lunes, 27 de octubre de 2025

 

Armagedón

 

No cerréis vuestros ojos al Oriente

cuando tropas serenas formen filas

en el plano, mirando las turbinas

en el Megido valle, aún oscuro,

y esgrima Josafat su bruna espada,

el brazo iniciático del cruel

Armagedón, profético combate

caído de la bíblica enseñanza.

Y serenas, con viento en rostros tersos,

las miles de centurias batirán

escudos con espadas atronando

las colinas en ecos angustiosos

mientras rugen motores. Y las levas

subirán las escalas atestando

sentinas de navíos con destinos

a lizas estelares decisivas.

No son citas cabales, citas justas,

ni se unirán ejércitos ilustres,

no veréis distintivos, ni galones,

no encontraréis botones acerados,

no serán uniformes con bordados

e insignias de esforzados mandos, jefes

de cuadrigas o carros de combate

erigidos de casco y pies de asalto.

Pensad en el silencio. Prematuro

éxodo, en autómatas y títeres

mecánicos, en leznas de luz blanca

y taladros de rayos, bolas huecas

con tóxicas bacterias, virulentos

gérmenes que volasen con el viento

para sembrar la muerte y agujeros

donde mane oleosa vuestra sangre.

Y el rugir subirá las naves negras

ocultando horizontes de nitrógeno,

ensuciando el azul celeste, el mar

y la Luna asustada ocultarán

su talante pacífico sin ver

símbolos, ni divisas de otros dioses

girando otras coronas de foráneos

conquistadores, Aliens implacables.

El espacio será plasma de luz

y energía de hidrógeno en fusión,

se desvanecerán, por miles, almas

de gentiles y esclavos y sumisos

resignados y siervos humillados

en la gleba, forzados a rebenque

por labranzas, avances del destino

de un mundo equivocado y sin razón.

 

Manolo Madrid

domingo, 26 de octubre de 2025

 

Nuevos dioses

 

Te aseguro que algún día

serán dioses de otras caras;

distintas actitudes

para mirar reinos y diásporas.

Y serán otros pueblos y ojos extraños

los que alzarán miradas a hornacinas,

imágenes de santos y sumisas beatas,

tantas vírgenes y ofrendas acaparadas,

a clérigos y papas

en iglesias de distantes coyunturas,

pretéritos juzgados por desidias

y aranas, vanidades,

faustos días e infaustas noches,

duras oraciones

para clamar a dioses y arcángeles;

y no serán de rostros y de gestos

conocidos, ni escritos de evangelios

con firmas y marchamos de autoría…

¡de garantías!

Miren bien las tapas

de las Biblias intrusas,

donde rezan otras razas

y credos a figuras de dioses,

criadores y altísimos

señores de galaxias y estrellas,

quizá Sirio, quizás Orión o Betelgeuse

u otras que se asomaron en troneras

de pirámides, momias de futuros

a los que habrán de orar generaciones

de un mundo constreñido a perecer.

Ved bien las tapas,

¡¡¡miradlas pintadas de oropel!!!

 

 

Manolo Madrid

lunes, 20 de octubre de 2025

 

Has oído mi canto

 

 

¿Has oído mi canto?

¿Has escuchado mi voz,

que está llamando entre suspiros alzados  al cielo,

con mis gritos desesperados?

Aves de aire largo,

truenos entre los rayos,

alaridos y lamentos,

gemidos.

Más que aullidos…

son clamores de Luna y cierzo,

viento que me acunas en noches,

desamor que me fustigas,

¿has oído ciertos los sollozos

que airea el céfiro con locura?,

ciclón que gira el alma que me duele y se rasga,

¿lo has oído

y has visto como vuela en lontananza?

No son nublos

no son cirros de espesura,

no son oscuras gotas de locura…

son retorcidos días que se escapan

que huyen vacíos de ti,

nada que complete mi aura,

tristeza de alma infausta,

brisa perdida,

sin aromas de tu vida

y torbellinos negros que te olvidan,

que te alejan de mí.

Mira encubrir mis desgarros con besos y caricias,

mira olvidar tormentas de zozobras,

mira llevar mis angustias a planetas oscuros

donde viven celos,

llamas de ardorosos amantes,

de fanáticas lujurias,

polvareda de abrazos carnales

y dejad que mi caricia sea de golondrinas,      

suaves alas que rozan como rosas de fragancias

la corteza,

mi corteza que amarte te codicia.

¿Has oído mi canto y escuchado mi voz?

 

Manolo Madrid

 

jueves, 16 de octubre de 2025

 

El huerto

 

Quién miró a la Luna, triste bajo los mustios olivos,

haciendo coro de amigos, melancólicos, dolientes

músicos de serenatas, noctámbulos concertistas,

rapsodas de hojas cetrinas que sisean como flautas;

y las rondas de oraciones implorando condolencias

para la sombra que apunta con un beso como fuese

un dedo de traición; quién miró en pie, sobre hierba muda,

que no supo contar nada, quien miró, cabeza gacha,

y contó las piedras blancas, sendero marcando el alba.

Por qué la cara del cielo se marchó despabilada

mientras se hincaban rodillas para labrar el camino

que al martirio con espinas treinta monedas llevaban.

¿Qué cantaron las cigarras para oídos de soplillos?,

órgano chirriante, címbalo estridulador, llamando

persistente al centurión del rebenque que azotaría

a su señor, empujando su sendero hasta llevarlo,

con multitud de judíos, a clavarlo en un madero.

¿Quién puso su nombre al huerto?, cúspide de algún collado,

que dejó la senda triste cruzando sin horizonte,

pasando bajo solanas y crudezas invernales.

¿Quién era Getsemaní y fue propietario de un jardín?,

que no supo poner trabas en pared enjalbegada,

para dejar, en adobes y cal, cortada memoria

que nadie hubiese tenido que escribir ni recordar.

  


Manolo Madrid

miércoles, 15 de octubre de 2025

 Ya no pasa el tren


Dos raíles de tristeza mueren en la lejanía,

los he visto desde el puente con mis ideas temblando,

con mis recuerdos más viejos, apretados y tristes

bajo la mañana fría, con viento de primavera

dando curvos torbellinos sobre la vieja madera

y traviesas olvidadas, donde se celan tranquilos

dos ratoncillos pardos y unos topos que escaparon

del veneno que vertieron en las hierbas de los prados.

¿A qué hora llega el expreso?, preguntó la oveja negra

a sus compañeras blancas, hacinadas sin prisas,

triscando entre los carriles pastos que asoman retesos,

hojas de hierba resecas, con el verdor olvidado,

sin pensar que alguna rueda los cortase cuando crecen

y se empinaban sobrados, para fisgar los andenes,

y ver señales de chapa que apuntan con sus brazos

la circulación parada de aquel tiempo ya pasado.

Se oxidaron las agujas y apagaron las bombillas

que a semáforos daban vida, parece que murió el tren

dejando en silencio el campo, que en otrora madrugaba,

cuando silbaba tan fuerte vetusta locomotora

que en el sendero bufaba, corriendo con diligencia

por saludar al paisaje y despertar la mañana,

muerta la tarde a la vuelta y los festivos a las cuatro,

para alegrar la comida de algunos buenos cristianos.



Manolo Madrid

 

martes, 14 de octubre de 2025

 

Versos del aura

 

De algún ignoto universo, sobre doradas trompetas

presas en carros de aromas y clarines de seda ungidos,

las marionetas arrastran ruedas hechas de mil castigos;

látigo en mano el sicario, relámpagos que les canta

susurrando con el viento que se acuesta sobre trigos

y despierta con el Sol cuando la Luna se ha ido;

el horizonte en rosa se pinta y aquella montaña umbría

en índigo se dibuja, niebla que le engalana el camino,

que luego llega la lluvia, besos en cofres de nube uncidos,

para tonificar la sangre que mueve tu molino.

Y binzas de promesas dulces humedecieron la tierra

para que broten de noche amoríos que te embargan

y misterios que te llevan; ora susurran pestañas

que las recatadas velan y en los jardines... suspiros,

que en avenidas del parque, largas zancadas aguaitan

en busca de mis poemas, para arrullaros de versos

que de mis labios emergen, ¡frescas fuentes de agua!,

armonizando rumores en bocas de trovadores,

jazmines dulces de Diana tornasolados al alba,

con poetisas y vates arrullando las palabras. 

 

Manolo Madrid

domingo, 12 de octubre de 2025

 

Ya me pusieron los grilletes

 

Ya me pusieron grilletes y cierres en las cadenas,

en los brazos y en las manos, abrochados los candados

con muchos cientos de vueltas esclavizando mis penas,

tormentos inesperados para apresar en condenas

tantos versos de mis rimas y rimas de mis poemas;

ya me prendieron los labios con hebras de fina seda

donde se tiñen de rojo los verbos que me secuestran.

Ya me quemaron los ojos para impedir que mirasen

la sangre de las mentiras que a tantas almas ajenas

los potentados regalan, como reliquias preciosas

y tapar con nubes negras las caras de los que duelen

buscando llanuras verdes y de justicia pamemas;

ya inundaron mis oídos con los aullidos de fieras

para ocultar los gemidos y los cantos de sirena.

Ya me clavaron las piernas en muñones de madera

por sujetar mis paseos en busca de quienes penan

y ahogar mis sentimientos en movedizas arenas

sin que allegarme pudiera, por consolar con mis besos,

a los que nada tuviesen y a los que nunca nacieran,

sin que el aura de las rimas que las pasiones enreda

diese en traer primaveras que sus almas florecieran.

 


Manolo Madrid

 

 

 

lunes, 6 de octubre de 2025

 

Sinestesias

 

Pasos de Dios entre rosaledas rotas

y apretados labios musitando rezos,

añoranzas blancas de mi sinestesia,

musicales notas en color de iris

y oraciones secas en aroma de lilas

que nada reclaman y a nada saben

y a nada atañen para roncos besos

de añiles labios, cuadriculadas bocas

dispuestas en sombras

de noches negras en sol gregoriano,

música de mimos

y sumisas mieles que te empujan

para no llegar nunca y descubrir

grises desconsuelos

en mis madrugadas;

y pasos de Dios regando escalas opacas,

transparentes banzos

y luces que se escapan,

huellas de pausas densas,

para oír las horas

donde susurran auras y huyen ideas,

hijas alocadas de corduras vanas

teñidas si duermes con roja ira,

perfiles soñados de ciudades santas

y dioses extintos en guerras de sangre

y flautas de hiel; orificios urdidos

por donde escapan palabras del alma

en agria quietud, desnudando tu piel

y, en tus ojos, océanos de lágrimas,

frutas insípidas que curten las manos

temblonas de piel pálida y sudada,

fieles de la muerte y fieles de las armas.

 

Manolo Madrid

viernes, 3 de octubre de 2025

 

De la ciudad

 

Y dejélos ir: tiempo, ojos, pensamientos

entre motores y tráfico de ciudad;

jadeos vivos de estructuras que palpitan

tenaces, sólidas, con rectilínea identidad.

Que no se dejaron abatir de ninguna noche,

ni en cualquier esquina emancipada de sol:

un oasis libre de clandestino reproche,

un atolón de la noche sembrado de ubicuas sillas

en las que podemos incrustar cimientos, estados

y poemas para contar personas y gorriones,

peatones y palomas, habitantes de aceras

y paseos cuadriculados e intrascendentes,

escrutando al frescor de la sombra, la vida ¿o… qué?

Quizá, una burbuja de soledad entre gentes,

un universo privado sin espacio sideral

donde puedas humedecer tu sonrisa con el frío

tintineo de témpanos cúbicos e inocentes

que navegan flotando en un tímido mar

constreñido entre paredes lisas y curvas de cristal,

llevado de tu mano temblorosa de sed

y olvidar el río de penurias y agostarse

bajo alguna sombrilla torneada y amiga.

Una palmera de reclamo y publicidad

con que poder esquivar la vida que se te aploma

y después, asediado por el humo y los aromas,

dejarte venir una sonrisa hasta la boca.

 

Manolo Madrid