martes, 24 de junio de 2025

 

En memoria de un jilguero

 

Es sólo un pequeño puñado de plumas

desde donde nace el canto que le da aliento

y te acompaña, es sólo un jilguero

o puede que un gato o un perro,

quizá un ratoncillo travieso;

pero es el compañero que te ayuda

en el camino de la vida,

en la soledad de tu universo.

Y cuando un día se va,

o se lo lleva el viento, te duele

y dejas salir una lágrima en silencio,

por un puñado de plumas

que cantando te esperaba

en el rubor de la tarde

y el rosicler de la mañana.

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Déjalo que aúlle y sople,

deja que alborote el viento

y que silbe en mis oídos

mientras reposo mi cuerpo

y miro agitar las hojas

en higueras de mi injerto;

y pasarán, sin hacer

parada, esponjadas nubes

blancas, que se me llevaron

de alborada ideas locas

de irme a mirar universos

y escudriñar los paisajes

que pretendí saber nuevos,

en busca de mi mascota,

en busca de mi jilguero.

Deja que siga silbando,

que mis ojos no me duelen

por mirar, tras los cristales,

correr los pétalos sacados

de las rosas que agonizan

porque anda cerca el invierno

y las hojuelas de las petunias

que van perdiendo el aroma

mientras tropiezan calladas

con hermanas amarillas

que dormían en el suelo

desde que sopló aquel cierzo,

la tarde de la tormenta,

que se llevó egoísta

de la ventana a mi amigo

 y me dejó sin jilguero,

en triste silencio, triste

y aquella su jaula, rota,

desperdigada en el huerto.

 

 

Manolo Madrid

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