Profecías de guerra
Serán, quizá, lo que fueren,
otros llegaron desde universos,
espacios multiplicados
por el factor del tiempo,
y nacieron los pensamientos,
arquetipos de mundos distantes,
ideas opuestas e irreconciliables
de razas que serán estigmas
suficientes para la guerra;
de nuevo el caballo verde
trotando desde los cielos
y rompiendo los campanarios,
trayendo a su compañera
la de la montura negra,
luchando por la mejor parte,
bajo la cruz de siempre,
labrada en tosca madera.
Correrá sin cesar el tiempo
en relojes de despachos
marcando la nueva era,
aquella que llamaremos,
el día hache y la hora cero;
y los soldados de Allah
serán repartidos por el suelo,
bañando de sangre occidente
antes de que un señuelo
llegue desde la extraña casa
que da vueltas en el cielo,
sembrando de fuego ardiente
desde la esquina del mundo
hasta las nevadas cumbres
que en el oriente se elevan,
desvaneciendo las criaturas
que habitan el continente;
luego se abrirá la gran grieta
por donde asomará enrojecida
la ardiente lengua del planeta,
que luchará con las aguas
que ambicionan invadirla;
entonces, todo se hará vapor
impregnado de veneno,
emponzoñándonos el aire
que respiraremos luego.
Aún, germinarán huracanes
que volarán ingobernables,
ocultando bajo sus sombras
a descendientes de mutaciones
con semblantes infernales,
que pululan por los campos
y los restos de las ciudades,
averiguando las razones
de políticas y religiones
que motivaron los combates;
agravios que aparecieron
desde que fueron los hombres
que llegaron mucho antes.
Todavía, habrá quienes griten
recordando la tormenta,
en la empinada ladera,
en agujeros propiciados
por las saetas de fuego
que escupieron desde lejos
las manos de los guerreros;
¡mirad, ya vienen!, gemían,
sus ojos sin brillo clavados
en las nubes más oscuras,
donde se ocultan los buitres
por lanzas de fuego empujados.
¿Quién eres?, indagaron curiosos
los hombres que se apiñaban
contemplando estremecidos
a la divinidad de la vara,
que sin hacer ningún ruido
se manifestó ante todos,
amaneciendo desde la nada
tras un aroma de ozono
que hasta los ojos quemaba;
señalando el Sol del cielo
con la punta de su lanza,
alzó de su mano un dedo
y con una voz que no sonaba,
dejó en la mente de todos
que sólo una era quedaba.
Y surgirá un nuevo planeta,
una vez que pasen los años;
por tierras de escoria y ceniza
correrán hasta los lagos
fangosos ríos de agua
arrastrando de los sembrados
el rojo trigo abrasado,
para que nazcan los verdes
que formarán nuevos prados;
sólo faltarán del paisaje
Etiquetas: Allah, divinidad, escoria, guerra, humanos, ideas inútiles, Manolo Madrid, mundos, planeta, razas, Sol
1 comentarios:
Este me gusta bastante Manolo.
alejandro.
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