domingo, 5 de septiembre de 2010

Profecías de guerra


Surgieron como pequeñas ráfagas traídas por el viento prófugo de las noticias de cada día, de los temores de cada noche, de los ojos fugaces escapando en la penumbra entre la cortina y la apantallada lámpara del dormitorio. Después, algo en mi poemario "Alegorías plásticas" las unió para lograr la saga de las profecías y dejar una constancia escrita de algo que ocurrirá en un devenir angustioso. Puede que hoy sea un lapso distinto, pero no quiero guardarlo sólo para mí.
Profecías de Guerra
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Serán, quizá, lo que fueren,

que no lo que quisieren,

otros llegaron desde universos,

espacios multiplicados

por el factor del tiempo,

y nacieron los pensamientos,

arquetipos de mundos distantes,

ideas opuestas e irreconciliables

de razas que serán estigmas

suficientes para la guerra;

de nuevo el caballo verde

trotando desde los cielos

y rompiendo los campanarios,

trayendo a su compañera

la de la montura negra,

luchando por la mejor parte,

bajo la cruz de siempre,

labrada en tosca madera.

Correrá sin cesar el tiempo

en relojes de despachos

marcando la nueva era,

aquella que llamaremos,

el día hache y la hora cero;

y los soldados de Allah

serán repartidos por el suelo,

bañando de sangre occidente

antes de que un señuelo

llegue desde la extraña casa

que da vueltas en el cielo,

sembrando de fuego ardiente

desde la esquina del mundo

hasta las nevadas cumbres

que en el oriente se elevan,

desvaneciendo las criaturas

que habitan el continente;

luego se abrirá la gran grieta

por donde asomará enrojecida

la ardiente lengua del planeta,

que luchará con las aguas

que ambicionan invadirla;

entonces, todo se hará vapor

impregnado de veneno,

emponzoñándonos el aire

que respiraremos luego.

Aún, germinarán huracanes

que volarán ingobernables,

ocultando bajo sus sombras

a descendientes de mutaciones

con semblantes infernales,

que pululan por los campos

y los restos de las ciudades,

averiguando las razones

de políticas y religiones

que motivaron los combates;

agravios que aparecieron

desde que fueron los hombres

nacidos de otras especies

que llegaron mucho antes.

Todavía, habrá quienes griten

recordando la tormenta,

unos cuantos escondidos

en la empinada ladera,

en agujeros propiciados

por las saetas de fuego

que escupieron desde lejos

las manos de los guerreros;

¡mirad, ya vienen!, gemían,

sus ojos sin brillo clavados

en las nubes más oscuras,

donde se ocultan los buitres

por lanzas de fuego empujados.

¿Quién eres?, indagaron curiosos

los hombres que se apiñaban

contemplando estremecidos

a la divinidad de la vara,

que sin hacer ningún ruido

se manifestó ante todos,

amaneciendo desde la nada

tras un aroma de ozono

que hasta los ojos quemaba;

y en silencio y sin palabras,

señalando el Sol del cielo

con la punta de su lanza,

alzó de su mano un dedo

y con una voz que no sonaba,

dejó en la mente de todos

que sólo una era quedaba.

Y surgirá un nuevo planeta,

una vez que pasen los años;

por tierras de escoria y ceniza

correrán hasta los lagos

fangosos ríos de agua

arrastrando de los sembrados

el rojo trigo abrasado,

para que nazcan los verdes

que formarán nuevos prados;

sólo faltarán del paisaje

las figuras de dos piernas,

que se llamaron humanos.
Manolo Madrid
De mi poemario "Alegorías plásticas"

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1 comentarios:

Blogger Unknown ha dicho...

Este me gusta bastante Manolo.

alejandro.

25 de marzo de 2011, 5:02  

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