martes, 12 de noviembre de 2013

EL ROEDOR BEODO



Casi un cuento para niños, pero en realidad una moraleja en octosílabos para aquellos que, con buena o mala intención, se dan al abuso de los placeres del vino, o de otro cualquier placer. Así en esta representación en la que el ratoncillo mira con deseo las cubas apiladas, tratando de idear alguna estrategia que le permita acceder a la ambrosía de su contenido, no piensa cual va a ser el futuro que le aguarda por dejarse llevar por su vicio, que le domina y le turba la razón.



Rondaba un ratón la cuba
dando vueltas y más vueltas,
mirando atento las duelas
y escrutando las rendijas,
rezándole al dios del vino
para que aflojase un poco
la espita que había arriba
y la gota que pendía
en surtidor convirtiese.
Miraba el roedor la vida
con ojillos de alegría
imaginando el percance
de bañarse en la piscina
de aquel mosto fermentado
que muy pronto manaría
del grifo de la barrica
e inundaría baldosas
con un néctar de ambrosía.
Pasaron noches y días,
corrieron compadres sobrios
dándole guiños de burla
que el ratoncito achispado
con desparpajo reía,
¡ya veréis cuando me bañe
con el dios Baco en orgía,
ya veréis cuando me sacie
de las uvas exprimidas!
Pasaron horas y ratos
sin que Dios hiciera caso
y el ansioso bebedor
subiose por la alacena
con la terca pretensión
de provocar que la cuba
rodase de su sillón,
royendo aquellas espigas
que frenaban el bidón.
Y con paciencia y ahínco
el ratoncillo achispado
aplicó sus incisivos
sobre las cuñas de pino,
trabajando por su vicio
que le pedía más vino
y tanto fue su roer
que la redonda cubeta
al suelo fuere a caer.
¡Ay, Baco de mis amores,
ay compañero de juerga!,
¿Por qué mi rabo has dejado
debajo de la barrica?,
que no me puedo mover
mientras el vino se aleja
hacia el fatal enrejado,
sin que se acerque a mi boca
atrapado de un costado.
¡Ay, amigos del lagar!,
que amargo es ver la riqueza
pasando bajo el bigote,
mientras mi alargada cola
permanece bien sujeta
al peso de ese gran bote
y a mi cuerpo en otro lado,
sin que lo pueda soltar
para bañarme en el lago.
Qué triste resulta la vida
cuando vives atrapado,
por un lado mi deseo,
por otro un peludo cabo;
qué enojo vive en mi tripa
cuando huelo la bebida
y miro el color tan tinto
marchando hacia el sumidero
mientras yo pierdo la vida.



Manolo Madrid
Del poemario “Poemas y susurros”




1 comentarios:

Blogger Carmen Troncoso Baeza ha dicho...

Buenisimo este poema, a tu salud!!

17 de abril de 2017, 19:09  

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