martes, 2 de diciembre de 2025

 

Mi torre

(De "Rumores del Duero")

 

Desde mi compleja torre,

estancado tanto tiempo,

encerrado entre la vida

del centro del Universo,

desde aquí, oteaba el viento

con las preguntas más duras

entre mis labios muriendo,

¿para qué será la vida?

¿porqué este campo infinito

que desde mi espalda olvido

y en el horizonte incierto

de mi percepción errante

cada madrugada pierdo.

Y subido en una almena,

aquella tarde nublada,

con palabras afiladas

pretendí matar las horas

usando duros reproches

como si fuesen espadas,

sintiendo arañar mi cara

los minutos de mutismo,

capitulando mis noches,

apretando los segundos,

agitando cada instante

torbellinos de silencio

que habitan en esos mundos.

Desde mi torre altanera,

dejando flotar mi angustia,

cucos del aburrimiento,

giré los ojos velados

en busca de las razones

que trajeron del vacío

las opacas realidades

que me sujetan erguido

en el caudal de mi río,

en la corriente agitada

de la vida presurosa

a la que nunca he pedido,

de la que no tuve nada.

Y subido en esa almena,

sin conocer el destino

de la agitada acrobacia

que a las multitudes tordas

revuelven con los vencejos,

pregunté un nuevo camino

que me sujete en el suelo

para llevarme tan lejos,

airado como los truenos,

como un rayo enfurecido,

sin que nadie contestase

el sentido más concreto

por lo que muchos vivimos.

 

Manolo Madrid

 

 

 

lunes, 1 de diciembre de 2025

 

 

Tus ojos se miran

De hojas y ramas
(Rumores del Duero)

 

Desde tus rizos de oro

hasta mis hebras de plata,

muchas Lunas se durmieron

al despertar la mañana.

Oro barnizando el aire

donde se bañan las aves

donde se agitan de luces

tus mechones en mis besos.

Bucles que alborota el viento

y pasean por mis labios,

haciendo que yo respire

el aroma de tu cuerpo.

Luego tus ojos se miran

en el fondo de mi espejo,

pupilas enamoradas

brillos con el color negro.

Palpitan aún tus senos

agitados por el roce

de mis labios en tu pelo

susurrando mis te quiero.

 

 

Manolo Madrid

 

 

domingo, 30 de noviembre de 2025

 

Ay, de septiembre

De Rumores del Duero

 

Ay, de septiembre las tardes,

que se apagan lentamente

mientras se cubren los parques

con las ropas arrugadas

que se despojan los árboles,

para que jueguen con ellas

los niños y los pardales.

Y cuan lentas las campanas

en las iglesias cercanas,

que giran tan presumidas

y voltean sus herrajes

rompiendo el cristal del aire,

por gritar a golondrinas

camino de sus lugares.

O las tardes de los tilos,

que campean en la plaza

mirando correr las nubes

que tan volubles pasean,

dibujando las figuras

que mis poemas escriben

y mis recuerdos consuelan.

Los jardines del castillo,

con sus paseos callados,

con sus árboles de otoño

que con ocres y amarillo

sus ramas han revestido

y han alfombrado los suelos

suavizándome el camino.

Ay, septiembres de Zamora,

cuando acarician las flores

para extraerle su aroma

y llevarlo sutilmente

entre placitas y calles,

donde pasean sin prisa

la gente que las anima.

Ay, veranillos callados

que dejáis paso en silencio

a las tardes que se agotan

a las noches que se alargan,

a los cielos otoñados

y a las crecidas del río

que se llevan vuestras hojas.

 

Manolo Madrid

 

sábado, 29 de noviembre de 2025

 

Sonaron las voces roncas

De  “Rumores del Duero”

 

 

Resonaron las voces roncas de los bronces en la tarde,

notas oblongas ocuparon los paseos en el parque,

colgando de cielos, farolas y los nidos de las aves,

cual si fueran los brazos largos y pesados de los sauces.

¿Porqué gritaban las campanas?, indagó gota por gota

la fuente del estanque, permitiendo por su caño añado

desbandadas de quisicosas que escucharon los pardales,

que volaron subyugados para consultar las verdades.

¡Corred, avecillas, corred, en las avenidas del aire!,

y apresuradas volved antes de que el anuncio se apague,

antes de que lleguen las sombras y dejen roncos los chorros

que me mantienen despierta, que de mis surtidores nacen.

¡Volad, pequeñas, volad!, ora que aún existe la tarde,

para contarme de cierto por que voltean los herrajes,

antes de que las luces que despiertan amores fugaces

palidezcan la Luna que al firmamento suscribe antes.

Después, pasearon despacio, varias nubes presumidas

que regresaron desde oriente para bañarse en el Sol

y teñir sus ropas de tonos dorados, tenues, rosados,

que atasen ojos de peregrinos, poetas y otros locos.

También vinieron más tarde bandadas de agitados trinos,

para revelar a la fuente desde ramas colindantes

gacetillas que habían traído aprendidas en su vuelo

mensajeros de pardas plumas con el lance entre sus picos.

¡Ya sabemos lo sucedido!, manantial de quien bebemos,

que las campanadas sonaron porque ha llegado uno nuevo,

un descendiente del pueblo y es benjamín de un carpintero,

nos lo explicó una cigüeña que tiene su nido en el cielo.

 

 Manolo Madrid

 

jueves, 27 de noviembre de 2025

 

¡Ay, poeta!

De Rumores del Duero

 

¡Ay, poeta de las noches! ¡Ay, poeta de las tardes!,

trovador de las palabras, de las estrofas rimadas

que campas por los pasillos hasta que te llega el alba,

demandando aquella musa que se ha marchado olvidada

dejándote el alma llena de penas, llena de amores

que no pudiste plantar sobre los versos de tus coplas

para dejar confesada la historia de tus temores.

¡Ay poeta que a la Luna desde un otero llamabas!,

pidiéndole que encontrase a la señora de las rimas

para pedirle llorando que viniera cada noche

al sonar las campanadas del reloj de aquella torre,

aquella que nace enfrente de la ventana enrejada,

aquella de la calleja tras de la iglesia del pueblo

donde se asoma la niña que dejaste enamorada.

¡Ay, poeta, que reías; ay, trovador que llorabas!,

por las calles y las plazas cerca de la madrugada,

en busca de tu memoria, recordando tus palabras,

aquellas que dibujaban los besos y los abrazos

que furtivo disfrutabas al amparo de las rejas,

al olor de los geranios nacidos en la ventana,

al sonar de los poemas que enamorado cantabas.

 

Manolo Madrid

domingo, 23 de noviembre de 2025

 

Poeta del aire

Poemario “Rumores del Duero

 

En la esquina de los vientos,
donde vuelan las campanas
para que despierte el Duero,
levanta porte el castillo
erguido sobre las aguas
que verdean en la tarde,
reflejando las cigüeñas
que regresan a sus nidos
caminando con sus alas
sobre caminos de aíre.
En las almenas, sentado,
al contraluz de la torre
y al frescor de los jardines,
el poeta escribe versos
con la tinta de su sangre,
sobre amarillentas hojas
del otoño que llegó antes,
contando de tantas flores
sus aromas, sus amores
y el color de sus ropajes.
Después de acabar el día
y otros tantos que vinieron,
mirando llegar las nubes
que despiertan el invierno,
viendo desnudas las ramas
que del Sol le protegieron,
las palabras que nacieron
se quedaron en la tierra,
empapadas de la lluvia
que la sangre diluyeron.

¡Habla, poeta sin versos!,
dijo la Luna en el cielo
saliendo tras de la nube
que hubo mojado el poema
caído al húmedo suelo,
¿qué harás a partir de ahora
para escribir esas rimas
que cuentan de tantas flores
los colores que tenían
y sus congojas de amores?
¡Dime, poeta del tiempo!,
trinó volando una alondra
que ya llegaba muy tarde
para escapar de los fríos
que venían con el cierzo,
¿cómo dirás a los niños
esas frases y las trovas
para que aprendan despacio
las verdades que se esconden
en canciones y sonetos?
Pero el poeta del parque,
pintando flores de barro,
levantó tardo los ojos
para indagar en el cielo
y gritó viendo hacia el valle:
¡ya enseñaré a los pardales
las palabras de mis labios,
para que vuelen muy lejos
y las reciten con trinos
desde plazuelas y calles!

 


Manolo Madrid

jueves, 20 de noviembre de 2025

 

Plaza de Arias y tilos

Del poemario “Rumores del Duero”

 

Asimétrica, alargada,

de extremos curvados

y pasos empedrada,

entre muros de conventos,

y casas de devociones,

redoblando campanadas;

la parentela de tilos

suben altivos en el centro

alineados y verdes,

hasta caer el invierno;

las sombras abrigan luces,

lentos susurros, silencios

y tal que día tras día

viene adormilando el tiempo,

como que noche tras noche

no doliese nada

y no soplase cierzo.

Desde la estrecha acera,

de redondos veladores

y sillas avecinadas,

la que nació porticada,

dejo resbalar mis ojos

en cierta aromada tarde

esperando las campanas

unas de San Ildefonso,

más profundas y más roncas,

tan lentas, tan espaciadas,

atrayendo en tales voces

a Musas y tantas diosas

para que rimen palabras,

esas que inspiran poemas

a la placita de tilos,

austera plaza de Arias.

 

Manolo Madrid

martes, 18 de noviembre de 2025

 

Te dejé en la sombra

De mi poemario” Colmando las alforjas”

 

Claro que te dejé en la sombra

y me olvidé de tu nombre,

un nombre enamorado, enamorado y sutil,

como un calificativo para apelar a ti

para traerme a ti,

para que tú nombre pidiera mi boca,

pidiera mis brazos y gemir como una loca, estremecida en la noche

hasta rezar al alba para dar las gracias al Cupido intransigente

y rogarle nuevas vigilias de pasión ardiente.

Y te dejé en la sombra y olvidé tu nombre

entre camelias y azucenas que desgranaban la noche,

entre jacintos y rosas

que desfiguraron tu sombra,

sombra en brazos complacientes,

tu nácar fulgurado por Diana,

tus ropas abrigando el césped y tus gemidos de nuevo hirvientes:

otros brazos, otra simiente, otra noche de enamorado, otras manos

que fuertemente te estrecharon hasta el amanecer despechado.

Y me olvidé tu nombre, te dejé en tu sombra, entre besos ajenos,

entre aroma de traiciones,

entre celos atropellados, entre hierbas que se enredaron

en mis pies menospreciados de susurros y gemidos,

entre amapolas asustadas por mis pasos huidos,

pasos movidos por celos,

por celos de enamorado,

por temblores de ira,

de furor arrebatado.

Te dejé en la sombra, entre aromas hirientes,

entre reflejos de nácar de tu piel ardiente,

entre ropas desperdigadas sobre el césped,

entre brillos de piel nacarada,

brillos de luna,

brillos de Selene,

entre la sombra…

tu piel reluciente.

 


Manolo Madrid

sábado, 15 de noviembre de 2025

  

 

----- El autobús -----

De mi poemario “Colmando las alforjas”

 

Tabletea el incordio en el asiento nueve,

el tiempo se adormece,

el pinar corre,

bajo las ruedas el espacio se alarga, se estremece,

viajan las ventanillas, brillan y se pierden;

bajo el sol y las nubes, en el asiento nueve,

los chopos gritan con sus brazos desnudos

que en el cielo se miran,

corren las ruedas y atrás se quedan perdidos almendros,

de blancas flores, frutos en ciernes.

Tabletea el incordio y mis párpados pesan,

mis ojos se duermen,

bajo el sol de ventanilla giran las ruedas,

bajo el sol de ventanilla los cristales miran

vidas que se alejan y otras que vienen,

caseríos y pueblos que están y se pierden,

se pintan de lejanía,

en las ruedas de autobús el tiempo merma,

el tiempo crece.

Tabletea el incordio, un cristal que se estremece

y mis párpados se vencen,

el autobús tiembla y su corazón late,

su corazón se mueve,

ruedas que no se pierden,

que siguen la cinta negra entre los prados verdes,

entre parcelas blancas, entre peñas y puentes;

tras los cristales llenos, viajan azules

los grandes cielos,

viajan las nubes y ruidos silentes;

tras los cristales nos siguen mirando pinares,

y las cepas sin brazos, tan indolentes,

y las uvas que esperan las primaveras verdes,

y las líneas perdidas en el horizonte

miran paradas al autobús que brilla

con ventanillas blancas, que presumen,

llenas de gente.

Tabletea el incordio en el asiento nueve,

el autobús avanza y se estremece

y llegará a la hora

en que la cinta negra,

en que la cinta muere;

en los cristales viajan montañas de la Castilla,

entre praderas verdes, entre praderas blancas;

y entre barbechos grises se remontan torcaces,

en los cristales viajan las cornejas y las liebres,

en los cristales viajan llanos y roquedales

y nutridas picarazas que pernoctan en los cables,

sobre los nervios largos que juntan postes

y atan ciudades,

centinelas toscos, escuetos militares,

crucificados cristos entre los cristales;

entre ventanillas, vidrio, donde viajan margaritas

y otras flores amarillas donde nunca crecen,

el autobús se escapa,

mis párpados pesan, mis ojos se duermen,

tabletea el incordio en el asiento nueve.

 

 

Manolo Madrid

 

viernes, 14 de noviembre de 2025

 

A mi madre

Del poemario "Colmando las alforjas"

 

 

He soñado en el último lugar de encuentro

y recordado la llegada de tu invierno,

aquellas nieves blancas de tu pelo,

blancas guedejas del recuerdo;

he soñado con tu manos, espigas de madrugadas

luchando contra el viento,

el llanto de un niño de recuerdo,

acariciando mis sueños que no serían buenos

y quizá se me perdieron.

Y tus manos abrazando mi recuerdo

y los caminos arrugados de tus dedos

que movieron en la noche

el invierno de mis fiebres,

el infierno de mis celos,

celos de adolescente,

que entonces se me perdieron.

He soñado en el último lugar de encuentro,

el invierno que navego con tu invierno,

y soñado con la bruma desvaída,

de tus ojos,

la calima que borra mis recuerdos

y he soñado, al recordar mi sueño,

con el blanco suspiro de tus cejas,

la blanca celosía de tus ojos

que rimaba con tu pelo.

 

Manolo Madrid