lunes, 4 de agosto de 2025

 

Te dejé en la sombra

 

Claro que te dejé en la sombra

y olvidé tu nombre,

un nombre enamorado, enamorado y sutil,

un calificativo para apelar a ti

para traerme a ti,

para que tú nombre pidiera mi boca,

pidiera mis brazos y gemir como una loca, estremecida en la noche

hasta rezar al alba para dar las gracias al Cupido intransigente

y rogarle nuevas vigilias de pasión ardiente.

Y te dejé en la sombra y olvidé tu nombre

entre camelias y azucenas que desgranaban la noche,

entre jacintos y rosas

que desfiguraron tu sombra,

sombra en brazos complacientes,

tu nácar fulgurado por Diana,

tus ropas abrigando el césped y tus gemidos de nuevo hirvientes:

otros brazos, otra simiente, otra noche de enamorado, otras manos

que fuertemente te estrecharon hasta el amanecer despechado.

Y me olvidé tu nombre, te dejé en tu sombra entre besos ajenos,

entre aroma de traiciones,

entre celos atropellados, entre hierbas que se enredaron

en mis pies menospreciados de susurros y gemidos,

entre amapolas asustadas por mis pasos huidos,

            pasos movidos por celos,

            por celos de enamorado,

            por temblores de ira,

                        de furor arrebatado.

Te dejé en la sombra, entre aromas hirientes,

entre reflejos de nácar de tu piel ardiente,

entre ropas desperdigadas sobre el césped,

entre brillos de piel nacarada,

            brillos de Luna,

            brillos de Selene,

            entre la sombra…

                        tu piel reluciente.

 


Manolo Madrid

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