No quiero que me llevéis
No quiero que me llevéis
flores a la sepultura, que mis pupilas cerradas
ya no verán desde dentro si la mano que las lleva
es la mano temblorosa de alguna persona amiga.
Tampoco desde la tierra
podré mirar los colores que sus pétalos adornan,
esparciendo por el aire y perdurando tantas horas
los aromas que conmueven y olores que te emocionan.
Y cuando estéis de visita
para llorar por mi ausencia, caminad muy despacito,
que ciertos que me cortejan descansan en el silencio
y no quiero que molesten murmullos al cementerio.
Allí, no recéis rosarios,
que preces y letanías escuchamos cada día
a todos los que recorren los pasillos recoletos,
para aliviar sus pecados y acallar sus omisiones.
Y no os quedéis mucho rato
que tampoco es necesario, que las visitas muy largas
se me aclaran muy cansadas desde que pude apartarme
de la vida que me daban los que ahora hacen teatro.
Más tarde, cuando marchéis,
después de haberme llorado, no dejéis la verja abierta
y cerradla con cuidado que, desde la Luna llena,
alguno de los durmientes por la puerta se ha escapado.
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