viernes, 5 de diciembre de 2025

 

¡Loco!

De “Rumores del Duero

 

¡Loco, loco!

Quiero que eternamente me llames loco,

porque veo con mis ojos,

porque toco con mis dedos,

porque siento con mi pecho

otros confines y valles,

porque huelo entre las calles,

en las plazas y portales,

distintas flores nuevos ecos.

Y paseo en otros parques,

porque acarician mis dedos

cada noche y cada día

otros mundos que rodean,

otras lunas que me miran

y otros cielos de verdades,

porque lloro en cada instante

lo que ríes de alegría.

 

Manolo Madrid

jueves, 4 de diciembre de 2025

Luna de día

De “Rumores del Duero

 

Se había roto la madrugada,

era Sol de agua

y vapor de Luna

navegando perdida,

navegando asustada.

Entre la niebla del nuevo día,

flotando en el cielo,

pálida,

ingrávida,

acosada entre nubes

protectoras amigas

que pretendieron ocultarla,

esconderla del día,

del redondel de fuego,

y del brillo titilante

de estrellas alejadas;

una refulgente alegoría,

cual si fuese del escondite un juego,

escapando de la radiante esfera

escapando de la luz soleada

y nunca consiguiese encadenarla.

Y la Luna divagaba, pensativa,

tímida y recatada,

color de plata,

presumida entre avecillas

enamoradas

que iniciaban su vuelo al alba,

abanicando con sus alas a Diana

que siempre buscó la noche,

Selene,

atrapada en la mañana.

 


Manolo Madrid 

miércoles, 3 de diciembre de 2025

 ¡Ay, del desamor!

(De "Rumores del Duero")


 

¡Ay, del desamor!,
como hieren las espinas
cuando lo son
de las manos más queridas,
que insensibles al dolor
van deshojando tu flor,
corola de tus pensamientos,
aún, cáliz de nácar
de tus sentimientos...,
cuando lo son.
Hoja por hoja, pétalo a pétalo,
recuerdo a nostalgia,
siquiera un momento
como al fin de los días,
atajos de la vida,
cuando son
aquellos besos olvidados,
con su saliva de miel
y lirios de tus galanteos
viendo la mirada herida
y buscando sólo vengar
la ofensa recibida...,
cuando lo son,
delirios y temblores
y dedos ardientes
que te desnudaban tanto,
de tanto amor,
inventando romances,
alguna historia
con la que alguna vez
tú fuiste ungida,
alguna noche que fue tu gloria
en seda de abrazos
y miríadas de caricias,
labios de beso
y besos de mil mentiras,

lacre de fuego
y promesas de espinas,
cuando lo son.

 

Manolo Madrid


martes, 2 de diciembre de 2025

 

Mi torre

(De "Rumores del Duero")

 

Desde mi compleja torre,

estancado tanto tiempo,

encerrado entre la vida

del centro del Universo,

desde aquí, oteaba el viento

con las preguntas más duras

entre mis labios muriendo,

¿para qué será la vida?

¿porqué este campo infinito

que desde mi espalda olvido

y en el horizonte incierto

de mi percepción errante

cada madrugada pierdo.

Y subido en una almena,

aquella tarde nublada,

con palabras afiladas

pretendí matar las horas

usando duros reproches

como si fuesen espadas,

sintiendo arañar mi cara

los minutos de mutismo,

capitulando mis noches,

apretando los segundos,

agitando cada instante

torbellinos de silencio

que habitan en esos mundos.

Desde mi torre altanera,

dejando flotar mi angustia,

cucos del aburrimiento,

giré los ojos velados

en busca de las razones

que trajeron del vacío

las opacas realidades

que me sujetan erguido

en el caudal de mi río,

en la corriente agitada

de la vida presurosa

a la que nunca he pedido,

de la que no tuve nada.

Y subido en esa almena,

sin conocer el destino

de la agitada acrobacia

que a las multitudes tordas

revuelven con los vencejos,

pregunté un nuevo camino

que me sujete en el suelo

para llevarme tan lejos,

airado como los truenos,

como un rayo enfurecido,

sin que nadie contestase

el sentido más concreto

por lo que muchos vivimos.

 

Manolo Madrid

 

 

 

lunes, 1 de diciembre de 2025

 

 

Tus ojos se miran

De hojas y ramas
(Rumores del Duero)

 

Desde tus rizos de oro

hasta mis hebras de plata,

muchas Lunas se durmieron

al despertar la mañana.

Oro barnizando el aire

donde se bañan las aves

donde se agitan de luces

tus mechones en mis besos.

Bucles que alborota el viento

y pasean por mis labios,

haciendo que yo respire

el aroma de tu cuerpo.

Luego tus ojos se miran

en el fondo de mi espejo,

pupilas enamoradas

brillos con el color negro.

Palpitan aún tus senos

agitados por el roce

de mis labios en tu pelo

susurrando mis te quiero.

 

 

Manolo Madrid

 

 

domingo, 30 de noviembre de 2025

 

Ay, de septiembre

De Rumores del Duero

 

Ay, de septiembre las tardes,

que se apagan lentamente

mientras se cubren los parques

con las ropas arrugadas

que se despojan los árboles,

para que jueguen con ellas

los niños y los pardales.

Y cuan lentas las campanas

en las iglesias cercanas,

que giran tan presumidas

y voltean sus herrajes

rompiendo el cristal del aire,

por gritar a golondrinas

camino de sus lugares.

O las tardes de los tilos,

que campean en la plaza

mirando correr las nubes

que tan volubles pasean,

dibujando las figuras

que mis poemas escriben

y mis recuerdos consuelan.

Los jardines del castillo,

con sus paseos callados,

con sus árboles de otoño

que con ocres y amarillo

sus ramas han revestido

y han alfombrado los suelos

suavizándome el camino.

Ay, septiembres de Zamora,

cuando acarician las flores

para extraerle su aroma

y llevarlo sutilmente

entre placitas y calles,

donde pasean sin prisa

la gente que las anima.

Ay, veranillos callados

que dejáis paso en silencio

a las tardes que se agotan

a las noches que se alargan,

a los cielos otoñados

y a las crecidas del río

que se llevan vuestras hojas.

 

Manolo Madrid

 

sábado, 29 de noviembre de 2025

 

Sonaron las voces roncas

De  “Rumores del Duero”

 

 

Resonaron las voces roncas de los bronces en la tarde,

notas oblongas ocuparon los paseos en el parque,

colgando de cielos, farolas y los nidos de las aves,

cual si fueran los brazos largos y pesados de los sauces.

¿Porqué gritaban las campanas?, indagó gota por gota

la fuente del estanque, permitiendo por su caño añado

desbandadas de quisicosas que escucharon los pardales,

que volaron subyugados para consultar las verdades.

¡Corred, avecillas, corred, en las avenidas del aire!,

y apresuradas volved antes de que el anuncio se apague,

antes de que lleguen las sombras y dejen roncos los chorros

que me mantienen despierta, que de mis surtidores nacen.

¡Volad, pequeñas, volad!, ora que aún existe la tarde,

para contarme de cierto por que voltean los herrajes,

antes de que las luces que despiertan amores fugaces

palidezcan la Luna que al firmamento suscribe antes.

Después, pasearon despacio, varias nubes presumidas

que regresaron desde oriente para bañarse en el Sol

y teñir sus ropas de tonos dorados, tenues, rosados,

que atasen ojos de peregrinos, poetas y otros locos.

También vinieron más tarde bandadas de agitados trinos,

para revelar a la fuente desde ramas colindantes

gacetillas que habían traído aprendidas en su vuelo

mensajeros de pardas plumas con el lance entre sus picos.

¡Ya sabemos lo sucedido!, manantial de quien bebemos,

que las campanadas sonaron porque ha llegado uno nuevo,

un descendiente del pueblo y es benjamín de un carpintero,

nos lo explicó una cigüeña que tiene su nido en el cielo.

 

 Manolo Madrid

 

jueves, 27 de noviembre de 2025

 

¡Ay, poeta!

De Rumores del Duero

 

¡Ay, poeta de las noches! ¡Ay, poeta de las tardes!,

trovador de las palabras, de las estrofas rimadas

que campas por los pasillos hasta que te llega el alba,

demandando aquella musa que se ha marchado olvidada

dejándote el alma llena de penas, llena de amores

que no pudiste plantar sobre los versos de tus coplas

para dejar confesada la historia de tus temores.

¡Ay poeta que a la Luna desde un otero llamabas!,

pidiéndole que encontrase a la señora de las rimas

para pedirle llorando que viniera cada noche

al sonar las campanadas del reloj de aquella torre,

aquella que nace enfrente de la ventana enrejada,

aquella de la calleja tras de la iglesia del pueblo

donde se asoma la niña que dejaste enamorada.

¡Ay, poeta, que reías; ay, trovador que llorabas!,

por las calles y las plazas cerca de la madrugada,

en busca de tu memoria, recordando tus palabras,

aquellas que dibujaban los besos y los abrazos

que furtivo disfrutabas al amparo de las rejas,

al olor de los geranios nacidos en la ventana,

al sonar de los poemas que enamorado cantabas.

 

Manolo Madrid

domingo, 23 de noviembre de 2025

 

Poeta del aire

Poemario “Rumores del Duero

 

En la esquina de los vientos,
donde vuelan las campanas
para que despierte el Duero,
levanta porte el castillo
erguido sobre las aguas
que verdean en la tarde,
reflejando las cigüeñas
que regresan a sus nidos
caminando con sus alas
sobre caminos de aíre.
En las almenas, sentado,
al contraluz de la torre
y al frescor de los jardines,
el poeta escribe versos
con la tinta de su sangre,
sobre amarillentas hojas
del otoño que llegó antes,
contando de tantas flores
sus aromas, sus amores
y el color de sus ropajes.
Después de acabar el día
y otros tantos que vinieron,
mirando llegar las nubes
que despiertan el invierno,
viendo desnudas las ramas
que del Sol le protegieron,
las palabras que nacieron
se quedaron en la tierra,
empapadas de la lluvia
que la sangre diluyeron.

¡Habla, poeta sin versos!,
dijo la Luna en el cielo
saliendo tras de la nube
que hubo mojado el poema
caído al húmedo suelo,
¿qué harás a partir de ahora
para escribir esas rimas
que cuentan de tantas flores
los colores que tenían
y sus congojas de amores?
¡Dime, poeta del tiempo!,
trinó volando una alondra
que ya llegaba muy tarde
para escapar de los fríos
que venían con el cierzo,
¿cómo dirás a los niños
esas frases y las trovas
para que aprendan despacio
las verdades que se esconden
en canciones y sonetos?
Pero el poeta del parque,
pintando flores de barro,
levantó tardo los ojos
para indagar en el cielo
y gritó viendo hacia el valle:
¡ya enseñaré a los pardales
las palabras de mis labios,
para que vuelen muy lejos
y las reciten con trinos
desde plazuelas y calles!

 


Manolo Madrid

jueves, 20 de noviembre de 2025

 

Plaza de Arias y tilos

Del poemario “Rumores del Duero”

 

Asimétrica, alargada,

de extremos curvados

y pasos empedrada,

entre muros de conventos,

y casas de devociones,

redoblando campanadas;

la parentela de tilos

suben altivos en el centro

alineados y verdes,

hasta caer el invierno;

las sombras abrigan luces,

lentos susurros, silencios

y tal que día tras día

viene adormilando el tiempo,

como que noche tras noche

no doliese nada

y no soplase cierzo.

Desde la estrecha acera,

de redondos veladores

y sillas avecinadas,

la que nació porticada,

dejo resbalar mis ojos

en cierta aromada tarde

esperando las campanas

unas de San Ildefonso,

más profundas y más roncas,

tan lentas, tan espaciadas,

atrayendo en tales voces

a Musas y tantas diosas

para que rimen palabras,

esas que inspiran poemas

a la placita de tilos,

austera plaza de Arias.

 

Manolo Madrid