domingo, 4 de noviembre de 2012

A un niño triste

Se fue, como se van todos. La vida les va llevando, les va difuminando, como esa imagen perfilada con el dedo en un cristal lleno de vaho que poco a poco se va evaporando hasta que sólo queda un etéreo rastro


A un niño triste

Al niño que se me murió dentro
olvidado entre geranios blancos,
caídas petunias de color
y amanecidos ojos incautos
tras tristes vidrios de mirador,
donde ocultar risas que nacían
gozosas y alegres de mañana,
dejando confinadas e incautas
dichosas y curiosas miradas
envidiando aquella libertad
de ajenas palomas, sin grilletes
que las prendan, volando livianas,
sobre gente y calles de otras vidas
sin conseguirlas alcanzar.
 Al niño que, en casual madrugada,
tapadas entre sábanas claras
quedaron censuras de inocencia,
novedosas huellas indefensas
para avergonzar otros pudores,
atestar nuevos sueños de noche
y saber gozos en paraísos
de mayores y calmar temores
y motivar horas de amargura
entre lances para compartir
y miedo pueril para enterrar
la vida del niño que se va
y algún odioso compás de agujas
que llama otro día a madrugar.

Manolo Madrid

Del poemario “Háganse los mares”

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