Mesias
Diste al tamo tus pasos,
entre huellas
de taludes y sendas de
mendigos,
calzadas de granito de
avezados
y jardines de locos,
perturbados;
llevaste las zancadas entre
prados,
tupido y verde césped de
pajizos
aljófares, regando los
sembrados
sin advertir los ojos de
testigos
y cruzaste los ríos y
serpientes,
sandalias en rastrojos de
trigales
y hacer nuevos caminos,
ignorar
cunetas y pisadas y mirar
ausentes pensamientos volando
por
serrijones, colinas que subir
y convencer, personas e
indigentes
para vendar sus ojos con
visiones
de Apocalipsis, pérfidos
libretos
y fábulas de miedos y
castigos
de universales fuegos y
suplicios.
No
te enuncies Mesías viendo lunas
ni contemplando soles, no te
erijas
en ardedor de zarzas,
rompedor
de becerros de oro, llovedor
de maná en las desérticas
llanuras;
mejor será que vieres y
mirases
formas de eludir trampas,
artificios
implantados por curias y
concilios,
sobornos de intelectos, de
fortunas
menguadas donde vivan los
nacidos
en tierras de carencias y
mermados
frutos; mejor aleja la
pobreza,
la malicia, aparta aquellos
amos
que fustigan penurias para
atar
con cadenas de sucia
desventura
a esclavos proletarios, de
cabezas
gachas cuando llegase el amo,
un dios
que tutelas y escudas sin que
increpes
su avaricia y ausencia de
razón.