domingo, 4 de septiembre de 2011

Duende

Te sientas frente al ordenador y contemplas la pantalla, que fluctua, provista de vida propia; parece que te mirase esperando a que tus dedos corran ligeros sobre sus teclas. Pero tú permaneces inerme, desprovisto de motivos que te impulsen, como si faltase ese combustible que activa tus ideas, tu creatividad, hasta que el esmerilado brillo parece reflejar en tus pupilas el transcurrir de otros universos, fantasías o quimeras, quizá recuerdos que te duelen o ilusiones que te esperan, y el encapuchado silencioso, desde el luminoso cristal te apunta con su dedo y te inspira el deseo de decir. Ahora la pantalla se llena de símbolos, letras y palabras y un susurro nace de alguna parte, como el ronroneo de un gato feliz. Y tú... tú dejas que las ideas floten y transcurran desde tu interior, flitradas por tus sentimientos y muevan tus dedos, y recreen nuevas galaxias por donde vuelan personajes y duendes que te guiñan los ojos y atraen tus fuerzas para no dejarte escapar y vaciarte entero para que alguien sepa de ti y juegue con tus locuras y construya sus propias historias y sus propios poemas.





Duende


Era un soplo de aire,
eran pétalos de tiempo,
era el color de la tierra
que hubo pintado el cielo
y el resplandor de esos ojos
que alumbraban mi noche
como el brillo de un lucero.

Eran caricias de seda,
eran susurros etéreos,
era sombra estremecida
que llegaba en el silencio,
era esa imagen tan dulce
pintada de arco iris
caída de mi sueño.

Era un suspiro muy largo,
era el eterno perfume
que viaja con la brisa,
era el vibrar de las notas
que fluían de las cuerdas
del arpa que pulsaban
las manos de Artemisa.

Era el duende más grácil
que llegaba cada noche
cautivado por mis manos,
desgranando aquellos versos
que rimaban con su nombre,
tras los latidos de Cronos
que nacían a las doce.


Manolo Madrid
Del poemario “Preguntando el camino”

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Porqué me robaste un beso?

Sueñas en la noche y las hadas recorren tus caminos, entonces tus labios se impregnan del vaho tibio y la humedad caliente. Y algo te estremece y continúas soñando que la entrega ocurre y la piel de tus labios se adhiere a otra boca que te ansía. Y sueñas, pero sabes que la ficción te rodea y que llegó tarde, cuando casi ha llegado la hora de la partida. Caronte te espera, paciente, dejando que tu fantasía se duerma para siempre.



Por qué me robaste un beso


Por qué me robaste un beso, ahora que mi camino acaba,
despertando en mi memoria que ya estaba dormida
Lunas de conmociones que, bajo la luz de plata,
nacían sobre mi pecho y en mis manos sobre las palmas,
que añoraban aquella carne que de mis caricias dulces
temblaba estremecida, mientras su dueña turbada
me entregaba sus pupilas en ansiedad desesperada.


Por qué preguntaste tanto con el brillo de tus ojos,
que sin querer evitarlo escapó de tus pestañas,
indagando de los míos cuando me separé de tus labios
aquella noche templada, que duró hasta la mañana,
sin que ninguno quisiera evidenciar los rubores
que tintaron las mejillas hasta desdeñar las rosas
que perfumaban el aire tembloroso de pasiones.


Por qué sonreíste luego, cuando me viste llorando,
secándome con tus dedos aquellas pequeñas gotas
que, resbalando por mi cara, del corazón nacieron;
por qué llevaste a tu boca la sal que lloró mi alma,
y luego te fuiste, sombra, entre las hojas verdes
de las lilas y las frondas, perfumando con tu aura
aquel aroma intenso que me desgarró de madrugada.

Por qué no me llevas contigo a ese mundo ilimitado,
donde beso a beso podré olvidar el paso de los años,
donde el calor de tus brazos abrasaría mis desmayos
y el rocío de tus labios aliviaría los recuerdos
que aparecen como efluvios de un pretérito olvidado,
por qué te marchas, amada, dejándome aquí postrado
con la humedad de tu boca y tu aliento perfumado.


Manolo Madrid
Del poemario “Preguntando el camino”

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Hechizo de aire

Suena la música y te dejas atrapar. Cierras tus ojos y dejas que las sombras inunden tu mundo. Así, unicamente el sonido de los instrumentos, el ritmo de las estrofas naciendo desde un pentagrama inunda tus sentidos. Nada hay más que la impoluta vibración, un cosmos lleno de vida, de escalas y contrapuntos, arpegios de seda y ríos de intangibles dedos que penetran en ti y pulsan escondidos resortes de tu mente y entonces desencadenan oleadas de placer, de alegría, de misticismo o de tristeza. Y todo ello sin colores, sin luz, sin que otros sentidos se vean inmersos en el milagro de una nueva vida, un paraiso que te sujeta para la eternidad.


Hechizo de aire

En la oscuridad nacía,

llegaba y te envolvía,

impalpable como el aire,

sin aromas que doliesen

ni colores que atrajeran,

tras las cerradas pestañas,

las pupilas escondidas.


En el silencio brotaba,
sutil, inerme y desvaída,

helada y candente,

sin roces de amantes

que despertasen seísmos

desde el fondo escondido

de tus otros sentidos.


Pero en tu aura prende,
vibrando inconsistente,

murmurando en tu oído

sonidos, silencios y notas

de arpegios nutridos;

la Música, ese duende,

te ha pegado su hechizo.



Manolo Madrid
Del poemario “Preguntando el camino”


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