

donde quedaron cuerpos

de quienes no fueron reclamados

por deudos ni familiares,

tampoco por algún amigo;

luego fueron dados a la tierra

en algún camposanto perdido,

en algún pueblo triste,

uno que le nació como un grano

a una carretera en algún arcén.

Y el alma del penado

quizá vague entre los hierros calcinados

o los campos dormidos

o los trigos abandonados.

___________________________

 

Me encontré con el alma de un viajero,

entre olas de raíles y montones

de acero; rodaduras alargadas

y horizontes de fuego. Un envoltorio

escondido entre maulas de señoras

y abultados petates de atildados

caballeros. Brillantes las pupilas

me observó con recelo, sin moverse

de la sombra, temblando como un viejo.

¿Quién eres?, pregunté sin conocerle,

¿de dónde vienes?, dije sin creerme

las señas penetrantes de su imagen,

el aura palpitante de su albedo.

Soy vagabundo, nómada, velero

que transita caminos de crucero,

soy pecador del mundo que no quiero,

soy uno que quedó sin ir al cielo

y tampoco iré al infierno; rechacé

el limbo al no creerlo verdadero,

ni de Dios, ni lugar para acomodo

de mi abatido cuerpo, que olvidé

días atrás cerrado en el barniz

de aquel cofre, en el medio del estruendo;

alargada avenida de cualquier

cementerio, una lápida sin nombre

para acoger visitas las solanas

de las tardes del invierno, de mañanas

de domingo y noviembres de los muertos.

 

Manolo Madrid

miércoles, 25 de junio de 2025

 

Mis fantasmas

 

Son tus fantasmas, los de cada noche:

los recuerdos, los reproches,

lo que dejaste y lo que hiciste

cerrando los ojos para no mirar

y no sentir.

Tantas vidas se viven en una,

tantos cielos volaron en uno

y tantos sueños se agolparon

en tu almohada

que te revuelves y te agitas

en el dormitar sobre la cama.

Y al final de cada noche,

en cada madrugada,

decidiste que nunca darías

más pasos en el camino

que te llenó de pesos y de llagas el alma.

_______________________________

Ya volvieron mis fantasmas,

intangibles en mi noche,

ya volvieron con sus gritos,

ya volvieron con sus voces.

Y cuando ruedan sus bolas

arrastrando las cadenas

se me revuelve la sangre

y se me atascan las venas

y me vienen los recuerdos

de vigilias que murieron

en pasajes de la vida

y en senderos de mis duelos.

Y no deseo más días

y no quiero más mentiras,

lo que se fue de mis manos

fue de mis manos vacías,

que sin haberlo tenido

se marchó porque quería,

que no se fue de mis ganas

que no lo quise en mi vida;

haz que las sombras se vayan

como se fueron amores,

como se fueron los besos,

aquellos que perseguía.

Y cuando llega la noche,

y me persiguen las doce

campanadas de misterio,

anuncio de predadores

entre pasillos de sombra,

quisiera sentir lo mismo

que resuena por el día,

porque no quiero quimeras,

ni espectros de compasiones,

ni visiones de espantajos

o sombras de apariciones,

no deseo que me quieran

las nuevas apariciones;

deja que mis manos pierdan

la memoria de otras quedas

y los demonios ocultos

detrás de viejos recuerdos,

haz que se vayan volando

tras los dueños insepultos,

que son duendes y visiones

que me duelen y me dañan

sin traer más ilusiones,

sin que mis manos se cierren

por no atar otros amores.

 

Manolo Madrid

 

 

 

 

martes, 24 de junio de 2025

 

En memoria de un jilguero

 

Es sólo un pequeño puñado de plumas

desde donde nace el canto que le da aliento

y te acompaña, es sólo un jilguero

o puede que un gato o un perro,

quizá un ratoncillo travieso;

pero es el compañero que te ayuda

en el camino de la vida,

en la soledad de tu universo.

Y cuando un día se va,

o se lo lleva el viento, te duele

y dejas salir una lágrima en silencio,

por un puñado de plumas

que cantando te esperaba

en el rubor de la tarde

y el rosicler de la mañana.

______________________________

 

 

Déjalo que aúlle y sople,

deja que alborote el viento

y que silbe en mis oídos

mientras reposo mi cuerpo

y miro agitar las hojas

en higueras de mi injerto;

y pasarán, sin hacer

parada, esponjadas nubes

blancas, que se me llevaron

de alborada ideas locas

de irme a mirar universos

y escudriñar los paisajes

que pretendí saber nuevos,

en busca de mi mascota,

en busca de mi jilguero.

Deja que siga silbando,

que mis ojos no me duelen

por mirar, tras los cristales,

correr los pétalos sacados

de las rosas que agonizan

porque anda cerca el invierno

y las hojuelas de las petunias

que van perdiendo el aroma

mientras tropiezan calladas

con hermanas amarillas

que dormían en el suelo

desde que sopló aquel cierzo,

la tarde de la tormenta,

que se llevó egoísta

de la ventana a mi amigo

 y me dejó sin jilguero,

en triste silencio, triste

y aquella su jaula, rota,

desperdigada en el huerto.

 

 

Manolo Madrid

lunes, 23 de junio de 2025

 


Ella
 

Ella se fue inocente, su carita mirando serena,

 de ojos grandes y mirada clara,

su pregunta volando libre,

un luto incierto entre un dolor

Pero no pudo ser.

Quizá no hubo un Dios que se acordase

de poner un ángel de la guarda

que cuidase de ella y,

apenas unos instantes en el Cosmos,

ella se marchó.

No se sabe bien a qué estrella fue.

__________________

 

Ella se fue sin culpa…

con su sonrisa clara,

plácida en luz celeste,

de mirada con ojos

grandes, ojos de nubes

largas, las nubecillas

de hilos, hilos de seda

china y telas de araña,

urdidas con las manitas

que las cosen y las anudan

como si fuesen gasas;

ella se fue sin nada,

libre para buscar

preguntas de mil gavinas

y revuelos en el cielo,

danzas de libre vuelo

y dilemas que aletean,

golondrinas entre sollozos

y lances entre mis duelos,

duelos que no alcanzaban

el cielo de mis anhelos;

ella se fue tranquila

cierta bruna mañana,

ella se fue con ganas

para escurrir los surcos

de agua sobre mi cara,

triste de abandonar

entre mis manos secas

su florecida vida;

florecilla que se abre,

su alma recién llegada.

 

 Manolo Madrid

sábado, 21 de junio de 2025

 

¡Ay, Ay!

 

 

Se cambia, y se olvidan las alas de ángel,

del niño que fuiste,

de inocencia de plumier de escuela.

Después te grita cada noche la conciencia

y olvidas que debes mirar

el celeste firmamento cuando llueve,

en la oscuridad,

en el silencio de tus voces

mientras la lluvia limpia tus pupilas

para que surja de tus labios la sonrisa

y respires hondo el aroma

que baña los parques

y los jardines de cada día.

 

 

¡Ay!, que se te lleva el aire

las alas de niño bueno,

las risas que te adornaban,

ojos de mirar sereno

que tu carita guardaba;

¡ay!, qué blanca es tu memoria

tan lejos de ver los tiempos,

qué dulces los frutos rojos

que brotan del pensamiento,

que siente las flores lilas

de olor que trasplanta el viento;

¡ay!, cuántos puños de granos

han de juntarse en el suelo

para llenar un desierto

y las huellas que se borran

porque lo sepamos cierto;

¡ay!, las gotas de los mares

alborotadas a veces

cuando sopla fuerte el cierzo

y suelta las tempestades

para ocultar a los peces

de barcas que llevan redes.

 

Pero en las tardes de lluvia…

sube los ojos al cielo,

porque lavarán tus penas

de agua sedosas gotas,

lágrimas peregrinas

y secarán tus pestañas

soplidos de suaves plumas,

batir de golondrinas

que llegarán de madrugada;

olvida tus labios prietos

avaros de tu sonrisa,

grilletes de pensamientos

que tus historias cubrieron

con espinas de zarzales

y pieles de mil ortigas;

deja que muera la tarde

sobre los bancos del parque,

pelo alborotado al viento,

manos sinceras al sol

que se filtra entre las hojas

y al olor de los rosales

que permanecen despiertos.

 

Manolo Madrid

 

 

 

viernes, 20 de junio de 2025

 

ATOCHA: Monumento al 11M

 

Te busqué.

Deslicé mis ojos en la bóveda sin hallar

y sin hallar nada incidí,

curvada memoria,

arqueada historia y retorcida inquietud

y sólo vi destellos

que la esfera mostraba. Los silencios

de voces y los gritos, los gemidos

de las vidas perdidas,

las heridas,

rabia en extravagante amanecida;

entonces desde mis ojos acaricié la cúpula,

dibujé la semiesfera con los brillos,

lemas y promesas,

con versos y poemas;

y los recuerdos de las savias,

de la sangre de tantos…

y las flores…

y las velas en foscos pavimentos,

en Madrid,

en Atocha,

punto de partida y paraje de llegada.

Un desengaño, una negra trocha perdida,

un futuro elegido sin cosechas

que se rompió empujado por tanta ira

y se rompió empujado por tanta saña,

por la violencia, el frenesí de la rabia,

quemado por esa mano agazapada que destroza,

esa mano que mata y que asesina,

esa mano,

que arranca hijos y rompe familias

y rasga los ojos del pueblo

que ha borrado la risa que nos habla

y de sus iris ha secado ilusiones,

cambiándolas por lágrimas;

luego volví la cara y esa cripta,

una tapada,

bajo el tráfico de la vida que sigue,

desenterró sollozos que aparecieron

desde la nada,

ocultos en el alma… en mi alma.

Y algo pintó obstinado un manantial en aire,

sin dejarme leer nombres,

sin dejarme ver cifras de sumisos,

tantas víctimas sacrificadas

para que ningún dios

¡de nadie! rece.

Y miré el azul intenso de las paredes,

miré el eco vacío,

luz que distorsionaba el falso techo,

frases de familias,

¡que lloraron!,

gemidos de gente

que ¡jamás! tuvo culpa alguna,

ofertas de otro mundo preferible,

pensamientos insumisos…

y lloré,

lloré…

sin que nadie en la mañana brusca,

instante de eventual calle,

conociese las temblorosas espinas incrustadas.

Y mis versos

y mis quejas en palabras

y en mi garganta

y en mis manos asustadas,

temblaron,

dejando volar mis dedos sobre nombres,

¡vanas esperanzas!

vano intento por ver

si pudiera devolverles el alma,

devolverles la vida,

a quienes fueron anónimas risas,

que, en nueva primavera, se rompieron,

en Atocha,

aquel once de un marzo,

que no fue un día cualquiera,

pero, en sus pupilas, un espejo roto para siempre,

disipadas crónicas,

el derroche de tantos que con ojos apretados

llorarán cada día que no olvidan

y no quieren que fuere así su vida.

 

Manolo Madrid

miércoles, 18 de junio de 2025

 

Nueve meses

 

Nueve meses ensanchan la esperanza

de tu vientre, cual fuese un olivar

que reverdece en hojas que amparasen

verdes olivas, brunas y morenas,

que cualquier madrugada cierta al alba

se van a descolgar y al retoñar,

con los ojos de asombro, habrá nacido,

mirando la olivera madre, oliva

leyendo su mirada maternal,

criatura que amanece de simiente

y el amor de mujer que se consagra

al padre que desea perpetuar.

Y de tu talle prieto, tal prodigio

acecha, vida tal que el sol de día,

ni la luna creciente de pleamar,

podrían impedir la amanecida

cuando la flor se escinda enrojecida,

para dejarnos ver la nueva savia

que la futura fábula contase

y aceptar entre gritos y suspiros,

mientras que tú descansas en tu pecho

la tersura entre besos del nacido,

sin palabras, sin lágrimas, sonriente

del don que la alargada circunstancia,

dolor de madrugada, ha merecido.

 

 

Manolo Madrid

martes, 17 de junio de 2025

 

Arenas pardas

Los rencores que anidan y se amontonan en la memoria sin que se puedan borrar, semejan un

 un día como pardas arenas de un desierto sin fin, un infinito que no está vacío porque 

las las culpas que te arañaron quedaron amontonadas sin viento que las llevase a otro confín.

 

 Y del perdón y el olvido,

absolución;

y te dejarás dormido en el camino,

entre breñas y parloteo de los grillos,

mientras piensas,

mientras te escondes y palpitas en el hielo que traen los días,

una herencia escasa que termina

al emerger el alba que serena las ideas,

abate la cólera fría,

vence la ira, la saña,

la bilis y el frenesí que te acometía,

que impidió aquel sopor en que dormías

hasta el albor,

rutilante de reflejos,

que hizo que te aprehenda entre chillidos

que no deseaban tu alma en paz,

una esencia que escapa de noche,

hasta el parto de alborada

que tú miraste con ojos de ver nada

y pupilas que cerrabas ignorante de vetustas astillas,

justas y viejas rencillas

y olvidaste los cometas por el aire,

tantos días de alas que se fueron,

tantos incendios dibujando tus recuerdos.

 

Y en la aurora parece que navegan golondrinas,

copetudas oscuras que se alejan

con cada nuevo lucero que titila un poco más

y engaña el largo vuelo de la noche,

que muere sin olvido, sin aleteos de paz que regala el día

y cubren tus pupilas de nostalgia,

al brillo de un nuevo sol para olvidar

y una muerte de vieja Luna al despertar.

Del perdón y el olvido,

florecidas plantas en tierras yermas

y desiertos de cegadora luz,

abrasadoras arenas que no quedan quietas,

pálidos granos que susurran cuando el viento

mueve las pardas viajeras de duna en duna,

agita el cristal de roca derretida,

cuarteada y molida

en fina trama, más que hormigas,

fina esencia como el dolor,

sutil como memoria que aparece

y nace en tiempo indiferente,

lapso indisoluble cuando llueve,

aura que se enmohece bajo almohada

de arduos sentimientos que prosperan

como si fuesen trepadoras margaritas blancas

y ortigas negras

o cardos rojos de paisaje infortunado.

 

Del olvido y del perdón,

frutos secos nacidos cual semillas entre trigos

o mijos que espigaron verdes

por pintar de amarillo pajizo campos yermos

o yerbas que aderezasen jergones

echados entre trigales,

por estrellar luceros en ojos,

hasta olvidar agravios y sentencias de dolores

que lavar con gotas de rocío

y más, lluvias torrenciales, las ofensas

y que perdonen las miserias escondidas

que llegaron, ocupas del alma serena,

luceros y soles ardiendo

volando y paciendo en firmamento de la memoria,

lucero al que nacieron manos blancas

y boca para gritar tantas palabras

que abrigar no querías en tu casa.

 


Manolo Madrid

lunes, 16 de junio de 2025

 

El calendario
 

Hoy abrí el calendario

y observé con tristeza

que ya termina el año.

Y se fueron muriendo lentamente

sus hojas numeradas,

sus tamujas comentadas,

sin que me diesen ganas de volver

a revivir la vida que pasaba,

sin que me hicieran daño tantas horas,

horas de segundero inacabable,

horas de estirados minutos

y tantos días

y meses que cayeron,

como caían brozas de la acacia

donde apoyé las manos,

donde clavé las uñas

en el crepúsculo absurdo

en que perdí tus labios,

labios de mis desvelos,

labios de tus besos,

besos de mis amores, de tus recelos,

la noche larga,

la noche triste que tus caricias

se me perdieron;

labios de nostalgia escribió un lapicero,

en una hoja de un helado enero

o cualquier mes donde perdí tu boca

y sin decirlo,

sin comentarlo…

casi sin saberlo,

quedó un: ¡te espero!,

verbo que cambió el presente del tiempo

por un futuro imperfecto.

 

Y cerré mi calendario,

mi repertorio,

efemérides de mi anuario,

sin apuntar de nuevo,

cual fuese una caja de muerto,

cual fuese agenda

de días en un desierto.

Y quise aún pasar mis dedos

y ellos despacio, a la larga,

recorrieron suspicaces y adivinos,

nigromantes, las hojas indagando,

buscando aquel instante,

aquel minuto en el cuaderno,

buscando la fecha,

por si hubiera confundido

y hubiera sido incierto aquel suceso.

Luego dormí mi cara y aguanté

mis ojos de pestañas agotadas

para borrar recuerdos,

resonancias

anotadas aquella atardecida,

de un enero,

de minutos estirados

que discurrieron,

volando con sus tardes,

volando con el alba

 en que yo te desespero.

 

Manolo Madrid

domingo, 15 de junio de 2025

 

Tus silencios

 

Eternidades leves esos tus silencios,

remolinos inquietos de tu alma

que seducen misterios,

pensamientos,

enmudecidos entre lapsos,

pensamientos de aire,

salvedades que surgen en el tiempo

o extravagantes frases sin vocales

y te quedaste tú dentro,

quedaste en silencio como si en desamor

dormido hubieses tu epicentro,

melena rubia al viento;

hebras inquietas cubren el soporte

de tus pasiones,

de tus deseos,

como tus desiertos,

momentos que te gritan desde dentro,

instantes que descubren tus verdades

y descubren tus miedos.

Y ellas, tus verdades, entre huracanes, aparecen,

silbando enloquecidas,

edificios de ciudades conocidas,

son palomas llevando en alas

signos y señales

de ideas que llegaron mucho antes;

mar de tus ojos verdes,

de tus ojos mar inquieto,

mar que lame playas,

lánguidas riberas infinitas

de algún descubrimiento.

Y silencios que te envuelven reposada,

silencios de ensimismada,

como terraza de petunias inundada

y declinando a un lado tu universo

donde olvidar desconciertos,

olvidar desamores

y que ajenas resbalen las miradas indagando,

malévolas, críticas,

pidiendo tus motivos, largo bosque

de preguntas que tú ignoras callada,

sin ver el universo que te envuelve.

Sigilos de ti misma para ser fiel esclava,

sumisa de ocultos que guardabas

en pliegues de tu pecho,

tu coraza,

armadura para oídos, para ojos, para intrusos,

para cuidar de gentes los misterios

y querencias de extraños sentimientos.

Deseos, para dar tregua y sentar

aquello de penar,

hojas que trae el viento,

variedad para lo nuevo.

Esas ternuras, tantas sin nacer,

noticias pinceladas de un paisaje

que asombra

y fascina al firmamento que se mueve

y espera descubrir aquello abstruso,

tu suspiro ardiente, tu beso descubierto

que se llevó tu leve desconcierto.

Y tus silencios cubren

y tus silencios te guardan

y cortinas de humo borran tus palabras,

verbos que decir ni escuchar en papel quieres.

Parece que te cierras en la nada

y en ti resbalan ciertas las miradas,

ojos que te arrinconan,

¡qué callada está la Luna,

esa cara amarilla que tu tristeza descifra

hasta llegar el alba!, que silenciosa marcha

y deja tus verdes esmeraldas inquietas

tras un velo de pestañas,

para ocultar las pizcas de lluvia

que arrastra tus silencios,

las heridas por no haber escuchado los cortejos

que, en la tarde de ayer,

antes de nacer, tú te esperabas.

 

Manolo Madrid

viernes, 13 de junio de 2025

 

Quizá te impacientaste

 

De mi poemario “Viajar con lo puesto”

A raíz del accidente del Avía en Galicia.

  Al viajero que sube a un tren sin retorno, a esa impaciencia que le acosa en un andén en el que espera la llegada de su destino, al paisaje que le acompaña en esos últimos instantes; esos raíles que se alejan hasta juntarse en uno, sin posibilidad de divergir.

 Quizá te impacientaste aquella tarde

que mirabas alejado,

deseando que el destino llegara y se parase;

andén que tapizaste de tus pasos y tus ojos llenándose de tiempo,

saetas sobre campo torneado,

camino blanco para dar contraste,

agujas en negro,

raíles de brillante y largo acero

donde el sol se refleja con la Luna

que reluce en la noche esmerilada,

rieles que no se juntan y te mienten

en una idealizada perspectiva

de campana de bronce que avisara

para que el nominado se perdiese alejado del tren,

perdiendo el viaje;

y la maleta inerme,

anonimato sin que importen ropajes ni regalos,

esas bisuterías de otro lado,

de la vida menguada que no valen.

Y después los temblores,

herrajes que ruedan tronando… y suenan

y las caras se vierten curiosas en cristales

y te miran sin darte consejos

para que olvides la utopía de tu viaje

y dejases tus pies quietos, pegados

y guardases vigilante la estación,

haciéndole defensa al equipaje

que quizás ya lo sabe

y lo intuye

y no desea el traslado oscuro en tarde aciaga,

pero ¿tú lo sabes?,

¿o no supiste el número de tu viaje?,

el último que dieron, el final del taquillaje:

de ida sin regreso,

angosto viaje

que quizá debiste rechazar.

Un peregrino nuevo, pensarían rostros del pasaje,

vecinos, destinos en igual pasaje,

algunos ignorando tan larga longitud,

camino que se hiende tan indocto

de prolijas y nimias cosas,

ritos,

valijas consignadas por los hados,

traviesas del sendero,

los encajes para bordar el velo de ojos con etéreos,

con ajenos pensamientos que no serían profetas,

ni videntes.

¿Dejaste ir ese tren?,

y dejarías romper en blancas playas de tu vida

un oleaje de cosas anodinas,

si escuchases venir y gritar al aire reflexiones,

que nunca llegarían a mostrar las verdades que dijeron

y que tú no sabías:

versos,

voces de aviso,

gritos para que hoy no viajes.

Y paseas tu impaciencia

y confías que murmure el rumor de tu destino

rodando veloz,

rodando con coraje

y así llevarte equivocado junto a tu atalaje;

andén arriba y pasos descansados

andén abajo y miras el tejado

y vas contando perlas del balasto,

maculadas losetas

que sujetan el destino de tu paso.

 

Manolo Madrid

miércoles, 11 de junio de 2025

 

Renacer cada día

 

Iniciar de nuevo el sendero,

mirar otra vez el viejo día

sin olvidar el aire de siempre,

queriendo apartar su aroma,

conociendo que a la espalda

llevamos pegado el peso

de las culpas y resbalones

que brotaron de simientes

que arrojamos al lindero

y que serán añejos pasos

que repetirán la historia

en el sorpresivo universo,

con ojos que ayer nos vieron

de viejos colores teñidos;

y dejar maulas y equipajes

consignadas en otra vida,

valijas de ilusión repletas

en baúl de vieja madera

donde archivar decepciones,

estorbos para el viaje:

extraños ojos del alma

desgarrones de tu inocencia,

enganchados en una arista

que no deseas dejar,

tu herencia.

Y te sacudes de encima trizas

para dar brillo a tu coraza

forjada de arcaica experiencia

que te guarda mientras vives;

mañanitas que brincan,

blancas hojas de libro sin redactar

que no tienen previsto final,

un empeño en arar los surcos

que el destino nos preparó

mientras abres tus pupilas

observando rutas distintas:

tejas pardas sobre paisajes,

esperanza de abiertas manos

que asirán doradas cancelas

o ilusiones con puertas francas

que estuvieron ayer dormidas

en colores de mar y cielo

aún repletas de expectativas.

 


Manolo Madrid

martes, 10 de junio de 2025

 

Cada día

 

Y cada día se estira cuesta arriba,

se vuelven pesados los pasos

y viscosa goma

la suela de tus zapatos;

untuosas allí dejan las huellas

sobre el tamo de la vida

mientras tiendes la mano…

ávida y ansiosa,

voraz y mendiga.

Y pones ojos de lástima

y la voz meliflua

para suplicar la dádiva,

pedir la limosna, el billete de ida,

porque no quieres que el sol te tueste

recostado en aquella esquina,

ni que te miren

de lástima,

ojos de niño,

dándote con sonrisas un año de cariño,

ni de ninguna mujer,

ninguna que te pueda mirar sin saber

que el temblor de tus dedos

no espera ningún dinero,

ni espera un amor,

traído en flechazo de arquero,

sólo un billete de ida…

Y persisto y persevero…

y espero,

para emerger al camino

en autobús que no regrese

y nunca, jamás,

lleve equipaje que no necesite nadie,

algún bagaje de tu vida…

y que tú no esperas… a ninguno,

si es que alguien te pregunta

perruno…

 


Manolo Madrid

lunes, 9 de junio de 2025

 

Del tiempo

 

Del tiempo, ¿lo comentamos?,

los minutos y segundos

que cruzan sobre dolores

y luego los van borrando…

¿Tiene el tiempo propiedades

como la mano de un santo?

¡Ay como duelen los celos,

los amores terminados...!

Deja que cabalgue el tiempo,

deja que corra el caballo

y que cruce sobre el puente

sin que mires hacia abajo...

y el tiempo lo borra todo

sin dejarse nada a un lado...

¡Ábreme la puerta, corre!,

no pierdas segundos tristes

que muchos suman un año...

Mami... me ha dolido el brazo

y el tiempo me lo ha curado.

Mami… me dejó mi amante

y el tiempo ya lo ha olvidado...

Del tiempo, ¿lo comentamos?,

las horas tan rezagadas

curan y olvidan los amores…

del alma pura…

y los ardores de taberna

que corrieron

cada noche y se marcharon

por el día; las semanas,

los meses, te resucitan

y alivian la travesía.

Del tiempo, ¿lo comentamos?

Entonces pregunté al tiempo:

¿Cómo alivio mi dolor?:

— ¡Tú, déjame caminar!

… el tiempo me respondió.

 

Manolo Madrid

sábado, 7 de junio de 2025

 

No mires a los lados

 

Pero me abstraigo en el camino,

ojos que se llevan zuritas que vuelan,

las torcaces que transitan

alborotadas por el Sol que se va y se pone,

y cruzan embobadas la carretera ámbar,

asfalto amarillo y deslumbrante mientras huyes

con tus manos al volante y regalas la vida

a la tórtola perdida, paloma que atraviesa

ante tu propia huida;

deja que pase el campo

y se aleje a los lados

y tú, conduce,

mira al frente,

olvida los flancos,

son barbechos pardos,

son eriales y tierras de secano, para que

salten de cunetas pájaros apresurados

y tú, marcha y olvida, no mires a los lados,

quizá salte una gaya buscando nido o casa,

pareja que cuide patria;

al abrigo... pichones escondidos.

 

No mires a los lados ni oigas los ruidos

y las manos al volante, ojos fijos

al dorado sol pintando valles, olivos,

la curva que reduce tu marcha de sigilo;

no mires a los lados y deja el lecho abierto

para otro destino,

para más mendigos,

pobres de amor,

perdidos de la vida que saltan raudos

al camino. Pero tú... tus manos al volante

y no mires a los lados, deja que corran

los campos, deja que salten las perdices, deja

que salten a los lados y no mires, olvida...

deja que pasen los eriales, las lomas, prados,

y llegue la Luna que sirve para pintar

iguales las cunetas, las torcaces, y la huida

que te lleva tan largo, y no mires a los lados.

 


Manolo Madrid

viernes, 6 de junio de 2025

 


Aniversarios

 

Y llegaron las fechas

como alondras en vuelo,

sutiles se posaron en tu mano;

son besos transparentes,

labios secos que no se esperan,

pétalos de jacinto

o de lilas en la sombra,

algo distinto

donde trepan campánulas,

enredadas hiedras,

rojas bocas de virgen parra,

ramas hermanas,

con el viento de otoño

agitando las hojuelas,

brozuelas que se arrancaron,

algo que se agarra,

vuelo de aniversarios.

 

Y no quieres dejarlos entrar,

que duelen largo,

son emisarios

que se olvidaron en otras tapias

de color blanco,

otros ríos que fueron

poco a poco secando.

 

Cómo mira esa sombra,

que nunca hubo pasado del rellano

y el timbre de tu puerta… apagado,

que no estaba hecho

para entretener tu cansancio,

tampoco era un hermano,

y te quedas parado,

atando tus ojos gachos

que contemplan la alfombra

donde se callan tus pasos

y donde el contraluz juega

con antiguos cuadros.

Pero tú no deseas aniversarios,

santos,

cumpleaños,

regalos para días caídos,

rotos de calendarios

con los domingos rojos pintados a un lado,

otra mentira de tardes largas

donde dormir más siestas abandonado.

 

Manolo Madrid