miércoles, 22 de diciembre de 2010

Saga de las alegorías plásticas

Cuando los colores, la plasticidad de las cosas etéreas te inunda, es difícil sujetar la imaginación y las palabras surgen sin que puedas evitarlo. Así, en mi poemario "Alegorías plásticas", amanecieron aquellos poemas complejos de estructura y llenos del influjo de los dibujos que fueron antes, que nacieron primero. Algo realmente inusual en mi musa poética.
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Saga de las alegorías plásticas

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Azul y azul, estrella de mi limbo,

síncope de tales mundos perdidos,

los de mis divagaciones etéreas

y la lejana implosión de mi nova,

urdida desde planos de orates

que inalterablemente me observan,

desde labrantíos de lunáticos,

apóstoles llorosos y sufridos,

enseñando sus manos levantadas

invocando y gimiendo afligidos.

Y del azul, añil, trueca el blanco,

el albo brillante más persistente,

ese nacarado que tan pertinaz

envuelve inciertos los lamentos

junto a los gemidos de la gente,

aquellos que fueron idos de siempre,

unos, y otros que nunca llegaron

y que jamás tuvieron algún nombre,

que más tarde se quedaron inmersos

entre largos y compasivos deseos,

devorados por amargas envidias

que tampoco a mí me permitieron

germinar en sembradíos mis poemas

en su gris pretendido Universo,

donde el narcisismo es el éter

de tantos millones de ojos ineptos,

y de algunos millones más, ateos,

en tantos indefinidos aspectos.

Pero, sé que la levadura crece,

progresa y persiste incontrolada

se revuelve y empuja con fuerza

con la húmeda y pesada gravedad

de cada palabra que nace escrita,

horadando incisa, la piedra misma,

la impronta que genera la vida,

mirando aquellas trazas y huellas

que en tiempo llegaron desde arriba,

de todos los espacios y las simas,

del profundo telón de las galaxias,

del siniestro y gran agujero negro

que bulle y desprende su energía

en el epicentro del infinito,

del paradigma de mi Universo,

un confín ignoto e inesperado

de mi escondido y propio ego,

en el recóndito de mi cerebro.

Luego, el rojo, siempre tan intenso

como la misma sangre de la vida,

se apodera mezquino de todo

y retiene para sí la historia,

y para generaciones futuras,

en alargadas cadenas de genes,

sujetos por complicados axiomas,

urdidas de herencia intemporal

por misteriosos impulsos oscuros

y antiguos designios tenebrosos,

que impíos nos desgastan y afligen,

y que nos destruyen con oraciones

de religiones sombrías que surgen

como brotan en rosas las espinas,

dioses desde la lejana Gondwana

la antigua y primigenia Tierra,

la diosa más vernácula y fértil

que nos lleva al futuro flotando

sobre ardientes océanos de lava,

que subyacen hirviendo soterrados:

la sangre de la tierra más anciana.

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Manolo Madrid

De mi poemario "Alegorías plásticas"

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