miércoles, 24 de diciembre de 2025

 

Ay, de setiembre

De

“Rumores del Duero”

 

Ay, de septiembre las tardes,

que se apagan lentamente

mientras se cubren los parques

con las ropas arrugadas

que caen de los árboles,

para que jueguen con ellas

los niños y los pardales.

Y cuan lentas las campanas

en las iglesias cercanas,

que giran tan presumidas

y voltean sus herrajes

rompiendo el cristal del aire,

por gritar a golondrinas

camino de sus lugares.

O las tardes de los tilos,

que campean en la plaza

mirando correr las nubes

que tan volubles pasean,

dibujando las figuras

que mis poemas escriben

y mis recuerdos consuelan.

Los jardines del castillo,

con sus paseos callados,

con sus árboles de otoño

que con ocres y amarillo

sus ramas han revestido

y han alfombrado los suelos

suavizándome el camino.

Ay, septiembres de Zamora,

cuando acarician las flores

para extraerle su aroma

y llevarlo sutilmente

entre placitas y calles,

donde pasean sin prisa

la gente que las anima.

Ay, veranillos callados

que dejáis paso en silencio

a las tardes que se agotan

a las noches que se alargan,

a los cielos otoñados

y a las crecidas del río

que se llevan vuestras hojas.

 

Manolo Madrid

 

lunes, 22 de diciembre de 2025

 

Sonaron las voces roncas

De "Rumores del Duero"

 

Resonaron las voces roncas de los bronces en la tarde,

notas oblongas ocuparon los paseos en el parque,

colgando de cielos, farolas y los nidos de las aves,

cual si fueran los brazos largos y pesados de los sauces.

¿Porqué gritaban las campanas?, indagó gota por gota

la fuente del estanque, permitiendo por su caño añado

desbandadas de quisicosas que escucharon los pardales,

que volaron subyugados para consultar las verdades.

¡Corred, avecillas, corred, en las avenidas del aire!,

y apresuradas volved antes de que el anuncio se apague,

antes de que lleguen las sombras y dejen roncos los chorros

que me mantienen despierta, que de mis surtidores nacen.

¡Volad, pequeñas, volad!, ora que aún existe la tarde,

para contarme de cierto por que voltean los herrajes,

antes de que las luces que despiertan amores fugaces

palidezcan la Luna que al firmamento suscribe antes.

Después, pasearon despacio, varias nubes presumidas

que regresaron desde oriente para bañarse en el Sol

y teñir sus ropas de tonos dorados, tenues, rosados,

que atasen ojos de peregrinos, poetas y otros locos.

También vinieron más tarde bandadas de agitados trinos,

para revelar a la fuente desde ramas colindantes

gacetillas que habían traído aprendidas en su vuelo

mensajeros de pardas plumas con el lance entre sus picos.

¡Ya sabemos lo sucedido!, manantial de quien bebemos,

que las campanadas sonaron porque ha llegado uno nuevo,

un descendiente del pueblo y es benjamín de un carpintero,

nos lo explicó una cigüeña que tiene su nido en el cielo.

 

Manolo Madrid

jueves, 18 de diciembre de 2025

 

¡Ay, poeta!

De “Rumores del Duero

 

¡Ay, poeta de las noches! ¡Ay, poeta de las tardes!,

trovador de las palabras, de las estrofas rimadas

que campas por los pasillos hasta que te llega el alba,

demandando aquella musa que se ha marchado olvidada

dejándote el alma llena de penas, llena de amores

que no pudiste plantar sobre los versos de tus coplas

para dejar confesada la historia de tus temores.

¡Ay poeta que a la Luna desde un otero llamabas!,

pidiéndole que encontrase a la señora de las rimas

para pedirle llorando que viniera cada noche

al sonar las campanadas del reloj de aquella torre,

aquella que nace enfrente de la ventana enrejada,

aquella de la calleja tras de la iglesia del pueblo

donde se asoma la niña que dejaste enamorada.

¡Ay, poeta, que reías; ay, trovador que llorabas!,

por las calles y las plazas cerca de la madrugada,

en busca de tu memoria, recordando tus palabras,

aquellas que dibujaban los besos y los abrazos

que furtivo disfrutabas al amparo de las rejas,

al olor de los geranios nacidos en la ventana,

al sonar de los poemas que enamorado cantabas.

 

Manolo Madrid

miércoles, 17 de diciembre de 2025

 

Poeta del aire

De “Rumores del Duero


 

En la esquina de los vientos,
donde vuelan las campanas
para que despierte el Duero,
levanta porte el castillo
erguido sobre las aguas
que verdean en la tarde,
reflejando las cigüeñas
que regresan a sus nidos
caminando con sus alas
sobre caminos de aíre.

En las almenas, sentado,
al contraluz de la torre
y al frescor de los jardines,
el poeta escribe versos
con la tinta de su sangre,
sobre amarillentas hojas
del otoño que llegó antes,
contando de tantas flores
sus aromas, sus amores
y el color de sus ropajes.

Después de acabar el día
y otros tantos que vinieron,
mirando llegar las nubes
que despiertan el invierno,
viendo desnudas las ramas
que del Sol le protegieron,
las palabras que nacieron
se quedaron en la tierra,
empapadas de la lluvia
que la sangre diluyeron.

¡Habla, poeta sin versos!,
dijo la Luna en el cielo
saliendo tras de la nube
que hubo mojado el poema
caído al húmedo suelo,
¿qué harás a partir de ahora
para escribir esas rimas
que cuentan de tantas flores
los colores que tenían
y sus congojas de amores?

¡Dime, poeta del tiempo!,
trinó volando una alondra
que ya llegaba muy tarde
para escapar de los fríos
que venían con el cierzo,
¿cómo dirás a los niños
esas frases y las trovas
para que aprendan despacio
las verdades que se esconden
en canciones y sonetos?

Pero el poeta del parque,
pintando flores de barro,
levantó tardo los ojos
para indagar en el cielo
y gritó viendo hacia el valle:
¡ya enseñaré a los pardales
las palabras de mis labios,
para que vuelen muy lejos
y las reciten con trinos
desde plazuelas y calles!

 

Manolo Madrid

 

Pajarillo viejo

De “Poemas y susurros

 

Se te marchó la vida, pajarillo viejo,

en tus ojos sin brillo vi reflejados

negros crespones,

ojos sin cielo;

y mudos piares de tu duelo,

entre inermes plumones, soplaron

minucias de aire y briznas de viento

que pudieran renacer tu cuerpo

y resucitar tu vuelo;

ahora sufrirán un helor más recio

piares devotos de tus polluelos,

hijos que te esperaban, picos abiertos,

huérfanos de nido que disfrazaste

entre botones rosas

y ramas con vida,

ramas con espinas de la acacia

que hace esquinero en la punta de mi casa,

cayendo la primavera del cielo.

Y se te fue la risa, que era tu canto secreto,

las confidencias que contabas,

alumbradas en las noches del invierno

y los reflejos de plata que la Luna rielaba

en el alma del pozo, volando bien alta

paseando vestida con nubes claras,

que parecían de gasa y peineta de estrellas

y luceros bañados en agua, lagrimones

que brillaban de noche sobre la rúa del alma.

 

Manolo Madrid

martes, 16 de diciembre de 2025

 En Recuerdo de Agustín

De Poemas y susurros

Recuerdo del poeta zamorano Agustín García Calvo


Quién no fue a ver un poeta

entre silencios que increpan

y ciparisos cantores,

entre vientos que acarician

y pensamientos que vuelan;

quién no quiso a media tarde

esquivar fosas abiertas

para no indagar temores

y encontrar las osamentas;

quién izó la vista al aire

para ver correr las nubes

que lloraban primaveras,

pintando charcos de lluvia

en los largos corredores

mientras pájaros de barro

entre las flores se esconden.

Y quién no escuchó las sombras

arañando los senderos,

acariciando los huertos

donde fecundos crecían

pensadores y poetas,

dejando volar sus versos

en alas de golondrinas,

entre gritos de vencejos,

sembrándolos desde el cielo

para que nadie se olvide

de los trovadores muertos.


Manolo Madrid


lunes, 15 de diciembre de 2025

 

Rasgos de agua

De “Rumores del Duero

 

Que triste se encuentra el río

cuando las nubes lo tapan,

privándole de los brillos

que dan vida a la mañana;

después, pegado a mi orilla,

miro y remiro la niebla

que deriva en la corriente,

que nace desde las cañas

para ocultar lentamente

a campesinos que pasan

sujetando sus guadañas,

y nimios aventureros

pasajeros sobre ramas,

que en otro lugar lejano

cayeron por descuidados

al cauce de algún afluente,

alguno más que se vierte

al cauce del río grande

y al Duero de esta Castilla

ha regalado sus aguas,

para que fluya más ancho

y así llegar hasta Oporto,

un rumor de tantas leguas

que con los fados se acaba.

 

 

Manolo Madrid

sábado, 13 de diciembre de 2025

 Son largas las horas

De “Rumores del Duero”

 

Se me hacen largas las horas
y aquellos mis pensamientos
que entre paredes divagan,
son pensamientos que pierdes,
ideas que se marchan
entre las grietas del éter,
del espacio que nos amasa
entre las horas de nada,
entre ojales sin forma y orificios
de aíre, burbujas indolentes,
son pensamientos naciendo
como larvas en la mente
como un reloj de segundos
y minutos que no descansan
de reflexiones inclementes
entre silencios volando,
como sosiegos de la mente
que se doblan y aletargan
aleteando entre vuelos,
caminando entre senderos
de los parajes del viento,
remolinos de Eolo y soplos
de abstracciones impacientes,
de gritos, chirridos, gemidos
que se escurren entre giros
de manecillas crueles.

Son vueltas previas de relojes
de suspiros para que sean ideas
y broten bruscas del saco,
del volcán de lava ardiente
donde se cuecen las dudas
que te invaden por las noches,
pensamientos en mesnadas
y soldados de otros mundos
de colores diferentes
y segundos aturullados, espesos
y calientes, segundos tan lentos
como las mudas de serpientes,
pensamientos brillantes

con escamas clavadas en pieles
o pensamientos oxidados e inertes
para romper días, para pensar noches
traicionando los sueños del durmiente
que no sabe del engaño de la vida,
sin saber la prisa de la muerte.

Manolo Madrid

viernes, 12 de diciembre de 2025

 

Del futuro


(De “Rumores del Duero”)

 

Cuando alcé triste mis ojos

para no contemplar nada,

supe de ríos sin agua

y de los mares sin peces,

de los árboles ajados

y de las flores ausentes,

de las hojas y las ramas

que crecerían sin fruto;

cuando miré todo aquello

que mi memoria sabía,

presentí que este planeta,

un mundo de seres idos

una llanura de locos,

se disgregaba completo

y luego se deshacía,

y adiviné que a las gentes

de esta heredad olvidada

nada en su Edén le quedaba;

y cuando vi el horizonte

entre océanos sin agua

y con sus páramos yertos,

llegaron de nuevo claros

esos sueños de recuerdos,

de la historia viejos cuentos,

relatos de mil batallas,

guerras del millar de miedos

y aquellas lizas tan cruentas

que sin motivos se hicieron;

y cuando los quise leer,

¡ay que risa y que dolor!

lleno de angustias y sueños,

encontré las bibliotecas

con escritos libros rotos,

ajados y heridos, todos

con la ceniza cubiertos

y en la ponzoña del aire,

los soldados y guerreros,

devotos a sus caudillos

suprimiendo las palabras

que nos decían: mañana;

dulces palabras escritas

con letras hechas sin tinta,

manuscritos sin mentiras;

cuando quise oír profetas,

tropecé entre las montañas

oradores, políticos,

líderes esclarecidos

de futuros imprecisos

que sonriendo prometían,

aranas en nuestra Tierra,

la esfera sobresaltada

que colgaba de su estrella;

y cuando cerré los ojos,

antes de la amanecida,

presentí de aquella noche

que faltaba madrugar;

y cuando quise olvidar

para revivirlo en mi paz,

respiré tanta tristeza

sintiendo arañar su garra

y cortar lleno de ira

el grito de mi garganta.

 

Manolo Madrid

jueves, 11 de diciembre de 2025

 

Callaba la tarde

De “Rumores del Duero


 

Callaba la tarde entre murmullos del río,

dormidas quedaron las añejas campanas

pintando las torres con el eco partido

y tantas cigüeñas resonando su pico;

callaba la tarde contemplando a la Luna

recién recalada sobre el borde del aire,

quitándose el sueño para verle la cara

pintando su plata en temblorosos añiles

de Duero teñido, que discurre y que canta,

vistiendo la noche con rumores fundidos.

Callaba la tarde en el jardín del castillo,

tapando las flores, escondiendo a sus niños,

¡dormid campanillas, rosetones y rosas

que en noches de estío no tendréis ningún ruido!;

callaba la tarde entre los campos cercanos,

por ver sus espigas con la brisa bailando,

celebrando el grano que contienen prendido,

por ver a los chopos que agitaban sin prisa

las ramas henchidas de sus hojas de plata,

ocultando entre ellas, los pardales, su nido. 

 

 

Manolo Madrid