Más de la vida
Anchos y dilatados
eran los pensamientos,
más aún que los campos
de arado sin roderas,
más que tierras sin dueño
y de viento polvaredas
y quizá sí, de ortigas
y de cardos repletos;
ideas que divagan
sobre mi torre escueta,
una que me sujeta
en calmosas tardes largas,
atalaya longeva
para ver horizontes,
donde tantos minutos
taimados se cosechan
con cierto sobrenombre
simulado de horas.
Abultadas gavillas, con íntimas
brazadas,
de brotes estirados en áridas estepas
desbordándose todas de pláticas ajenas
y rencillas fingidas entre granos de arena,
bajo aleros de paja, de asilos y cobijos
contra los vientos cierzos y simunes ardientes
que se arraigan en tiempos con inútil desgana,
sometiendo los sueños y arrasándote el alma
y después relegarla a los pajizos barbechos.
Y unos detrás de otros arden setos,
rastrojos
que otrora fueren dueños, como latidos canos
y olvidos en tu pecho; volubles que alzarían
un vuelo de sorpresas brotando en labrantíos
para ir después al cielo con veloz apariencia
en ruidosa mañana; es el pausado volar
de calandrias en ríos que se tuercen a ver
pampas, plegadas líneas de horizontes ajenos,
topos en madrigueras que saben tu jugada.
Manolo Madrid
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