viernes, 13 de junio de 2025

 

Quizá te impacientaste

 

De mi poemario “Viajar con lo puesto”

A raíz del accidente del Avía en Galicia.

  Al viajero que sube a un tren sin retorno, a esa impaciencia que le acosa en un andén en el que espera la llegada de su destino, al paisaje que le acompaña en esos últimos instantes; esos raíles que se alejan hasta juntarse en uno, sin posibilidad de divergir.

 Quizá te impacientaste aquella tarde

que mirabas alejado,

deseando que el destino llegara y se parase;

andén que tapizaste de tus pasos y tus ojos llenándose de tiempo,

saetas sobre campo torneado,

camino blanco para dar contraste,

agujas en negro,

raíles de brillante y largo acero

donde el sol se refleja con la Luna

que reluce en la noche esmerilada,

rieles que no se juntan y te mienten

en una idealizada perspectiva

de campana de bronce que avisara

para que el nominado se perdiese alejado del tren,

perdiendo el viaje;

y la maleta inerme,

anonimato sin que importen ropajes ni regalos,

esas bisuterías de otro lado,

de la vida menguada que no valen.

Y después los temblores,

herrajes que ruedan tronando… y suenan

y las caras se vierten curiosas en cristales

y te miran sin darte consejos

para que olvides la utopía de tu viaje

y dejases tus pies quietos, pegados

y guardases vigilante la estación,

haciéndole defensa al equipaje

que quizás ya lo sabe

y lo intuye

y no desea el traslado oscuro en tarde aciaga,

pero ¿tú lo sabes?,

¿o no supiste el número de tu viaje?,

el último que dieron, el final del taquillaje:

de ida sin regreso,

angosto viaje

que quizá debiste rechazar.

Un peregrino nuevo, pensarían rostros del pasaje,

vecinos, destinos en igual pasaje,

algunos ignorando tan larga longitud,

camino que se hiende tan indocto

de prolijas y nimias cosas,

ritos,

valijas consignadas por los hados,

traviesas del sendero,

los encajes para bordar el velo de ojos con etéreos,

con ajenos pensamientos que no serían profetas,

ni videntes.

¿Dejaste ir ese tren?,

y dejarías romper en blancas playas de tu vida

un oleaje de cosas anodinas,

si escuchases venir y gritar al aire reflexiones,

que nunca llegarían a mostrar las verdades que dijeron

y que tú no sabías:

versos,

voces de aviso,

gritos para que hoy no viajes.

Y paseas tu impaciencia

y confías que murmure el rumor de tu destino

rodando veloz,

rodando con coraje

y así llevarte equivocado junto a tu atalaje;

andén arriba y pasos descansados

andén abajo y miras el tejado

y vas contando perlas del balasto,

maculadas losetas

que sujetan el destino de tu paso.

 

Manolo Madrid

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