El Sur
Irme al Sur, sí; sí bajarme
al Sur
y dejarme caer por el mapa
rodando por aquellas praderas
mientras supongo que me
acompañan
cantes de aguardiente, voz
rajada,
palmas, contrapunto de
guitarra;
soliloquio de cuerdas de nata
donde quiebran bulerías,
cañas
y soleá y sonar caracoles
mientras me llegan aires de
sierra
que perfilan añiles, colores
que se dibujan en los jalones
y notas, arpegios y enredados
repiques de las campanas,
trémolos
que dan olores de menta y
jara;
y no
arranques por aquellas cuestas
donde levantan polvo galopes
por romeros y olivos preñados
que dan sombra a los negros
toritos
y rejoneos de picadores;
y
viendo el alto Despeñaperros,
casas de paredes encaladas,
cortijos abiertos, sin
murallas,
y escuchar el cambio,
andaluces
con la ese, con la ce y con
la zeta
que alegran acentos de
palabras,
que dicen de patios de
maceta;
y silencios hasta que
rasguean
guitarras rompiendo desde
sombras
para hacer murmullos que
acarician
los geranios y madreselvas
desde balcones columpiadas;
y desde las pendientes de
Málaga
llenarme pupilas del azul
en que se perfilan las
montañas,
morenas de continente nuevo,
del rumor de timbales de
África;
irme
al Sur, sí; irme para morir
en las luces y cantes que
duelen
mi marcha; irme, quedarme al
Sur, sí.
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