sábado, 2 de agosto de 2025

 

El autobús

 

Tabletea el incordio en el asiento nueve,

el tiempo se adormece,

el pinar corre,

bajo las ruedas el espacio se alarga, se estremece,

viajan las ventanillas, brillan y se pierden;

bajo el sol y las nubes, en el asiento nueve,

los chopos gritan con sus brazos desnudos

que en el cielo se miran,

corren las ruedas y atrás se quedan perdidos almendros,

de blancas flores, en ciernes frutos.

Tabletea el incordio y mis párpados pesan,

mis ojos se duermen,

bajo el sol de ventanilla giran las ruedas,

bajo el sol de ventanilla los cristales miran

vidas que se alejan y otras que vienen,

caseríos y pueblos que están y se pierden,

se pintan de lejanía,

en las ruedas de autobús el tiempo merma,

el tiempo crece.

Tabletea el incordio, un cristal que se estremece

y mis párpados se vencen,

el autobús tiembla y su corazón late,

su corazón se mueve,

ruedas que no se pierden,

que siguen la cinta negra entre los prados verdes,

entre parcelas blancas, entre peñas y puentes;

tras los cristales llenos, viajan azules

los grandes cielos,

viajan las nubes y ruidos silentes;

tras los cristales siguen mirando pinares,

y las cepas sin brazos, tan indolentes,

y las uvas que esperan las primaveras verdes,

y las líneas perdidas en el horizonte

miran paradas al autobús que brilla

con ventanillas blancas, que presumen,

llenas de gente.

Tabletea el incordio en el asiento nueve,

el autobús avanza y se estremece

y llegará a la hora

en que la cinta negra,

en que la cinta muere;

en los cristales viajan montañas de la Castilla,

entre praderas verdes, entre praderas blancas;

y entre barbechos grises se remontan torcaces,

en los cristales viajan las cornejas y las liebres,

en los cristales viajan llanos y roquedales

y nutridas picarazas que pernoctan en los cables,

sobre los nervios largos que juntan postes

y atan ciudades,

centinelas toscos, escuetos militares,

crucificados cristos entre los cristales;

entre ventanillas, vidrio, donde viajan margaritas

y otras flores amarillas donde nunca crecen,

el autobús se escapa,

mis párpados pesan, mis ojos se duermen,

tabletea el incordio en el asiento nueve.

 

Manolo Madrid

 

 

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