El cancerbero
Enrieto puro con estrambote
Y sostuve los ojos, mirada
de acero,
Cancerbero tenaz vigilaba la
barca,
de Caronte, remero del lago
que marca
tu paseo final por moneda de
herrero.
El
metal es la plata, tu lengua el puchero
donde guardes el pago
acordado que abarca
el camino para Hades que
guarda la Parca
con miradas rojizas,
brillantes luceros.
A
mi rostro llegó el vendaval por entero
que las sierpes soplaron con
fuerza en la charca
y el extremo, dragón
pendenciero que abarca
el confín de la vida, final
del sendero.
Sobre
el brillo en la barca, cabezas de perro
amenazan tu viaje, feroces
cincuenta:
parecían ladridos salvajes
de fierro.
Sus
colmillos mostraban resueltos, incruenta
amenaza a los muertos que
llegan, destierro
para siempre del cuerpo
callado, a la cuenta.
Y
encontré los portones de fuego, mi entierro,
con almenas y torres, marcando
en un cerro
el destino del muerto en un
cuarto a la venta.
No
descuides tu cuenta,
ella siempre lo intenta,
ya que siempre te ofrece
billete gratuito
para darte un paseo en un
día fortuito.
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