El huerto
Quién miró a la Luna, triste bajo los mustios olivos,
haciendo coro de amigos, melancólicos, dolientes
músicos de serenatas, noctámbulos concertistas,rapsodas de hojas cetrinas que sisean como flautas;
y las rondas de oraciones implorando condolencias
para la sombra que apunta con un beso como fuese
un dedo de traición; quién miró en pie, sobre hierba muda,
que no supo contar nada, quien miró, cabeza gacha,
y contó las piedras blancas, sendero marcando el alba.
Por qué la cara del cielo se marchó despabilada
mientras se hincaban rodillas para labrar el camino
que al martirio con espinas treinta monedas llevaban.
¿Qué cantaron las cigarras para oídos de soplillos?,
órgano chirriante, címbalo estridulador, llamando
persistente al centurión del rebenque que azotaría
a su señor, empujando su sendero hasta llevarlo,
con multitud de judíos, a clavarlo en un madero.
¿Quién puso su nombre al huerto?, cúspide de algún collado,
que dejó la senda triste cruzando sin horizonte,
pasando bajo solanas y crudezas invernales.
¿Quién era Getsemaní y fue propietario de un jardín?,
que no supo poner trabas en pared enjalbegada,
para dejar, en adobes y cal, cortada memoria
que nadie hubiese tenido que escribir ni recordar.
Manolo Madrid
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