domingo, 28 de abril de 2013

Los poetas sentimos de improviso la llegada de la emoción, esa que llamamos inspiración, algo parecido a un soplo etéreo que nos embarga y consigue que se traduzca en palabras rimadas, en metáforas, en arrebato y sugestión que pugna por exteriorizarse. Y es cualquier cosa, por menuda y sútil, por banal e impalpable la que toma el control de nuestro léxico hasta conseguir plasmar las oraciones, los versos que reproducen aquel estímulo. Y cuando paseas por algún arrabal, un parque o un camino poco frecuentado y, como si fuese un montoncillo de hojas arrugadas, descubres el cuerpecito de aquel gorrión, algo te empuja la emoción y las ideas brotan solas y llegan hasta ese pequeño cuadernillo de tapas rojas que llevas como una provisión de agua por si has de pasar un desierto.


Pajarillo

Se te fue la vida, pajarillo viejo,
en tus ojos sin brillo se reflejaron
crespones que se llevarían tu duelo
y entre tus inermes plumones soplaron
briznas de aire, como si de ello pudieran
revivir tu cuerpo y renacer tu vuelo;
ahora pasarán un helor más recio
otros piares devotos que allí quedaron
huérfanos en el nido que disfrazaste
entre rosados botones de la acacia
que hizo esquinero en la punta de mi casa
cuando la primavera llegó del cielo.
Y se te fue la risa, que era tu canto
secreto, las confidencias que contabas
en alumbradas nochecitas de invierno
y de reflejos de plata, que rielaban
en el alma del pozo, cuando bien alta
pasaba Selene vestida con nubes
que parecían de gasa y cucuruchos
de centellas al despuntar la alborada
que brillan de noche en la rúa más alta.

Manolo Madrid
Del poemario “Poemas y susurros”




 


A Filli de otro poeta: ¡Tu Duero!, amiga mía
 
A Filli de otro poeta
Cayeron las vides que te alumbraban,
también cayeron las hojas al viento
y las sendas de luna y mar se fueron
lejos de tu mirar de campo y río;
ni siquiera la brisa que adormece
las olas y amansa los prados verdes
te han permitido seguir viviendo
esas líricas horas de poesía
que llenaban las tardes alargadas
de los otoños anunciando el frío,
de inviernos en galerías pintadas,
con el vaho de tu aliento cegando
la penumbra triste que sube el Duero,
donde pintar corazones y versos
con la yema de un dedo, con la rima
que nació de tu cuerpo, primavera,
y resultó en sazón todo el estío;
por algo querías en tus poemas
mirar la luz en versos que cantabas,
por algo querías ver las violetas
que de Valorio los prados vestían
y hablabas de avecillas y alboradas
y decías en voz pausada nombres
y apellidos de campos de Castilla;
se cayeron los folios de los chopos
para dar vida a dulces florecillas
que regalaron motivo a tus ojos
para que, envidiosos, imaginasen
estrofas de versos en campos blancos,
que la tinta de tu mano sembrase
de rimas que más tarde florecieran
y dejasen memoria de tu vuelo
por la vida de otros sembradores
que te recuerden cada amanecida
mirando con ansia el azul del cielo
y te guardasen en sus corazones
hasta un novedoso esplendor del alba
donde se anudasen nuestros senderos.

(In memorian a la poetisa zamorana Filli Chillón)
Manolo Madrid
Del poemario “Poemas y susurros”

lunes, 22 de abril de 2013

Un hado terrible golpea y le rompe la vida a un amigo querido. Entonces, tú, te quedas en blanco, sin saber que hacer ni que decir, impotente por que desearías poder cambiar las cosas y tener un poder que devolviese todo a su estado anterior, y desearías poder sustituir lo que no puede ser. Y sólo se te ocurre un poema donde apenas eres capaz de reflejar tus sentimientos, pero aún así te esfuerzas y lo escribes, aunque sabes que no será ningún bálsamo para quien sufre un dolor tan intenso. Os quiero Rosa y Miguel.


EL TAÑIDO

¡Cómo lastimaba el aire
del tañido mis oídos!

Cómo hería mis sentidos
mientras mi sombra avanzaba
y el polvo hendía el camino
entre pasos agotados
golpeados del destino;
alcé los ojos al cielo
y pude ver los cipreses
destacando su estatura
esquinando un regadío,

¡qué lindos los amarillos
que dan pinceles de brillo
a los trigos verdecidos!

Llegamos al camposanto
entre sollozos, gemidos,

y vuelvo otra vez los ojos
repasando el cielo tenue,

tres dedos el sol se alza
dejando rasgado el cielo
entre los jirones blancos
que nos trae el vientecillo,

cómo vuelan los vencejos
cómo balan los balidos,

¡qué apagados los murmullos
que hacen eco dolorido!

Y los dolientes caminan
con el gesto entristecido,

y los zapatos se arrastran
mientras vuelan las miradas
contando los encinares
que pueblan de paisanaje
l
os prados y los rodillos
en tierras de labrantío
y, lejos, algo más verde
cimbrea de cinta el río,

y cómo retiembla el aire
desde el campanario altivo.

Levanto la vista al cielo
que brilla con aquel ruido,

ya llega la cuesta arriba
ya llega la puerta herida
con tanto almagre de vida,

vuelvo la mirada al valle
para esquivar un gemido,

ahora avanza el cortejo,
ahora callan los grillos,
remiro otra vez los pinos
y el vuelo de la cigüeña,

trae ramas en su pico,
y para no ver el duelo
persigo hasta las campanas
el vuelo que lleva al nido
mientras se rompe el silencio
con lloros y más suspiros,

otra vez llega el sonido
de tañer metal, tañido
que quebranta el aire, aire,

heraldo que me has herido,
cómo me duelen tus gritos.


 Manolo Madrid
Del poemario “Poemas y susurros”

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