domingo, 31 de agosto de 2025

 

Me gustará

 

Me gustará que el relente airee mis huesos

y el sol me queme la piel

y que la roja cabeza de hormiga

me robe la carne y la lleve a su tribu

y alimente su casta;

pero no me digan

en quien tengo que pensar,

en quien tengo que creer,

ni me cuenten historias de dioses,

ni canciones de belenes,

no me hagan llorar a vírgenes santas,

que yo no quiero a mi lado

a nadie que no me tuvo al suyo.

Y cuando pedí a un amigo

que lea un poema en mi epitafio,

nunca esperé ser negado,

que fueron mis palabras un adelanto

y mis lágrimas, para otros,

fueron los temblores de mis manos,

sin quererlo, ni meditarlo…

que muy cortas se me dieron las tardes

sentado en lápida de poeta,

con el cabello de anciano

a quien no fue a visitar nadie,

ningún hermano… ni anacoreta.

 

Manolo Madrid

viernes, 29 de agosto de 2025

 

Quienes son

 

Quiénes son los que duermen

recostados en tu almohada,

bajo luz robada a la noche

escondida de madrugada,

pensamientos sumisos que se dejan llevar

por la cuesta del olvido,

por la senda de la nada;

pensamientos de seda

entre vueltas y vueltas de un dormido.

Y abres las pestañas y te llegan calladas

las cretonas dibujadas, flores y cenefas

esbozadas en tu cama,

las cortinas cerradas...

susurros que se esconden

antes de la alborada.

Y de nuevo das otra vuelta

y cierras los ojos

para huir de la aduana

y no encontrarte de nuevo la pupila,

redonda y ambarina,

de la farola que mira

indiscreta en tu ventana

y te prometes, para mañana,

en otra travesía de noche

hasta la maitinada

dejar echada la persiana,

para no ver mojada

la funda de la almohada.

¿Quiénes son los sumisos

que te retuercen el alma?

 

Manolo Madrid

jueves, 28 de agosto de 2025

 

Da Galicia e da morriña

(A un emigrante)

 

Qué sentirías de la lluvia

cuando entre canas de años,

entre tus cierzos y penas,

sobre esas, tus cejas de nieve,añorando montes de Galicia,

caigan llevando recuerdos,

que sobre tu frente de pampa

penas han de melancolía,

que echándote atrás los ojos

viendo trochas del castañar,

recortados iban azules

del sobrado vaivén del mar,

de emigrantes de ojos prietos

Américas descubriendo

con venezolanos reclamos.

Y que me dirías llorando

si entre lejanos castaños

conocieras trocha umbría,

que entre rincones de helechos

esconden meigas los robles,

mirases teja
dos pardos

y veredas bajo nublados

que asomasen sobre lomas,

entre hórreos de granito,

donde te llevan roderas

que los bueyes van marcando,

de cascabeles que traen sonidos

y campanarios saltando,

qué pensarías tú, gallego,

de aquel viento que ha volado.

 

Manolo Madrid

miércoles, 27 de agosto de 2025

 

Envidia

Y colgando de la envidia,

como los pies del ahorcado

entre temblores de muerte,

colgando los escuchabas,

en labios de poetas,

de los dientes de los bardos

y poetastros que no lo son tanto

y presumen de escribir versos,

aderezar líneas con poemas

contando sus anécdotas

de tanto amor

y dolor tanto.

Y de tantos celos en flores y corazones

y miradas que se queman olvidando

y dejan sólo trochas de barro

y esquemas viudos sin rimas,

ni cadencias,

sin metáforas ardientes;

y no hablemos de tantos

que requiebran verbos

cerrando versos,

infinitivos recurrentes

para respaldar otras rimas

y cadencias imperfectas.

Que no se hacen poetas de la envidia,

ni nacen poemas en silencios de mostrador

o mesitas de terrazas y tardes de primavera;

no salen versos de cualquiera,

hasta que una mañana de lluvia

caen pensamientos de un cielo

o naciendo de la tierra

cuando se moja de nube

y despide olor intenso,

que alumbra y llena tus ojos

con un nuevo movimiento y savia nueva.

 

Manolo Madrid

martes, 26 de agosto de 2025

 

El viaje de la vida

 

Se desgrana la vida en días,

se desgrana la vida en horas, lágrimas,

entre besos y abandonos.

Otrora galopan dulces minuteros

que envuelven de alegría tus paseos,

en papel de celofán… en terciopelo;

colores transparentes para mirar nubes,

celajes y bardas, nublos cruzando cielos,

gasas azuladas, esmeraldas o amarillas,

            o quizá fuesen añiles

            o rosas

            o color de mariposas,

juventud que tapa el horizonte

y ciega tus ojos ocultando cordilleras,

tintando los caminos

cubiertos de amapolas

anchos prados que tú llenas de bonanzas

y nacimiento de corolas

y tú mides con ganas de averiguar tu destino,

la suerte que te lleva hasta el mañana,

al final de tu camino;

mares que te aguardan

y ríos que navegan sensaciones que flotan,

flotando como flota, entre ramitas arrastradas,

el légamo que abona las tierras de cultivo,

ideas que consiguen hacer de tu existencia

fértil huerto, un regadío

donde nazcan tus poemas,

            tus versos,

            la fuerza de tu río,

donde navegan rimas y palabras,

para que siembres nuevas fantasías

que hagan más dulce tu universo.

 

Manolo Madrid

lunes, 25 de agosto de 2025

 

Carta a mi enamorada

 

Y me preguntas y prohíbes que yo piense en extinguirme,

que quiera irme y olvidar…

que mis poemas me sirvan de mortaja

y me envuelvan como el pino de la caja

y las palabras y los verbos y el símbolo de sus metáforas

nieven entre gorriones y palomas que vuelan haciendo resonancia

entre lápidas y mármoles de letra tallada

y que caigan como la blanda tierra resonando en la tarde opaca

para dejar alisado el hueco de mi pampa.

Y que corran las brisas entre los susurros de hojas muertas y cipreses,

cual si fuesen rapsodas que en visitas más pausadas

y sin flores me hicieses,

quizá para recoger del huerto los versos,

frutos naciendo de ajadas plantas y otoñales meses.

Y entonces quedará escondida la mirada de mis ojos,

atentos a tu rostro,

a tu cara y a tus dedos, que pueden pasear libremente

bajo la tapa de aquella libreta, remendada

con tachones y colores de anilinas varias,

plumas de oro y hojalata,

bolígrafos roídos mientras pienso

las rimas que dejan latir mi pauta,

tinturas y tornasoles de varias marcas

escogidas entre tonos del negro al malva.

Y que los renglones desalineados

y las palabras reformadas

de ortografías y gramáticas revolucionarias

y tantas y tantas figuras inventadas,

anacolutos y anáforas y más herramientas

que adornan historias de poemas que esconden el alma,

no te acobarden para leerlos escondida bajo las sábanas

y la almohada,

quizás agachada en alguna madrugada

donde fuiste a mirar la Luna,

esa redonda tarta, esa cara curiosa y ambarina,

un poema redondo para rapsodas, que sale cada noche y te aguaita

asomada a tu ventana.

 

Manolo Madrid

domingo, 24 de agosto de 2025

 

Quizá

 

Son, quizá, palabras presumidas,

¡yo… yo… yo!,

yo tengo, yo soy, yo también,

yo más, yo… yo… yo… y vuelan por el aire

cual golondrinas en poniente,

dando vueltas y aleteos, jeribeques;

y suben y bajan

y se colocan en la punta

de telegramas en postes,

haciéndose dueñas de corrientes que cruzan

campos de berzas y zanahorias silvestres,

diciendo en código Morse los nombres de siempre,

yo… yo… yo…

raya punto raya raya, raya raya raya

y te dicen dineros

y fábricas y graneros

y bodegas de pío sandunguero,

¡y yo tengo en el banco…!,

y te miran con sus ojos lastimeros,

con sus ojos tan sinceros.

Y claman apoderadas palabras

que saltan en ascenso,

soberbias actitudes presumiendo de imperios,

jactancias, orgullos

y pedantes vanidades que te quitan el resuello,

que te echan de tertulias

y te amargan la sonrisa

y te hacen belicoso y agresivo,

intolerante al parloteo tan nocivo;

pero te vuelves callado y reservado,

prudente, silencioso y moderado,

por no decir ¡no quiero!,

deja tus dineros, tus menciones, tus imperios,

deja de ser pedante e inmodesto,

¡yo… yo… yo!…

que cuando te vayas

saldrán de nuevo los geranios

y serán macetas sin cajeros de bancos,

serán flores sin parlanchines jilgueros.

 

Manolo Madrid

viernes, 22 de agosto de 2025

 

Soñé con ella

 

Estaba en la noche y no estaba

y volé junto al humo buscando su casa,

buscando su vida y buscando su alma, entre nubes de Luna

entre esencias de agua;

y pensaba entre anchuras de cielo y nirvana,

revoloteos de aura y llegadas de angustia,

entre alas sin plumas naciendo de nada,

encontrar el aliento de la boca que beso, soñando

sus noches, pidiendo caricias que en lunas se pierden,

misterios que vagan

en un desierto de dunas

que brotan oscuras al llegar el alba,

a la rotura del día,

al rosicler de los tilos rompiendo horizontes

que me estrujan el alma.

Y volaba entre cortinas y chimeneas de casas,

fogones de aromas

que me dieran señales, diciendo su nombre,

indagando su esencia,

preguntando en la calle que amanece callada,

rebuscando en el viento

por si lleva pegada

la humedad de su boca,

el vibrar de su aliento, la luz de sus ojos rompiendo pestañas

y mirar en el día, esa Luna en su cara;

sentía mi vida que estaba perdida entre vuelos nocturnos,

despertares sombríos, cruzando alamedas que abrigan el río,

saltando los campos que sujetan el trigo,

orillando las huertas

y las viñas doradas entre tantos cultivos,

y busqué entre las nubes mi alma perdida

que no regresaba frustrada en el cielo, caída en un duelo,

que subió tan arriba

que su estrella tocaba con mis manos temblando

y mis dedos sufriendo

sin arder otras albas con la piel de su cuerpo.

Soñaba volando…, soñé con su huerto…, soñé con sus besos…,

soñé con el fuego.

 

Manolo Madrid

jueves, 21 de agosto de 2025

 

Si llorar

 

Si llorar no te deja ver estrellas

y recuerdas tristezas que te ciegan,

mira arriba las nubes que navegan

y pega tus condenas en aquellas.

Si tus ojos cerrados a las huellas,

más que llantos y olvidos, te doblegan

y no te dejan ver que allí se pliegan

otras vidas que arriba son centellas;

sube al cielo tus manos y descubre

como pintan tus dedos las montañas

con lágrimas que escurren tus pestañas,

luego seca la pena que recubre

tu cara y echa al río las patrañas

que llenaban tu pecho de alimañas.

 

 

Manolo Madrid

miércoles, 20 de agosto de 2025

 

Los cofrades

 

Ya regresaron las sombras

envueltas en capuchones,

dejando temblar el aire

entre llamas vacilantes

y murmullos de peones.

Apenas se oye el rumor

de los pasos en el suelo

y el susurro que las túnicas

con el deslizarse hacen

moviéndose con el duelo;

despacio vienen cruzando

por esa calle apretada,

de adoquines enlosada,

detrás de muchos hermanos,

en pos de otros cofrades,

hasta que alguno jadea

y desfallece más tarde

sujetado entre cristianos.

Entonces se paran todos

deteniendo la figura

que les guía por delante,

esperando que reanude

el que cayó poco antes

y su fatiga despide;

ora redobla de nuevo

cantinela de tambores,

llamando con insistencia

para que no lleguen tarde

los tildados con ausencia.

Él entonces se incorpora

empujado por el eco

que las calles estremecen

aparentando que laten;

y el penitente sufriendo

al crucificado ofrece

lo que sufrió poco antes.

 

 

Manolo Madrid

martes, 19 de agosto de 2025

 

Nostalgias

(De “Poemas para un destierro”)

 

Y miré, desde el recuerdo, la puerta.

La mano ocupada con tanto peso,

los pies dispuestos,

borrando deprisa los recuerdos

para no mermar la idea

ni colmar lastre de equipaje.

¡Olvida!, me regaño dejándome llevar,

pinos y valles viviendo en el paisaje

y corriendo sin cesar,

en ojos,

en sonidos y rumores,

en aromas para nunca olvidar.

Al fondo la idea, el desahucio, la condena,

el abandono de la vida,

una minúscula planta sin maceta

caída de alguna ventana,

un gurruño de barro adherido en raíces

que no tendrá bienvenida,

que no será acogida,

un grisáceo muñón de tierra,

abatido en una acera

para pies de paseantes y descuidados,

sin nadie que lo recoja

y lo salve del final,

del anonimato

y lo devuelva a su alfeizar y su tiesto

y lo riegue con agua de certezas

y benevolencia.

No te marches, no… ¡que me da pena!

 

 

Manolo Madrid

lunes, 18 de agosto de 2025

 

Perlas de olvidos

 

Y dejé que rodasen de mis ojos perlas de olvidos.

Mis pupilas, fijas en el techo, fueron bombillas,

lunas amarillas,

mecidas ingratitudes y repudios

que pintaron luces doradas de crepúsculo

entre matices y brillos,

que son acuarelas de suspiros,

de sollozos perdidos,

que no quisieron emular gotéeles,

ni poemas escritos.

Ni versos de dolores desdeñados

o nostalgias que se escribieron en noches largas,

un almendro echado sobre la cama,

el lecho del que se escapa el alma

en vuelos de flores blancas.

Mientras, tiembla la puerta

con el viento de mi pena forzando la chapa vieja,

torbellinos sin fuerza que se quedaron en nada,

rezando en espigas de madrugada.

Siseos de brisa que se escapa

huyendo contrita, para que el sol no le pille destapada

y deje el campo libre,

libre la mañana para que tórtolas vuelen

y aventen lástimas como se aventa la paja.

Y dejé que murieran de mis ojos los flecos negros

que torcían ese cielo para convertirlo en pampa,

donde galopasen zainas estrofas

con espuelas doradas,

besando las hierbas altas, saltando mandados

hilos de agua escurridos en mi almohada,

silenciosos algodones forrados de Luna

entrando por mi ventana,

para romper los murmullos: arados labrando el alma.

 

Manolo Madrid

domingo, 17 de agosto de 2025

 


Exclusión

 

Consejos que sólo son para los que no me escuchan,

ni me leen

y se enrabietan porque no entienden,

porque no les llegan las palabras ni el mensaje,

entonces gritaré las voces de piedra

que envuelven las ideas que ya nacieron muertas

para ellos, para que puedan oír con los dedos

y no sufran accesos de incomprensión,

y puedan ir a beber en fuentes

de letras de oropel

y lomos de piel curtida.

Y de allí les salten a los ojos las palabras,

como espigas

y se agarren a sus pestañas

como se pegan las ortigas a la pana

de pantalón raído

cuando tu rumbo cruza los barbechos.

Y se les encienda entonces la luz

del entendimiento

y les inunde el pecho la paz del saber,

porque nada hay más importante en un camino

que conocer las señales que indican

los pasos que te llevan al destino;

y de más ayuda, para llevar en zurrón de éxodos,

es envolver el pan con la credencial,

sabio manuscrito

donde dejaste huella de la ruta.

 

 

Manolo Madrid

sábado, 16 de agosto de 2025

 

Simbólico monte

 

Habrá quizá otra loma con Olivos,

así catalogado en homilías

y santas escrituras

retenidas por las curias,

papados y otras manos…

o señas de evidencias parecidas

guardadas en satélites extraños…

o un monte en que el discurso llegaría

de un Cristo solitario a espectadores

reunidos para dar oído al tránsito,

y originar el Juicio a las Naciones

antes de comenzar aquel Jesús

ese mando en un mundo derrumbado,

un astro del espacio con finanzas

en aspecto de coma monetario

y anticristo mandando un sólo estado.

¿Vinieron las calañas demoníacas

y leviatanes, ángeles y Cristos,

anticristos y arcángeles en carros

volantes de planetas de cristianos

y dejaron la diáspora sembrada

en un monte de olivos con estrado?

¿Es un número seis, seis, seis,

matrícula de esclavos

o lo fueron sin marcarlos?,

nacidos desde manos forasteras

e insólitas, foráneas avenidas

de seres del espacio, evidenciando

las marcas y lenguajes. Y más símbolos

hermanos, apuntando a rutilantes

soles y otros Oriones más cercanos.

 

Manolo Madrid

 

jueves, 14 de agosto de 2025

 

El Sur

 

Irme al Sur, sí; sí bajarme al Sur

y dejarme caer por el mapa

rodando por aquellas praderas

mientras supongo que me acompañan

cantes de aguardiente, voz rajada,

palmas, contrapunto de guitarra;

soliloquio de cuerdas de nata

donde quiebran bulerías, cañas

y soleá y sonar caracoles

mientras me llegan aires de sierra

que perfilan añiles, colores

que se dibujan en los jalones

y notas, arpegios y enredados

repiques de las campanas, trémolos

que dan olores de menta y jara;

y no arranques por aquellas cuestas

donde levantan polvo galopes

por romeros y olivos preñados

que dan sombra a los negros toritos

y rejoneos de picadores;

y viendo el alto Despeñaperros,

casas de paredes encaladas,

cortijos abiertos, sin murallas,

y escuchar el cambio, andaluces

con la ese, con la ce y con la zeta

que alegran acentos de palabras,

que dicen de patios de maceta;

y silencios hasta que rasguean

guitarras rompiendo desde sombras

para hacer murmullos que acarician

los geranios y madreselvas

desde balcones columpiadas;

y desde las pendientes de Málaga

llenarme pupilas del azul

en que se perfilan las montañas,

morenas de continente nuevo,

del rumor de timbales de África;

irme al Sur, sí; irme para morir

en las luces y cantes que duelen

mi marcha; irme, quedarme al Sur, sí.

 

Manolo Madrid

 

miércoles, 13 de agosto de 2025

 

Saga de los sueños

El destino

(4 de 4)

 

Y tiene fuerza tu sueño:

un onírico paisaje,

un universo infinito

unas alas regaladas

sin que volar nada cueste…

pensamientos que se ocultan

ilusiones que alimentan

el alma que reverdece;

y ya nace el nuevo día

con rasos de azul celeste,

melocotones que pintan

valles de enlucidas nubes

y las colinas añiles

que sujetan entre ellas

un color ruborizado,

un manso río que llama

para sumergir las manos

desde el borde del camino

y buscar los pececillos,

que saltan entre los dedos

sin saber que es su destino;

y tu risa irá en el aura,

algazaras en la calle,

y tu brisa con el viento

hasta llegar a aquel valle

donde fue tu nacimiento.

 

 Manolo Madrid

martes, 12 de agosto de 2025

 

Saga de los sueños

 

Los recuerdos

(3 de 4)

 

Y cuando a dormirte vuelvas,

con tu memoria atrapada

por los recuerdos celestes

que tu mente precisaba,

serán montañas de oro

que brilla resplandeciente

naciéndose la alborada,

bajo la noche reciente

que hubo llegado del fondo

de aquel teatro infinito,

donde las plantas del valle

en cristal se han convertido.

Y tus ojos se deslizan

sobre tus brazos de plumas,

alas que habrán florecido

plumones para que vueles,

girando en el firmamento,

besándote con las nubes,

bañándote de rocío,

jugando con las estrellas,

la cola de los cometas,

acariciando a la Luna…

y tocando algún lucero

que tu sueño ha enardecido.

 

Manolo Madrid

lunes, 11 de agosto de 2025

 

Saga de los sueños

Los edenes

(2 de 4)

 

Otros sueños son los valles

donde encuentras ríos de ámbar,

los cielos se tornan verdes

tachonados de esmeraldas

y tus pies están descalzos

y dejan huellas de arcángel,

son alados y ligeros

del talón hasta los dedos,

para acariciar los prados

de hierbas de pura seda,

de azul turquesa pintados,

mientras agitas los brazos

para elevarte en el aire,

para volar libremente

como si fueses un águila;

esos son sueños de azúcar,

esos son sueños dorados,

esos son sueños de almíbar,

esos son sueños de nácar

y ensoñaciones de edenes

que te despiertan a veces

sin creerte que soñabas.

 

Manolo Madrid

domingo, 10 de agosto de 2025

 

Saga de los sueños

Las pesadillas

…….(1 de 4)

 

 

Se manifiestan insomnes,

epicentro de tu noche,

para arrastrarse feroces

hasta el sudor de la frente

que en la oscuridad te cubre

y hace rechinar tus dientes,

sin que sirva para algo

tapar temblando la cara

bajo el embozo de tela,

porque brotarán de nuevo

debajo de la almohada.

Y desde allí te contemplan

y desde allá te rasguñan

y notas como te ahogas

y que en tu pecho se apoyan

las manos llenas de pieles

con uñas como dos garras,

hasta que llevas tus dedos

para dejar la luz dada.

Pero en la noche siguiente

afloran de nuevo, impías,

viajando desde la nada

sin que sepas esquivarlas,

rebatiendo tus propósitos

de no cavilar en ellas

para emerger nuevamente

cual sombras iluminadas,

sin que puedas enfrentarlas

ni poderles dar la espalda.

 

 

Manolo Madrid

 

Te recibo

 

Te recibo en mi madrugada temblorosa

con labios que balbucean,

tímidos labios de amor;

labios de lejanía,

cuando abandones y te marches

con pasos de vencedora,

trompetas y clarines que me avasallen

            en madrugada lenta,

rosicler que va naciendo de violetas

            y tonos malvas;

y te recibo con tus labios de piel de seda,

con tus besos de sabor a miel.

Y es así como la vida me alienta

haciéndome temblar y dejándome nacer

con tus besos adheridos y tus ojos brillantes,

lagunas ambarinas y heridas ciertas del alma,

la que tú pretendiste, la que tú abandonaste,

una que tembló ardiendo de madrugada,

            en la alborada incierta;

incierta tu mirada,

lagunas que me turban, tan profundas que me raptan,

inciertos tus labios dulces

            con tus caricias de seda,

            entre ráfagas de luces,

            entre noches irisadas;

noches que deslumbran y me dejan en desamparo

cuando de mí te apartas,

momento en que me empujas de tu trono, de tu cama,

hasta el légamo del amor sórdido

recordando de madrugada aquellos temblores de ti.

Y te recibo, de anochecida, en el amanecer de mi alma,

para que tú germines la gloria,

incertidumbre de tu cama y sábanas de ardor,

almohada de dos que sujetan mis besos,

besos y más besos,

besos de seda y pétalos de Erato, de Erato enamorada,

poemas de tu amor.

 

 


Manolo Madrid

sábado, 9 de agosto de 2025

 

miércoles, 6 de agosto de 2025

 

Yo, no tengo nada

(De mi poemario “Colmando las alforjas”)

 

       Yo no tengo nada,

       pero tengo un parque

       muy cerca de casa.

Y a veces por las tardes,

en un banco tranquilo,

saludo horas que pasan.

Descubrí nuevamente

las hormigas que corren

y observé las hileras

para ver dónde esconden.

Luego extiendo la mano

y me besan semillas

con los labios de acacias,

volanderas me rozan

precursoras de cartas

y bolitas de seda

en mis dedos se atascan.

Admiraba las nubes,

son vapores que vuelan

en perfiles discordes,

con los hilos de gasa

que recosen y zurcen

muchos trozos azules

de aquel cielo que flota

y que esconde a la Luna

que apenada se nota.

Pero ya saldrá luego

y vestirá sus ropas

de centella pajiza

y leonada corona.

También cuento pinazas

de color ambarino

que alfombraron el suelo

donde agachadas iban

más hileras de hormigas

de cabeza más blanca.

Y de pronto, en la tarde,

da comienzo el concierto,

de gorriones cantores

que tocaban la flauta.

Se elevaron ligeros

por llegar a las ramas

y desde allí acallaron

los silencios del río

que tan cerca brillaba

navegando su agua.

Se me cansan las piernas

y las llevo tranquilo

sobre hierba muy larga,

esquivando las flores

que me ofrecen señas

con sonrisas de malva

y las más amarillas

cimbrearon su talle

con el aire que rasa.

Y caminé otro largo

en senderos de grava

atajando la curva

que me lleva a la orilla

que susurra y que canta.

Allá saltan los peces,

allí croan las ranas

y bullían insectos

emergiendo crisálidas.

Y yo no tengo nada,

pero cruzo mi puente

por llegar a la isla

que navegaba en ondas

y en los reflejos verdes

de ese Duero que manda.

Acaricio despacio

alargadas barandas

y en el río verdoso

aparece mi cara,

la que allí me aguardaba,

y encontré en tal espejo

a mi cabeza cana.

Aún miré los pejes

de mil colores rojos,

de mil aletas pardas,

pero aquellos miraron

como si ya supiesen

que yo sería el dueño

de no poseer nada.

Por eso yo acaricio

esas ramas verbenas

y moradas lavandas,

luego huelo mis dedos

porque me han regalado

sus aromas sutiles,

los olores de espliego

que en mi bolso se agachan

al guardarme las manos,

para olvidar quimeras

y recordarlas luego,

al llegar a mi cama.

Atravieso despacio

aquella isla callada,

y me acerco al ribazo

y muy poco después

disimulo mis pasos

entre frondas crecidas

que acarician mi ropa

y me dejan botones

de semillas que viajan

para poblar la tierra

donde no había tepe,

ni rotura, ni mate,

donde el césped no crece.

Luego subo una cuesta

y me bajo a la orilla

y consentido meto

mis dedos en savia,

es la vida que corre

para llegar al alba

a jardines sedientos

que esperaban pausados

mis noticias lejanas.

Y no preciso nada,

porque tengo el sendero

y poseo las ramas

y disfruto la hierba

que también me regala

y me da todo aquello

que la memoria guarda.

Y yo no tengo nada,

pero vengo a las tardes

a mi banco de sombra,

bajo hojuelas tupidas

de un olivo que baila,

un olivo que alegre

zarandea sus brazos

y sacude las manos

saludando al suspiro

que revoltoso danza.

Pero yo…,

yo no tengo nada.

¿Verdad, pajarillo,

tú que me cantas?

 

Manolo Madrid

martes, 5 de agosto de 2025


 

No me siento solo

(De mi poemario “Colmando las alforjas”)

 

La noche que miro al cielo, ya no me siento solo,

la noche que me rebelo y me dejo llevar al monte

y dejo que mis pasos suban largos los senderos,

senderos enredados entre aromas de los espliegos,

ya no me siento sólo.

Y ya no me siento solo la noche que me paseo,

porque subo mis ojos limpios

            para mirar estrellas,

            para mirar luceros,

                        para contar las nubes;

y no me rindo y no me canso

            si las estrellas me miran,

            si los luceros me oyen

                        o si las nubes me guiñan

                                   la Luna que allá camina.

Y entre perfiles y brillos,

entre brillos y destellos y luminarias del cielo,

mantones de mil Perseidas y galaxias que se esconden,

marca el sendero Selene de misterios que se rompen,

mientras oculto mis pasos entre las trochas pardas,

mientras oculto suspiros bajo el jubón y los fardos,

mientras arreo el borrico que se ha dormido en los prados.

Y entre negrillos y castaños, mi perro corre en silencio

y ulula el búho su canto, llamando a las sombras frías,

que porfían desde las nubes

y desde las nubes vuelan tapando lo que tú hacías,

para que borren el brillo que hubo pintado Diana,

la huella que me persigue denunciando lo que sentía,

el brillo que deja el rastro cuando salgo por las noches

para llevar de estraperlo

el contrabando del día.

 

Manolo Madrid

lunes, 4 de agosto de 2025

 

Te dejé en la sombra

 

Claro que te dejé en la sombra

y olvidé tu nombre,

un nombre enamorado, enamorado y sutil,

un calificativo para apelar a ti

para traerme a ti,

para que tú nombre pidiera mi boca,

pidiera mis brazos y gemir como una loca, estremecida en la noche

hasta rezar al alba para dar las gracias al Cupido intransigente

y rogarle nuevas vigilias de pasión ardiente.

Y te dejé en la sombra y olvidé tu nombre

entre camelias y azucenas que desgranaban la noche,

entre jacintos y rosas

que desfiguraron tu sombra,

sombra en brazos complacientes,

tu nácar fulgurado por Diana,

tus ropas abrigando el césped y tus gemidos de nuevo hirvientes:

otros brazos, otra simiente, otra noche de enamorado, otras manos

que fuertemente te estrecharon hasta el amanecer despechado.

Y me olvidé tu nombre, te dejé en tu sombra entre besos ajenos,

entre aroma de traiciones,

entre celos atropellados, entre hierbas que se enredaron

en mis pies menospreciados de susurros y gemidos,

entre amapolas asustadas por mis pasos huidos,

            pasos movidos por celos,

            por celos de enamorado,

            por temblores de ira,

                        de furor arrebatado.

Te dejé en la sombra, entre aromas hirientes,

entre reflejos de nácar de tu piel ardiente,

entre ropas desperdigadas sobre el césped,

entre brillos de piel nacarada,

            brillos de Luna,

            brillos de Selene,

            entre la sombra…

                        tu piel reluciente.

 


Manolo Madrid

domingo, 3 de agosto de 2025

 

¿Qué pasó de ti?

 

¿Qué cambió de ti?, poeta de las rimas y los versos,

de los versos de palabras,

de los versos de verdades…

de poemas que denuncian

a lobos y caimanes.

 

¿Qué cambió de ti?, que temprano una mañana,

dejaste tus huellas vivas, sembradas a tu espalda,

el día dibujando flecos, melocotones al alba,

el día despuntando con vientecillos leves,

que arrastran gotas sumisas de silencioso rocío,

rocío que, sin palabras,

pintaba las humedades,

escondidas y calladas, que subían desde el río,

como las perlas mojadas que pintan las hojas vivas,

que pintan las hojas muertas que parecen barnizadas;

¿Qué cambió de ti?

 

¿Cuándo olvidaste el sendero que guiaba tus palabras?,

palabras de corazón,

palabras para una ninfa que su candor te anidara,

poemas que sembraron en tu pecho la templanza,

poemas que rompieron aquella manzana infausta.

 

¿Qué pasó con el sendero que su amor te dibujara

y qué fue del ruiseñor que en un rosal cantaba?

 

¿Qué pasó con esa flor que alegraba tus ojos

y animaba tu mirada,

el brillo que daba vida a tus pupilas calladas,

en qué espina del camino la dejaste desgarrada,

en que espina del rosal se te rasgó la vida

rompiendo sangre de tu alma,

la inspiración de tu verbo,

la nobleza que miraba,

sinceridad de tus ojos,

de tus ojos tu mirada,

de tus ojos que se fueron

lejos, de alborada.

 

Y con tu vida, poeta, ¿qué pasó aquella mañana?,

que la vida que engendrabas de poemas y palabras,

que fueron pájaros del alba,

que fueron verdades de fuego,

que fueron aromas sutiles,

como avecillas despiertas en nidos de retama,

murieron en las tardes

como mueren en otoño

las hojas de las ramas.

 

¿Qué hiciste de la vida para dejarla tirada,

como las zarzas y astillas en una tierra mermada?

 

¿Qué pasó con el amor, que te llenó el corazón

de poemas florecidos para decir a tu amada,

por qué brota de tus ojos una lágrima callada?

 

¿Qué pasó de ti, poeta, que perdiste la palabra

cuando aquel alba serena

dejaste aterido el valle tañendo la campana,

para cruzar esa linde,

inconsistente horizonte de toda flaqueza humana.

 

¿Qué llegó hasta ti, persona,

declamador de poemas, rapsoda de palabras,

corazón que pinta versos,

ojos que miraban siempre al centro de la cara?

 

¿Qué pasó?,

que de todo te olvidaste,

que idolatraste ... quimeras,

a cambio de pregones,

a cambio de monedas

que te dieron los que mandan

por traicionar tus palabras…,

por rendirles pleitesía,

por esconder sus mentiras,

por esconderles las trampas.

¿Qué pasó de ti, cantor,

que cantabas la mañana…?

 

Manolo Madrid

sábado, 2 de agosto de 2025

 

El autobús

 

Tabletea el incordio en el asiento nueve,

el tiempo se adormece,

el pinar corre,

bajo las ruedas el espacio se alarga, se estremece,

viajan las ventanillas, brillan y se pierden;

bajo el sol y las nubes, en el asiento nueve,

los chopos gritan con sus brazos desnudos

que en el cielo se miran,

corren las ruedas y atrás se quedan perdidos almendros,

de blancas flores, en ciernes frutos.

Tabletea el incordio y mis párpados pesan,

mis ojos se duermen,

bajo el sol de ventanilla giran las ruedas,

bajo el sol de ventanilla los cristales miran

vidas que se alejan y otras que vienen,

caseríos y pueblos que están y se pierden,

se pintan de lejanía,

en las ruedas de autobús el tiempo merma,

el tiempo crece.

Tabletea el incordio, un cristal que se estremece

y mis párpados se vencen,

el autobús tiembla y su corazón late,

su corazón se mueve,

ruedas que no se pierden,

que siguen la cinta negra entre los prados verdes,

entre parcelas blancas, entre peñas y puentes;

tras los cristales llenos, viajan azules

los grandes cielos,

viajan las nubes y ruidos silentes;

tras los cristales siguen mirando pinares,

y las cepas sin brazos, tan indolentes,

y las uvas que esperan las primaveras verdes,

y las líneas perdidas en el horizonte

miran paradas al autobús que brilla

con ventanillas blancas, que presumen,

llenas de gente.

Tabletea el incordio en el asiento nueve,

el autobús avanza y se estremece

y llegará a la hora

en que la cinta negra,

en que la cinta muere;

en los cristales viajan montañas de la Castilla,

entre praderas verdes, entre praderas blancas;

y entre barbechos grises se remontan torcaces,

en los cristales viajan las cornejas y las liebres,

en los cristales viajan llanos y roquedales

y nutridas picarazas que pernoctan en los cables,

sobre los nervios largos que juntan postes

y atan ciudades,

centinelas toscos, escuetos militares,

crucificados cristos entre los cristales;

entre ventanillas, vidrio, donde viajan margaritas

y otras flores amarillas donde nunca crecen,

el autobús se escapa,

mis párpados pesan, mis ojos se duermen,

tabletea el incordio en el asiento nueve.

 

Manolo Madrid