miércoles, 15 de octubre de 2025

 Ya no pasa el tren


Dos raíles de tristeza mueren en la lejanía,

los he visto desde el puente con mis ideas temblando,

con mis recuerdos más viejos, apretados y tristes

bajo la mañana fría, con viento de primavera

dando curvos torbellinos sobre la vieja madera

y traviesas olvidadas, donde se celan tranquilos

dos ratoncillos pardos y unos topos que escaparon

del veneno que vertieron en las hierbas de los prados.

¿A qué hora llega el expreso?, preguntó la oveja negra

a sus compañeras blancas, hacinadas sin prisas,

triscando entre los carriles pastos que asoman retesos,

hojas de hierba resecas, con el verdor olvidado,

sin pensar que alguna rueda los cortase cuando crecen

y se empinaban sobrados, para fisgar los andenes,

y ver señales de chapa que apuntan con sus brazos

la circulación parada de aquel tiempo ya pasado.

Se oxidaron las agujas y apagaron las bombillas

que a semáforos daban vida, parece que murió el tren

dejando en silencio el campo, que en otrora madrugaba,

cuando silbaba tan fuerte vetusta locomotora

que en el sendero bufaba, corriendo con diligencia

por saludar al paisaje y despertar la mañana,

muerta la tarde a la vuelta y los festivos a las cuatro,

para alegrar la comida de algunos buenos cristianos.



Manolo Madrid

 

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