El calendario
Hoy abrí el calendario
y observé con tristeza
que ya termina el año.
Y se fueron muriendo lentamente
sus hojas numeradas,
sus tamujas comentadas,
sin que me diesen ganas de volver
a revivir la vida que pasaba,
sin que me hicieran daño tantas horas,
horas de segundero inacabable,
horas de estirados minutos
y tantos días
y meses que cayeron,
como caían brozas de la acacia
donde apoyé las manos,
donde clavé las uñas
en el crepúsculo absurdo
en que perdí tus labios,
labios de mis desvelos,
labios de tus besos,
besos de mis amores, de tus recelos,
la noche larga,
la noche triste que tus caricias
se me perdieron;
labios de nostalgia escribió un lapicero,
en una hoja de un helado enero
o cualquier mes donde perdí tu boca
y sin decirlo,
sin comentarlo…
casi sin saberlo,
quedó un: ¡te espero!,
verbo que cambió el presente del tiempo
por un futuro imperfecto.
Y cerré mi calendario,
mi repertorio,
efemérides de mi anuario,
sin apuntar de nuevo,
cual fuese una caja de muerto,
cual fuese agenda
de días en un desierto.
Y quise aún pasar mis dedos
y ellos despacio, a la larga,
recorrieron suspicaces y adivinos,
nigromantes, las hojas indagando,
buscando aquel instante,
aquel minuto en el cuaderno,
buscando la fecha,
por si hubiera confundido
y hubiera sido incierto aquel suceso.
Luego dormí mi cara y aguanté
mis ojos de pestañas agotadas
para borrar recuerdos,
resonancias
anotadas aquella atardecida,
de un enero,
de minutos estirados
que discurrieron,
volando con sus tardes,
volando con el alba
en que yo te desespero.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio