lunes, 14 de marzo de 2011

Tus Hojas secas

Son esas tardes de otoño, cuando se desnudan los árboles, tardes de silencio en un parque dotado de un banco solitario, de piedra o de madera, o de pensamientos abstraídos que te dejan recapitular sobre la vida, las cosas, el paso de los días y lo que se convierte en símbolos con brevedad, sólo para ojos que saben mirar el interior y descifrar sentimientos escondidos, no apto para todos.
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Tus hojas secas

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Ayer,

me agaché hasta el suelo

y tomé en mis manos

aquel puñado yermo,

aquellas hojas secas

que mi amigo árbol

sacudió en sus ramas,

para alfombrar mis pasos

y acariciar mis dedos.

Ayer,

levanté mi cara

y miré al invierno,

que cabalgaba inquieto

sobre las nubes negras,

sobre las hojas pardas

que sacudía el viento,

desnudándome el alma

desfalleciendo mi cuerpo.

Ayer,

orillé la fuente

que vive en el parque

murmurando mi nombre

con tan largo acento,

recitando mis versos

en la helada tarde,

para besar mi cuerpo

con el agua de su sangre.

Ayer,

reposé los años

sobre el duro asiento,

bajo los brazos largos,

dejando que el cierzo

se llevara lejos

a los cuervos negros,

los recuerdos tristes

de mis viejos miedos.

Ayer,

le pedí a aquel pardal

que me miraba atento,

que subiera mis ojos

en un pronto vuelo

más arriba del aire,

donde duermen despacio

los brotes más tiernos,

de aquel ciprés viejo.

Ayer,

dibujé en la tierra

bajo la lluvia fina,

sobre la gruesa arena,

una paloma blanca

y otra paloma negra,

que con su pico decía:

sube conmigo a la Luna,

para ser mi prisionera.

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Manolo Madrid

Del poemario Soplador de vientos

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Campanadas de Santa María

De aquel tiempo, ya amortiguado por la vida y la distancia, en que viví en Aranda de Duero, casi frente a la iglesia de Santa María, de aquel día triste en que el espíritu del viejito de cada tarde se marchó a sobrevolar los campos y saltar las nubes sin que los ojos de su dueña pudieran secar sus lágrimas, de aquella tarde en que las campanas volaron tristes, de aquella ventana salió mi poema y aún, a pesar de los años, lo he ido cambiando una y otra vez guiado por la perspectiva que te da el transcurrir de los días.
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Campanadas de Santa María

.

De Santa María doblan

sus lamentos las campanas,

de sus piedras trabajadas

con cincel de vieja estampa,

saltan, bullen en cascada,

primero canta la grave,

luego... replica la hermana.

Espaciadas en la tarde

de una otoñada nublada,

pasean acompasadas

por palomares y tejas,

por corredores y plazas,

por enredados casones

de blasonadas fachadas,

su reiterada sonata.

Y entre rastrojos y valles

escuchando en lontananza,

los tordos y picarazas,

y en las galeras, los mozos,

que recogen remolacha

en los barros farragosos

de la tierra trabajada,

en silencio y descubiertos,

antes la voz de la grave,

llega nada más tarde...

el tilde de la hermana.

Así, pausadas, sin tregua,

fraternas, vibrando el alma,

publican la mala nueva

escudriñando las vegas,

las laderas de las lomas,

serpenteantes cañadas,

enredando en los enebros

y en agostadas retamas,

las duras notas de bronce

que se doblan sin pausa.

También escuchan dos ojos

desde empinada ventana,

rasgando en mil silencios

sus mejillas arrugadas,

¡compañero de la vida,

qué vacía está la casa!

sólo dejarás silencio

cuando acabe la tonada,

que en la taimada tarde

Santa María reclama.

¿Y cómo será la espera

para repetir la nana?

pensamientos que se clavan

entre insumisas lágrimas,

para que en el largo valle,

atento en otro mañana,

la voz ronca de alguien

musite al compañero:

¡escucha, oye… escucha,

cómo hablan las campanas!

De Santa María doblan

en triste tarde pausada,

primero... grita la grave,

luego... replica la hermana...

Manolo Madrid
Del poemario Palabras, sólo palabras

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