lunes, 18 de agosto de 2025

 

Perlas de olvidos

 

Y dejé que rodasen de mis ojos perlas de olvidos.

Mis pupilas, fijas en el techo, fueron bombillas,

lunas amarillas,

mecidas ingratitudes y repudios

que pintaron luces doradas de crepúsculo

entre matices y brillos,

que son acuarelas de suspiros,

de sollozos perdidos,

que no quisieron emular gotéeles,

ni poemas escritos.

Ni versos de dolores desdeñados

o nostalgias que se escribieron en noches largas,

un almendro echado sobre la cama,

el lecho del que se escapa el alma

en vuelos de flores blancas.

Mientras, tiembla la puerta

con el viento de mi pena forzando la chapa vieja,

torbellinos sin fuerza que se quedaron en nada,

rezando en espigas de madrugada.

Siseos de brisa que se escapa

huyendo contrita, para que el sol no le pille destapada

y deje el campo libre,

libre la mañana para que tórtolas vuelen

y aventen lástimas como se aventa la paja.

Y dejé que murieran de mis ojos los flecos negros

que torcían ese cielo para convertirlo en pampa,

donde galopasen zainas estrofas

con espuelas doradas,

besando las hierbas altas, saltando mandados

hilos de agua escurridos en mi almohada,

silenciosos algodones forrados de Luna

entrando por mi ventana,

para romper los murmullos: arados labrando el alma.

 

Manolo Madrid

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