----- El autobús -----
De mi poemario “Colmando
las alforjas”
Tabletea
el incordio en el asiento nueve,
el
tiempo se adormece,
el
pinar corre,
bajo
las ruedas el espacio se alarga, se estremece,
viajan
las ventanillas, brillan y se pierden;
bajo el sol y las nubes, en el asiento nueve,
los
chopos gritan con sus brazos desnudos
que
en el cielo se miran,
corren
las ruedas y atrás se quedan perdidos almendros,
de
blancas flores, frutos en ciernes.
Tabletea el incordio y mis párpados pesan,
mis
ojos se duermen,
bajo
el sol de ventanilla giran las ruedas,
bajo
el sol de ventanilla los cristales miran
vidas
que se alejan y otras que vienen,
caseríos
y pueblos que están y se pierden,
se
pintan de lejanía,
en
las ruedas de autobús el tiempo merma,
el
tiempo crece.
Tabletea el incordio, un cristal que se estremece
y
mis párpados se vencen,
el
autobús tiembla y su corazón late,
su
corazón se mueve,
ruedas
que no se pierden,
que
siguen la cinta negra entre los prados verdes,
entre
parcelas blancas, entre peñas y puentes;
tras
los cristales llenos, viajan azules
los grandes
cielos,
viajan
las nubes y ruidos silentes;
tras los cristales nos siguen mirando pinares,
y
las cepas sin brazos, tan indolentes,
y
las uvas que esperan las primaveras verdes,
y
las líneas perdidas en el horizonte
miran
paradas al autobús que brilla
con
ventanillas blancas, que presumen,
llenas
de gente.
Tabletea el incordio en el asiento nueve,
el
autobús avanza y se estremece
y
llegará a la hora
en
que la cinta negra,
en
que la cinta muere;
en
los cristales viajan montañas de la Castilla,
entre
praderas verdes, entre praderas blancas;
y entre barbechos grises se remontan torcaces,
en
los cristales viajan las cornejas y las liebres,
en
los cristales viajan llanos y roquedales
y
nutridas picarazas que pernoctan en los cables,
sobre
los nervios largos que juntan postes
y
atan ciudades,
centinelas
toscos, escuetos militares,
crucificados
cristos entre los cristales;
entre ventanillas, vidrio, donde viajan margaritas
y
otras flores amarillas donde nunca crecen,
el
autobús se escapa,
mis
párpados pesan, mis ojos se duermen,
tabletea
el incordio en el asiento nueve.
Manolo
Madrid