viernes, 20 de enero de 2012

¡Ea, mi niña, ea!

No es la primera vez que me surje un poema traído por la influencia de esos pequeños que tuvieron la desdicha de nacer entre edredones de pobreza y como en mi poema "Se murió la niña" en mi poemario "Palabras, sólo palabras", he de hacer un gran esfuerzo a la hora de recitarlos para no permitir que el sentimiento más fuerte interrumpa la serenidad de mi voz.



¡Ea, mi niña, ea!



¡Ea, mi niña, ea! Querubines mueven las nubes
para sembrar el aire con algodón, de palabras
que nacieron esta noche, cuando cantó Selene
los versos de un poeta que jugaba con el arpa,
para romper silencios y dormir la madrugada.

¡Ea, mi niña, ea! Llegaba de miel el susurro
desde tupida acacia, ojos brillando oscuros
mirando nacer el río en que la Luna se baña,
viendo llover poemas desde estrellas salpicadas,
arrullando entre versos el hambre que le lloraba.

¡Ea, mi niña, ea! Hierba nueva de primavera,
bamboleada con el aliento de aquellas nanas
tarareadas desde estos brazos que te acompasan,
recitadas entre besos que mis ojos enviaban
acunando en mis senos el dolor que no cesaba.

¡Ea, mi niña, ea! Vuelan hebras de fina seda,
trenzada en los senderos que por la vida te llevan
relumbrando la mañana cuando el rocío riega,
reluciendo la solana que pronto la reseca
durmiendo en sus pestañas el anhelo de un poema.

¡Ea, mi niña, ea! Rodaron frutas de las ramas
para regar semillas en la exuberante tierra,
en almas y corazones donde injertar palabras
y germinar historias con niñas de madrugada
durmiendo en el silencio sus sonrisas apagadas.




Manolo Madrid
Del poemario “Semillas de aire”

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jueves, 19 de enero de 2012

Mi reino perdido

Los sueños son los que te llevan a esos viajes astrales, a visitar esos nuevos reinos donde el verbo queda subyugado, a veces mermada su capacidad de expresión por lo impresionante de aquello que sólo existe en tu fantasía y que se descuelga en la ventana de tu pensamiento sin que sepas de donde procedió la idea. Quizá algo permanece en nuestro más íntimo átomo que ha permanecido siempre con nosotros, sin que haya nada que nos explique el porqué.


Mi reino perdido


Desde apartado rincón de mi reino,
universo de extrañas fantasías,
cabalgando sobre corcel de vientos
cercó en aire su blonda cabellera
para brillar en mis oscuras noches
y dibujar las nubes de mis días
la dulce musa que descendió enviada
por alguna ventura del Olimpo,
indagando mi incierta madriguera,
escudriñando entre dorados trigos
y en luengos labrantíos de paciencia,
donde escondí, en pretérito de ayer,
mi soledad labrada sin reproches
tras dejarla beber en ancho río
de sueños recitados sin destino
.


Manolo Madrid


Del poemario “Semillas de aire

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lunes, 2 de enero de 2012

Mi noche



Quizá no tenga otras compensaciones, pero es posible que una sola noche de verano con la hierba sirviendo de cama y el cielo de cobertor, puedan conseguir que las lágrimas de aquel mendigo nazcan y resbalen por sus ropas ajadas mientras el concierto del universo empapa sus oídos para hacerle olvidar su desgracia.



Mi noche



Cerré de noche mis ojos,
aún mis penas y luego...,
luego escuchaba las notas,
campanadas en el aire,
y aquellos trinos del viento,
resonándome tan cerca,
naciéndome de tan lejos,
palpitándome el sonido,
latiendo y luego latiendo...
Latiéndome aquel latido
como espadañas del río
cantándome otro concierto,
violines de hojas y sombras
en mi huerto tan escondidos,
trompetas de agua y espuma
fueron moviendo el molino,
chicharras hablando, riendo
rimando con aquel ruido.
Y sobre el roble subidos,
ojos de parda abubilla
llevando entre sus rechinos
otro contrapunto amigo,
subrayando los silencios
que se ciernen tan pesados
llenando la noche parca,
de lujos para un mendigo.




Manolo Madrid


Del poemario “Preguntando el camino”

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