Poeta del aire

Poeta del aire
En el recodo de los vientos,
donde vuelan las campanas
para que despierte el Duero,
levanta su porte el castillo
erguido sobre las aguas
que verdean en la tarde,
reflejando las cigüeñas
caminando con sus alas
sobre caminos de aire.
En las almenas, sentado,
al contraluz de la torre
y al frescor de los jardines
escribe versos el poeta
con la tinta de su sangre,
sobre amarillentas hojas
del otoño que llegó antes,
contando de tantas flores
sus aromas, sus amores
y los colores de sus ropajes.
Después de terminar el día
y otros tantos que vinieron,
mirando llegar las nubes
que despiertan el invierno,
viendo desnudas las ramas
que del Sol le protegieron,
las palabras que nacieron
se quedaron en la tierra,
empapadas de la lluvia
que la sangre diluyeron.
Explica, poeta sin versos,
preguntó la Luna en el cielo
saliendo detrás de la nube
que había mojado el poema
escurrido en el húmedo suelo,
para escribir esas rimas
los colores que tenían
y sus congojas de amores.
Dime, poeta del tiempo,
gorjeó volando una alondra
que ya llegaba muy tarde
para escapar de los fríos
que venían con el cierzo,
cómo dirás a los niños
esas frases y esas trovas
para que aprendan despacio
las verdades que se esconden
en canciones y en sonetos.
Pero el poeta del parque,
pintando flores de barro,
levantó despacio los ojos
para indagar en el cielo
y gritó mirando hacia el valle:
ya enseñaré a los pardales
las palabras de mis labios,
para que vuelen muy lejos
y las reciten con trinos
Etiquetas: alondra, Castillo, flores de barro, Manolo Madrid, POeta del aire, recitar con trinos
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