Me gustará
y el sol me queme la piel
y que la roja cabeza de hormiga
me robe la carne y la lleve a su tribu
y alimente su casta;
pero no me digan
en quien tengo que pensar,
en quien tengo que creer,
ni me cuenten historias de dioses,
ni canciones de belenes,
no me hagan llorar a vírgenes santas,
que yo no quiero a mi lado
a nadie que no me tuvo al suyo.
Y cuando pedí a un amigo
que lea un poema en mi epitafio,
nunca esperé ser negado,
que fueron mis palabras un adelanto
y mis lágrimas, para otros,
fueron los temblores de mis manos,
sin quererlo, ni meditarlo…
que muy cortas se me dieron las tardes
sentado en lápida de poeta,
con el cabello de anciano
a quien no fue a visitar nadie,
ningún hermano… ni anacoreta.
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