jueves, 26 de junio de 2025

 


Me encontré con un alma

 

Me impactó el olvido de aquel

que fue un desconocido

en algún terrible accidente,

donde quedaron cuerpos

de quienes no fueron reclamados

por deudos ni familiares,

tampoco por algún amigo;

luego fueron dados a la tierra

en algún camposanto perdido,

en algún pueblo triste,

uno que le nació como un grano

a una carretera en algún arcén.

Y el alma del penado

quizá vague entre los hierros calcinados

o los campos dormidos

o los trigos abandonados.

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Me encontré con el alma de un viajero,

entre olas de raíles y montones

de acero; rodaduras alargadas

y horizontes de fuego. Un envoltorio

escondido entre maulas de señoras

y abultados petates de atildados

caballeros. Brillantes las pupilas

me observó con recelo, sin moverse

de la sombra, temblando como un viejo.

¿Quién eres?, pregunté sin conocerle,

¿de dónde vienes?, dije sin creerme

las señas penetrantes de su imagen,

el aura palpitante de su albedo.

Soy vagabundo, nómada, velero

que transita caminos de crucero,

soy pecador del mundo que no quiero,

soy uno que quedó sin ir al cielo

y tampoco iré al infierno; rechacé

el limbo al no creerlo verdadero,

ni de Dios, ni lugar para acomodo

de mi abatido cuerpo, que olvidé

días atrás cerrado en el barniz

de aquel cofre, en el medio del estruendo;

alargada avenida de cualquier

cementerio, una lápida sin nombre

para acoger visitas las solanas

de las tardes del invierno, de mañanas

de domingo y noviembres de los muertos.

 

Manolo Madrid

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