No hace falta
ni es necesario que ocupen librerías…,
ni estantes…
ni cajones,
no será imprescindible que los tengan doblados
en bolsillos de media tarde,
en paseos que te abrigan de sombra
los veranos más vivaces
y te adulan con silbidos
los otoños más fugaces;
no será imprescindible
una hoja de cuaderno
para sujetar una imagen.
Porque un viento helador surgirá del tiempo,
quizá de la noche…
en alguna autovía,
algún aeropuerto
o en cualquier andén solitario,
delineante de raíles acerados
y pasillos de pisos cuadriculados
bajo escueta bombilla,
esperando un tren de madrugada,
un fulgor pequeño y de polvo amarillo
mecido por el viento
que corta como cuchilla;
no hace falta que guarden mi libro entre las manos,
que cuando me marche…
cuando inicie mi viaje
no querré llevar recuerdos
en mi equipaje…
así me será más liviano el aire.
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