domingo, 15 de junio de 2025

 

Tus silencios

 

Eternidades leves esos tus silencios,

remolinos inquietos de tu alma

que seducen misterios,

pensamientos,

enmudecidos entre lapsos,

pensamientos de aire,

salvedades que surgen en el tiempo

o extravagantes frases sin vocales

y te quedaste tú dentro,

quedaste en silencio como si en desamor

dormido hubieses tu epicentro,

melena rubia al viento;

hebras inquietas cubren el soporte

de tus pasiones,

de tus deseos,

como tus desiertos,

momentos que te gritan desde dentro,

instantes que descubren tus verdades

y descubren tus miedos.

Y ellas, tus verdades, entre huracanes, aparecen,

silbando enloquecidas,

edificios de ciudades conocidas,

son palomas llevando en alas

signos y señales

de ideas que llegaron mucho antes;

mar de tus ojos verdes,

de tus ojos mar inquieto,

mar que lame playas,

lánguidas riberas infinitas

de algún descubrimiento.

Y silencios que te envuelven reposada,

silencios de ensimismada,

como terraza de petunias inundada

y declinando a un lado tu universo

donde olvidar desconciertos,

olvidar desamores

y que ajenas resbalen las miradas indagando,

malévolas, críticas,

pidiendo tus motivos, largo bosque

de preguntas que tú ignoras callada,

sin ver el universo que te envuelve.

Sigilos de ti misma para ser fiel esclava,

sumisa de ocultos que guardabas

en pliegues de tu pecho,

tu coraza,

armadura para oídos, para ojos, para intrusos,

para cuidar de gentes los misterios

y querencias de extraños sentimientos.

Deseos, para dar tregua y sentar

aquello de penar,

hojas que trae el viento,

variedad para lo nuevo.

Esas ternuras, tantas sin nacer,

noticias pinceladas de un paisaje

que asombra

y fascina al firmamento que se mueve

y espera descubrir aquello abstruso,

tu suspiro ardiente, tu beso descubierto

que se llevó tu leve desconcierto.

Y tus silencios cubren

y tus silencios te guardan

y cortinas de humo borran tus palabras,

verbos que decir ni escuchar en papel quieres.

Parece que te cierras en la nada

y en ti resbalan ciertas las miradas,

ojos que te arrinconan,

¡qué callada está la Luna,

esa cara amarilla que tu tristeza descifra

hasta llegar el alba!, que silenciosa marcha

y deja tus verdes esmeraldas inquietas

tras un velo de pestañas,

para ocultar las pizcas de lluvia

que arrastra tus silencios,

las heridas por no haber escuchado los cortejos

que, en la tarde de ayer,

antes de nacer, tú te esperabas.

 

Manolo Madrid

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