domingo, 27 de julio de 2025

 

A la muerte de un poema

 

Y dejo que caigan semillas de tristeza desde mis dedos,

porque me atrapan las blancas hojas

como si fuesen un cielo para mi vuelo.

Y deseo que la lluvia y el granizo

y el remolino de la harina,

de las ideas que han rodado bajo la muela,

grano y cascarilla

que tamizan el suelo y descubren pisadas

y me fueron sujetando en el molino,

dibujen poemas en pámpanas níveas

de semillero,

como un regalo de albricias sujetas con alfileres,

un día festivo,

cualquier domingo de invierno

con tardes soleadas de costurero.

Y serán tristes los panes que no coma nadie,

serán perdidas palabras

en tardes lentas y pausadas,

donde el sol llega oblicuo a las cretonas

de la sala,

donde tímidos cantos saltan

de un agitado jilguero

y se han quedado mustias

las hortensias azuladas del florero.

Aún huelen transparentes aromas

de intimidad nacida

en brasas de un brasero.

¿De quién será la mano

que levante el libro

que se ha caído al suelo?

 

                    

Manolo Madrid

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