lunes, 22 de abril de 2013

Un hado terrible golpea y le rompe la vida a un amigo querido. Entonces, tú, te quedas en blanco, sin saber que hacer ni que decir, impotente por que desearías poder cambiar las cosas y tener un poder que devolviese todo a su estado anterior, y desearías poder sustituir lo que no puede ser. Y sólo se te ocurre un poema donde apenas eres capaz de reflejar tus sentimientos, pero aún así te esfuerzas y lo escribes, aunque sabes que no será ningún bálsamo para quien sufre un dolor tan intenso. Os quiero Rosa y Miguel.


EL TAÑIDO

¡Cómo lastimaba el aire
del tañido mis oídos!

Cómo hería mis sentidos
mientras mi sombra avanzaba
y el polvo hendía el camino
entre pasos agotados
golpeados del destino;
alcé los ojos al cielo
y pude ver los cipreses
destacando su estatura
esquinando un regadío,

¡qué lindos los amarillos
que dan pinceles de brillo
a los trigos verdecidos!

Llegamos al camposanto
entre sollozos, gemidos,

y vuelvo otra vez los ojos
repasando el cielo tenue,

tres dedos el sol se alza
dejando rasgado el cielo
entre los jirones blancos
que nos trae el vientecillo,

cómo vuelan los vencejos
cómo balan los balidos,

¡qué apagados los murmullos
que hacen eco dolorido!

Y los dolientes caminan
con el gesto entristecido,

y los zapatos se arrastran
mientras vuelan las miradas
contando los encinares
que pueblan de paisanaje
l
os prados y los rodillos
en tierras de labrantío
y, lejos, algo más verde
cimbrea de cinta el río,

y cómo retiembla el aire
desde el campanario altivo.

Levanto la vista al cielo
que brilla con aquel ruido,

ya llega la cuesta arriba
ya llega la puerta herida
con tanto almagre de vida,

vuelvo la mirada al valle
para esquivar un gemido,

ahora avanza el cortejo,
ahora callan los grillos,
remiro otra vez los pinos
y el vuelo de la cigüeña,

trae ramas en su pico,
y para no ver el duelo
persigo hasta las campanas
el vuelo que lleva al nido
mientras se rompe el silencio
con lloros y más suspiros,

otra vez llega el sonido
de tañer metal, tañido
que quebranta el aire, aire,

heraldo que me has herido,
cómo me duelen tus gritos.


 Manolo Madrid
Del poemario “Poemas y susurros”

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